?Es que no aprenden!
Decenas de jubilados hacen horas de cola en la estaci¨®n de Proven?a para obtener un pase para el transporte p¨²blico
Cada d¨ªa, la oficina de atenci¨®n al cliente que tiene Ferrocarrils de la Generalitat en la estaci¨®n de Proven?a se llena a rebosar. Son jubilados que acuden para obtener un pase que les da derecho a circular libremente por la red o pagando la mitad, en funci¨®n del importe de la pensi¨®n. La oficinilla, que tambi¨¦n cumple funciones de "objetos perdidos", no para. Pero no da abasto. M¨¢s jubilados atienden, m¨¢s buscan lograr el documento. Tienen que esperar horas, pero no les importa. A la compa?¨ªa, tampoco. Ni se le ha ocurrido poner m¨¢s personal.
"El 97", grita una de las funcionarias, que no comprende por qu¨¦ tiene que cantar el n¨²mero de la tanda cuando hay un luminoso que lo indica. Y es que el asunto funciona as¨ª: una maquinita da n¨²meros, como en las tiendas modernas y a esperar. A media ma?ana, la distancia entre el que era atendido y el que llegaba era de 67. En una hora eran atendidas unas 50 personas, de modo que la cola en lugar de decrecer, aumenta. Hasta que los jubilados se cansan y se van, eso s¨ª, pasando solidariamente su numerito a otra persona para que no tenga que prolongar la espera hasta la hora de merendar.
La empresa argumenta que el comportamiento de los jubilados es muy poco l¨®gico. Hay otras dos oficinas donde pueden tramitar el pase. Pueden recurrir a Internet. Incluso, hacerlo por tel¨¦fono. En este caso, se les indica los documentos que deben remitir y se les env¨ªa el impreso de la solicitud por correo. Una vez rellenado, pueden entregarlo todo en cualquier estaci¨®n donde haya un empleado de la compa?¨ªa. Pues nada. Ellos, erre que erre, se empe?an en ir a Proven?a.
En la estaci¨®n de Catalunya hab¨ªa dos personas poco antes del mediod¨ªa. A esa misma hora, en Proven?a esperaban hasta 67, no todos ellos sentados porque el espacio no da para tanta silla. S¨®lo un matrimonio, de Terrassa, conoce la oficina de la plaza de Catalunya, pero fueron una vez y no van a volver porque no les hicieron caso, afirman. Prefieren la cola.
Y es que los jubilados no aprenden, pero aprender¨¢n, porque la empresa entiende que con las facilidades que da, no hay motivo alguno para cambiar. ?Que cambien ellos! O que esperen. Est¨¢n all¨ª y ni se les ocurre preguntar si podr¨ªan acudir a otro sitio. Quiz¨¢ porque para llegar al mostrador tienen que aguardar tanto que s¨®lo les quedan fuerzas para entregar los papeles y preguntar por la fecha en que estar¨¢ listo el ansiado pase. Eso si los documentos que llevan son correctos, que no siempre lo son.
Ah¨ª, est¨¢, por ejemplo, una mujer que presenta un papel de una caja de ahorros en el que pone lo que cobra. No sirve. Tiene que ser de la Seguridad Social. Ya lo pone en las instrucciones. Al lado del panel que rese?a los documentos cabr¨ªa una nota en la que se se?alasen las otras formas y lugares para realizar el tr¨¢mite. A nadie se le ha ocurrido. ?Para qu¨¦? La empresa es p¨²blica y llega igual a final de mes.
Mientras, los jubilados (que conocen la oficina y el servicio por el boca a boca), se sientan, pegan la hebra, comentan achaques y alegr¨ªas. Matan la espera hablando: si cobran menos del salario m¨ªnimo interprofesional, tienen derecho a pase gratuito; de lo contrario, s¨®lo a una rebaja del 50%. Necesitan, adem¨¢s, una fotocopia del documento de identidad, una fotograf¨ªa reciente de color y tres euros. Y paciencia, mucha paciencia.
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