Casta?eda, de canciller a activista por el cambio
El ex titular de Relaciones Exteriores choc¨® con Fox al intentar promover reformas estructurales en M¨¦xico
Jorge G. Casta?eda Gutman, de 49 a?os, renunci¨® a la Secretar¨ªa (Ministerio) de Relaciones Exteriores para promover, desde el activismo intelectual, los cambios estructurales pendientes en M¨¦xico. Sali¨® de un Gobierno cuyo titular, Vicente Fox, situado en la derecha democr¨¢tica, quiere ser a la vez jefe de Estado y jefe de Gobierno, y efectuar en un solo mandato, de seis a?os, las transformaciones ejecutadas por Adolfo Su¨¢rez y por Felipe Gonz¨¢lez en la transici¨®n espa?ola, en casi dos decenios. Demasiado. Fox no lo ha conseguido, ni lleva camino de lograrlo porque la transici¨®n mexicana es diferente, compleja y exige de todos sus actores unas virtudes y un sentido de Estado todav¨ªa ausentes.
El independiente Casta?eda fue algo m¨¢s que ministro: era un retador en un gabinete donde a¨²n predomina mayoritariamente la doctrina social de la Iglesia y un tibio progresismo, y que ahora cierra filas en torno a su partido, el conservador Partido Acci¨®n Nacional (PAN). "Era un huero (blanco) convidado a una cena de negros", coment¨® un analista. Dej¨® la canciller¨ªa porque, entre otras razones dom¨¦sticas, lo que pod¨ªa hacer ya lo hizo y el 11-S arrumb¨® su ambicionado acuerdo migratorio con Estados Unidos, al imponerse en Washington una agenda dominada por la seguridad. Es improbable que M¨¦xico vuelva a interesar hasta 2004, a?o electoral.
Tampoco el calendario a la vista le era apetecible, seg¨²n las fuentes consultadas, porque le hubiera obligado a ser una especie de "canciller de crisis": Venezuela, Irak y, de nuevo, la reuni¨®n de la Comisi¨®n de Derechos Humanos de Ginebra, con la cuesti¨®n cubana en danza. M¨¦xico vot¨® contra Fidel Castro el pasado a?o, las relaciones bilaterales estuvieron al borde de la ruptura y era previsible otro encontronazo entre La Habana y Casta?eda en los meses venideros. El choque ya hab¨ªa sido asumido por el canciller.
Su apuesta durante sus dos a?os en el puesto fue Estados Unidos, el nuevo poder mundial y vecino, el mercado de m¨¢s del 80% de las exportaciones mexicanas y el domicilio de tres millones y medio de compatriotas indocumentados, cuya progresiva legalizaci¨®n intent¨®. "Casta?eda decidi¨®, primero, romper con su ortodoxia heredada, en su caso de la izquierda, y luego, como foxista, tambi¨¦n con las heredadas del antiguo r¨¦gimen, para poner en marcha un nuevo modo de pensar de la pol¨ªtica mexicana", se?ala el historiador Lorenzo Meyer. Le sustituy¨® el ministro de Econom¨ªa, Luis Derbez, sin el colmillo, ni las relaciones de su predecesor en Estados Unidos, Am¨¦rica Latina y Europa. "Le meter¨¢n varios goles hasta que aprenda el oficio. No es un especialista", anticipa una fuente diplom¨¢tica.
Casta?eda s¨ª lo es. Hijo del canciller Jorge Casta?eda ?lvarez de la Rosa (1979-82), estudio en Princenton, Estados Unidos, obtuvo un doctorado en Par¨ªs y fue catedr¨¢tico en Ciencias Pol¨ªticas en Nueva York. Entr¨® de lleno en pol¨ªtica en 1994, como cofundador del Grupo San ?ngel y despu¨¦s como asesor de la campa?a de Cua¨²htemoc C¨¢rdenas, frustrado candidato presidencial de la izquierda. Aquella plataforma, en la que place¨® a Fox, promovi¨® la reflexi¨®n y la apertura democr¨¢tica en M¨¦xico, lastrada por los siete decenios de hegemon¨ªa corporativista del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Jorge Casta?eda regresa a la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico (UNAM) porque quiere crecer pol¨ªticamente en su pa¨ªs y empujar el cambio y la modernizaci¨®n, a trav¨¦s de art¨ªculos, conferencias y reuniones. Instar¨¢ a completar la inacabada reforma fiscal, a reformar el sistema pol¨ªtico y parlamentario o a un debate sobre qu¨¦ hacer con el petr¨®leo mexicano en momentos en que los habituales suministradores de crudo, Venezuela y el Golfo, comienzan a no ser tan confiables.
Los reparos a su gesti¨®n han sido m¨¢s de procedimiento que de fondo, pero siendo Cuba pol¨ªtica interna en M¨¦xico, la reacci¨®n del Partido de la Revoluci¨®n Democr¨¢tica (PRD), izquierda, y del PRI, no se hizo esperar. Casta?eda, miembro del Partido Comunista de M¨¦xico (PCM) y simpatizante de las guerrillas latinoamericanas en sus a?os juveniles, pas¨® a ser calificado lacayo de George W. Bush y el rotativo cubano Juventud Rebelde le larg¨® una andanada. Pero a Jorge Casta?eda le interesa otra prensa.
