Intimidad
La Consejer¨ªa de Salud de la Junta de Andaluc¨ªa ha abierto un expediente informativo al t¨¦cnico especialista en rayos del Centro de Salud de Vejer de la Frontera (C¨¢diz) por arrojar a un contenedor de papel 235 solicitudes de radiograf¨ªas que conten¨ªan datos personales y m¨¦dicos de los pacientes que acud¨ªan a ese consultorio. La noticia me resulta familiar. Hace poco menos de un a?o sucedi¨® lo mismo en el centro de salud Los Boliches de Fuengirola y hace unas semanas en Madrid, en el Hospital Puerta de Hierro, donde se encontraron 1.500 expedientes en un contenedor cercano.
Naturalmente, me preocupa que mis datos personales circulen libremente por ah¨ª; pero me voy resignando. Mi intimidad ya ha sido la pobre bastante violada, y lo sigue siendo, para que yo ahora me rasgue las vestiduras porque un radi¨®logo de Vejer haya sido un poco chapucero. Para empezar, Hacienda, que somos todos, lo sabe todo sobre m¨ª. Luego est¨¢ el banco, que actualiza diariamente la informaci¨®n sobre el estado de ¨¢nimo de sus clientes, generalmente relacionado con el de sus cuentas corrientes. Por mi parte, estoy seguro de haber autorizado por omisi¨®n la venta de mis datos a empresas de todo tipo; si no, no se explica la publicidad personalizada que recibo, esas ofertas de productos que coinciden con mis gustos y circunstancias familiares. Y por si fuera poco, todos los d¨ªas revelo -y no s¨¦ a qui¨¦n- los secretos m¨¢s profundos de mi alma, una Visa-Mastercard convencional con un l¨ªmite de cr¨¦dito bastante humillante, por cierto. El supermercado donde hago la compra conserva en sus ordenadores centrales mi nombre y apellidos y las cosas que me gusta comer cada semana. Y no entro en la cantidad de informaci¨®n que chorrea de mi ordenador mientras navego por Internet; pincho inocentemente en este icono o en aquel otro, y ese clic del rat¨®n es una peque?a compuerta por donde dejo escapar miles de bits sobre mis preferencias e intereses. Adem¨¢s, en mi lugar de trabajo han colocado c¨¢maras que filman mis movimientos y compa?¨ªas. Y no quiero pensar que el CSID siga teniendo la mala costumbre de barrer el espacio radioel¨¦ctrico grabando conversaciones telef¨®nicas como se hac¨ªa en tiempos de Perote, aunque sospecho que nuestros correos electr¨®nicos son sistem¨¢ticamente interceptados por alguno de los servicios de inteligencia que velan por nuestra seguridad. As¨ª que no pienso ensa?arme con el radi¨®logo de Vejer. Se le va a caer el pelo, s¨ª, pero su delito y el de quienes tiraron en Madrid y en Fuengirola aquellos informes a la basura no va m¨¢s all¨¢ de haber sido un poco chapuceros. Su intenci¨®n no fue husmear vidas ajenas, publicar la intimidad de los pacientes o hacer negocio con esa informaci¨®n. Todo lo contrario: intentaban hacerla desaparecer, pero no lo consiguieron.
Quienes han denunciado esta incompetencia han cumplido con su obligaci¨®n, eso est¨¢ fuera de toda duda. Pero ante la frecuencia con que se descubren expedientes m¨¦dicos en el interior de contenedores me pregunto si se viola la misma intimidad abriendo el buz¨®n del vecino que mirando dentro de su basura.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.