Globos blancos para Mozart
Los protagonistas fueron, por un d¨ªa, los ni?os. Daba gusto verlos desenvolverse con naturalidad ante las c¨¢maras de las diferentes televisiones, expresando sus impresiones sobre el espect¨¢culo que acababan de presenciar. Estuvieron respetuosos durante la representaci¨®n y hasta tengo la impresi¨®n de que les supo a poco. M¨¢s vale as¨ª.
No es nada f¨¢cil dar con el tono adecuado en las ¨®peras dirigidas al p¨²blico infantil. El paternalismo suele imperar y con frecuencia se trata a la gente menuda como m¨¢s retrasada de lo que realmente es. No ha sido as¨ª, afortunadamente, en esta ocasi¨®n. Emilio Sagi se est¨¢ convirtiendo en un aut¨¦ntico especialista de misiones imposibles. Lo era la apuesta de El equ¨ªvoco extravagante, de Rossini, el verano pasado en el festival de Pesaro. Lo es ahora Basti¨¢n y Bastiana, de argumento y estructura simples, con los primeros apuntes del genio mozartiano a los 12 a?os. En ambas ocasiones Sagi ha buscado algunos puntos de apoyo en la est¨¦tica pop. Y, claro, en el color. Un color que se extiende en Basti¨¢n y Bastiana a veces a la sala.
Basti¨¢n y Bastiana
Singspiel en un acto de Wolfgang A. Mozart. ?pera en familia. Orquesta Escuela de la Sinf¨®nica de Madrid. Director musical: Andr¨¦s Zarzo. Director de escena: Emilio Sagi. Con Javier Alonso, Ana Nebot y Celestino Varela. Narrador: Emilio Arag¨®n. Teatro Real. Madrid, 15 de enero.
La obra est¨¢ narrada con contenci¨®n. Los efectos de sorpresa est¨¢n dosificados. El encantador abrigo de globos blancos, la aparici¨®n de Basti¨¢n desde el interior de una caja de frascos de jugo de tomate Campbell, el coraz¨®n colorado que desciende para enmarcar el reencuentro de los enamorados. No prescinde Sagi de las alusiones al mundo de la revista musical americana, pero no abusa de ellas. Mozart y su m¨²sica est¨¢n en el centro de las intenciones. Hay un evidente sello did¨¢ctico, f¨¢cilmente accesible, en el planteamiento. Y la ¨®pera fluye con primorosa sencillez. Un buen trabajo.
Emilio Arag¨®n hace de narrador y, curiosamente, no logra evitar una sensaci¨®n de rigidez a pesar de su admirable entusiasmo y de su m¨¢s que sobrada experiencia esc¨¦nica. Los cantantes son correctos y la joven orquesta suena d¨²ctil a las ¨®rdenes de Andr¨¦s Zarzo.
El Real ha salido airoso de este primer encuentro con la ¨®pera en familia. Es m¨¢s dudoso, sin embargo, si el modelo escogido es el m¨¢s conveniente, o, si es preferible la opci¨®n, por ejemplo, del teatro de la Zarzuela, con los mismos t¨ªtulos del p¨²blico habitual en funciones espec¨ªficas para ni?os y j¨®venes. Pero, en fin, eso es otra historia. Lo que importa es que el espect¨¢culo llena un hueco y despierta ilusiones en una franja de p¨²blico.
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