The New York Times recibi¨® su nombramiento con un laudatorio editorial y lo despidi¨® con otro. Estados Unidos lo sigue apreciando, a pesar de que en las discusiones sobre Irak estableci¨® una alianza con Francia, contraria a un ataque unilateral sin la aprobaci¨®n de la ONU. Pero Washington no olvida que cuando todav¨ªa las Torres Gemelas soltaban cascotes, Casta?eda admiti¨® el derecho de Estados Unidos a las represalias. Contrariamente, la solidaridad de Fox y de otros miembros de su gabinete fue tard¨ªa, contenida por c¨¢lculos de pol¨ªtica interna y, probablemente, por el sentimiento "antigringo" de buena parte de la sociedad mexicana.
Algunas de las decisiones de Casta?eda han sido pol¨¦micas y discutibles, cuando no equivocadas, seg¨²n sus cr¨ªticos, pero se abordaron con una determinaci¨®n sin precedentes. Fue rompedor de ritmos y ortodoxias y nunca acept¨® que la pol¨ªtica exterior la dictaran el presidente y el Congreso. Desnarcotiz¨® las relaciones con Estados Unidos, que hasta entonces s¨®lo quer¨ªa hablar de drogas y actu¨® decisivamente para forzar la suspensi¨®n de la humillante certificaci¨®n anualmente expedida por Washington a los pa¨ªses con problemas de narcotr¨¢fico. El tema migratorio, esencial para un pa¨ªs con ocho millones de compatriotas en el Norte, entr¨® en la agenda en el a?o 2000, y sali¨® de ella con el 11-S. Ha sido su gran frustraci¨®n.
Autor de 13 libros, entre los que destaca La utop¨ªa desarmada y La vida en rojo, una biograf¨ªa del Che Guevara, imprimi¨® un nuevo activismo internacional en derechos humanos, coloc¨® a M¨¦xico como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU y multiplic¨® la presencia de su pa¨ªs en otros foros multilaterales. Tambi¨¦n inaugur¨® el reforzamiento de las funciones econ¨®micas y culturales en las embajadas. Algunos nombramientos, fundamentalmente de escritores e intelectuales en puestos diplom¨¢ticos o consulares, le granjearon enemistades dentro de la carrera. Agua pasada, su meta es "hacer del cambio pol¨ªtico en este pa¨ªs una realidad irrevocable", dijo el d¨ªa de su despedida. "S¨®lo el futuro dir¨¢ si se dan o no nuevos ciclos gubernamentales o pol¨ªticos en mi vida". Evidentemente, no le disgustar¨ªa ser presidente de M¨¦xico.
Fijaci¨®n con EE UU
Los adversarios de Jorge Casta?eda lo tienen por un ambicioso y soberbio eg¨®latra, que dej¨® el Gobierno porque no le dieron la cartera de Educaci¨®n, y cuya fijaci¨®n con Estados Unidos releg¨® casi al olvido las relaciones con Europa y Am¨¦rica Latina.
Al poco de asumir el cargo, su posici¨®n respecto a los miembros de ETA residentes en M¨¦xico disgust¨® a Madrid. La pol¨ªtica de expulsiones, de polic¨ªa a polic¨ªa, ejecutada en el segundo tramo del Gobierno de Ernesto Zedillo (1994-2000), ser¨ªa sustituida por el apego a la ley, seg¨²n comunic¨® al entonces ministro de Interior, Jaime Mayor Oreja, durante un visita de ¨¦ste a M¨¦xico. El Tratado de Extradici¨®n, de acuerdo con la observaci¨®n de su funcionamiento, es poroso y el fallo definitivo puede llevar a?os.
El presidente, Vicente Fox, sigui¨® aplicando la pol¨ªtica de deportaciones y el malestar con su canciller no pas¨® a mayores. Una persona que estuvo en el equipo de Casta?eda admite que "¨¦l prefer¨ªa pasar por todos los procedimiento del Tratado, e incluso de la aplicaci¨®n de la Ley Migratoria (que se aplica en las entregas por la v¨ªa r¨¢pida), pero hacerlo completamente legal, aunque a veces fuera un poco m¨¢s lento".
El objetivo era, a?ade esa fuente, "evitar en lo posible lo que aqu¨ª se llam¨® los cajuelazos" (la cajuela, es el maletero del coche)". M¨¦xico entreg¨® a Espa?a 20 etarras con Zedillo, uno despu¨¦s de un proceso de extradici¨®n, y cuatro, los solicitados, con Fox. "Casta?eda siempre fue muy firme y firm¨® lo que hubo que firmar", subraya. "No se trataba, de ninguna manera, de permitir cualquier presencia aqu¨ª que se pudiera evitar, pero s¨ª hacerlo con el mayor respeto posible por los derechos humanos".
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