El triunfo de la poes¨ªa
El C¨ªrculo de Lectores acaba de publicar la primera parte de la Divina Comedia, ilustrada por Miquel Barcel¨®, el Infierno, en original italiano y traducci¨®n espa?ola de ?ngel Crespo o catalana de Josep Maria de Sagarra (est¨¢n disponibles, en sendos vol¨²menes, las dos versiones).
Los dise?os del artista mallorqu¨ªn comentan el poema escogiendo libremente episodios y personajes. Llama inicialmente la atenci¨®n la gran variedad de formato de los dise?os, que se extienden de manera muy diferente en la superficie del texto: a veces ocupan ambas p¨¢ginas, alcanzando dimensiones relativamente significativas (31¡Á44 cent¨ªmetros), otras una sola, otras, finalmente, parte o partes de ella, insinu¨¢ndose entre los tercetos, e incluso, en algunos casos, de un lado a otro de la misma hoja.
Barcel¨® no se contenta con representar el mundo de Dante, lo que quiere es identificarse con ¨¦l
La colocaci¨®n irregular de los dise?os revela, en efecto, la intenci¨®n de penetrar el texto atraves¨¢ndolo en todas las direcciones: fiel a s¨ª mismo y a su concepci¨®n del arte como ¨ªntima fusi¨®n con los materiales, Barcel¨® no se contenta con representar el mundo de Dante, lo que ¨¦l quiere es identificarse con ¨¦l. Como el mismo pintor afirma en una entrevista reciente, "[el arte] es un proceso de dar sentido al caos, y eso s¨®lo se consigue con una enorme intimidad: hay que convertirse uno mismo en arcilla, o en pintura".
?ltimo de una larga serie de pintores que han puesto su imaginaci¨®n al servicio de la poes¨ªa, ilustrando el poema de Dante con su arte (desde Botticelli hasta Dal¨ª), Barcel¨® interpreta el Infierno a partir de una dial¨¦ctica exasperada entre el color y la figura. La l¨ªnea s¨®lo tiene la funci¨®n de recortar la mancha crom¨¢tica sobre el fondo blanco de la p¨¢gina. En la cubierta del volumen, por ejemplo, el negro y el blanco luchan entre ellos como la sombra y la luz en la creaci¨®n del mundo: en medio, arcillosos perfiles humanos gritan su dolor con una intensidad que recuerda los b¨ªblicos claroscuros de Masaccio.
El drama del cuerpo torturado
por la angustia est¨¢ todo dentro del color, que sugiere el martirio sin describirlo, lo comunica sin nombrarlo. Miembros amputados, siluetas desfiguradas sobresalen de la p¨¢gina aludiendo de manera muy indirecta a las situaciones y las motivaciones (que Dante, en cambio, describe con todo lujo de detalles). Intuimos que Barcel¨® ha interpretado la obra de una manera radicalmente impresionista, ignorando su inclinaci¨®n g¨®tica al detalle descriptivo, para exaltar en su lugar la potencia interna de la emoci¨®n que vibra en las palabras. Estas palabras son, en realidad, la materia que Barcel¨® ha hecho suya, convirti¨¦ndolas en im¨¢genes impregnadas del dolor de la existencia.
Los lectores convencionales sin duda agradecemos esta ex¨¦gesis cualitativa y existencial del infierno, cuya fuerza emocional ninguna par¨¢frasis podr¨ªa expresar. Lo consigue, en cambio, la intensidad del cromatismo del pintor, inigualable en dar relieve expresivo a las figuras. La del retrato de Dante, por ejemplo, de perfil y con una inquietante mirada azul; pero arrugado, como si la del poeta fuera piel de oso, o mast¨ªn. O la del leopardo del I canto, que amenaza a Dante que trata de salir de la selva: el animal, "de piel manchada todo recubierto", observado desde arriba, al acecho entre las ramas, est¨¢ a punto de saltar sobre la presa.
Extraordinario tambi¨¦n es el contraste entre los indiferentes del canto III ("Estos nunca vivientes desgraciados / iban desnudos, y los azuzaban / avispas y moscones obstinados"), con su sepia que progresivamente se descolora en el fondo blanco, y "la bella escuela" de los poetas cl¨¢sicos del canto IV, hier¨¢ticamente solemnes en la inmovilidad de su petrificado claroscuro. De gran potencia expresiva son tambi¨¦n la barca que cruza el r¨ªo Flegetonte, con los condenados que se cuelgan de ella intentando volcarla (en una contraposici¨®n violent¨ªsima de verdes y marrones), y la selva de los suicidas (canto XIII), en la cual el h¨®rrido alquitr¨¢n de ramas y ra¨ªces sugiere, difumin¨¢ndose en blancos perfiles de fantasmas, la presencia en su interior de los humanos.
El pintor parece en cambio co
quetear con el chismorreo de la l¨®gica narrativa en el episodio de Paolo y Francesca (canto V). Aqu¨ª los detalles realistas (el libro, la silla, un florero) minimizan la violencia de una experiencia de deseo que Dante quiso mucho m¨¢s intelectual que f¨ªsica. Un perfil (?del pintor?, ?del poeta?) que esp¨ªa detr¨¢s de una cortina, ridiculiza a la pareja de ad¨²lteros de manera demasiado cruel, si la comparamos con la humana piedad del poeta.
En el congelado lago de los traidores (canto XXXII), el verde y el azul se disputan el cuerpo de los condenados, que est¨¢n clavados en el hielo de una compacta masa cristalina. Sobresalen de la superficie iridiscente secciones de cr¨¢neos, narices puntiagudas, excavadas ¨®rbitas oculares: esto es el fr¨ªo paisaje de muerte que visualiza, ¨²ltima abyecci¨®n de lo humano, el amor convertido en odio.
Poeta m¨¢s contempor¨¢neo que cualquier otro, Dante no deja de alimentar la imaginaci¨®n y la inteligencia creativa de todos sus lectores. El contacto entre su palabra y el arte de Miquel Barcel¨® produce un nuevo texto, en el cual las dos fuerzas expresivas se suman y mezclan, en una s¨ªntesis po¨¦tica de la cual no sabr¨ªamos decir d¨®nde termina la sugesti¨®n del poeta y d¨®nde empieza la invenci¨®n del pintor.
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