La muerte del profesor Franz reaviva el recuerdo del inventor de la tecnolog¨ªa m¨¢s divertida
Ram¨®n Sabat¨¦s, el creador de 'Los inventos del TBO', vio que algunas de sus disparatadas ideas se hac¨ªan realidad
Instrumentos para dar la vuelta a las tortillas o cortar un mel¨®n en partes iguales; un aparato para recoger la ropa del suelo sin agacharse; un t¨²nel de lavado... para ni?os. Ideados para hacernos la vida m¨¢s f¨¢cil, estos artilugios son obra del profesor Franz de Copenhague (claro, un sabio inventor, en la Espa?a de la ¨¦poca, poco dada a veleidades tecnocient¨ªficas, no pod¨ªa ser nunca de aqu¨ª).
Aspecto cadav¨¦rico, cabez¨®n, mirada severa y atuendo de inventor -gafas redondas y bata blanca- son sus credenciales. Versi¨®n moderna del genial Leonardo, este personaje fue desarrollado por el dibujante catal¨¢n Ram¨®n Sabat¨¦s (1915-2003), fallecido recientemente.
Su primera aparici¨®n data de 1936, en las p¨¢ginas de la entra?able publicaci¨®n infantil TBO. La secci¨®n El profesor Franz de Copenhague tendr¨ªa continuaci¨®n a partir de 1942, con Los grandes inventos de TBO. Llegar¨ªa a hacerse tan famosa, que la frase "Esto parece un invento del tebeo" se usa coloquialmente como sin¨®nimo de disparatado o inveros¨ªmil.
Artefactos delirantes
Durante cuatro d¨¦cadas este prol¨ªfico inventor se las ingeni¨® para mostrar artefactos delirantes, a menudo desmesurados, para deleite y regocijo de generaciones de lectores. Sabat¨¦s, perito mec¨¢nico de formaci¨®n, por boca (y manos) del profesor Franz, cre¨® m¨¢s de un millar de inventos empleando elementos mec¨¢nicos: poleas, cuerdas, cadenas, pedales, ¨¦mbolos, engranajes, muelles, alguna pila y algo de vapor de agua (nada de electr¨®nica, a¨²n por inventarse).
Cicl¨®peas dispensadoras autom¨¢ticas de caf¨¦ o postales; llamativas m¨¢quinas accionadas por la brisa marina para extender la crema solar por la espalda; porrones de vino que permiten beber sin dejar de trabajar (en tiempos en que el alcoholismo no estaba mal visto); artilugios caseros para pelar patatas o realizar labores dom¨¦sticas a la par que efect¨²an la limpieza del hogar o mantienen la l¨ªnea del usuario; monedas cuadradas para evitar la siempre enojosa rotaci¨®n por el suelo y su inevitable p¨¦rdida; sistemas para reducir dr¨¢sticamente los problemas de aparcamiento, colocando los veh¨ªculos en vertical, encaram¨¢ndolos a las farolas, etc.
La fuerza c¨®mica de estas invenciones radica en alejar la causa del efecto poniendo, entre medio, divertidos e ingenuos mecanismos. Plenamente vigentes, por otro lado, para resolver esas peque?as batallas cotidianas que la tecnolog¨ªa moderna apenas se plantea. Como apunta Ignacio Armada: "Los grandes inventos... era una fiesta de la fantas¨ªa, una reivindicaci¨®n del maquinismo m¨¢s lib¨¦rrimamente imaginativo, a trav¨¦s del cual, hoy, podemos captar las zozobras e inquietudes de la sociedad de entonces respecto a los avances tecnol¨®gicos y el desarrollo de la comodidad".
Un ejemplo: "A fin de solucionar tan engorroso problema , el profesor Franz ha ideado un sistema del que forman parte principal unas gafas antivaho que se adaptan al casco, con lo que los conductores de moto podr¨¢n viajar sin necesidad de detenerse cada pocos kil¨®metros. Este sistema consta, adem¨¢s, de un remolque de altura adecuada, sobre cuya plataforma se sit¨²a un elefantito amaestrado..." S¨®lo una mente privilegiada, no constre?ida por las imposiciones del beneficio econ¨®mico y sujeta ¨²nicamente a los dict¨¢menes de la imaginaci¨®n pod¨ªa haber ideado semejante artilugio.
Problemillas triviales
S¨ª, claro, criticar¨¢n los m¨¢s reticentes, pero ?de d¨®nde sacamos los elefantes (uno por moto)? ?Y qu¨¦ hay del peso extra que mover? Agudas cuestiones que al inventor le traen sin cuidado. ?l ha cumplido al dar con una soluci¨®n, desde el punto de vista f¨ªsico impecable, al problema planteado: cuando el conductor necesita limpiar sus gafas hace sonar la campanilla estirando la cuerda (B). Disciplinadamente, el elefante arrojar¨¢ un chorrito de agua clara, previamente extra¨ªda del recipiente (D). En el mismo instante, se acciona la palanca (E) situada encima del casco y entran en funcionamiento las pilas del interior del mismo que accionan los cepillos limpiacristales.
"De esta forma el ocupante de la moto no tendr¨¢ que detenerse y disfrutar¨¢, adem¨¢s, de una visi¨®n t¨¦cnicamente perfecta durante todo el recorrido". ?Invento absurdo? Se comercializan, sin elefante, unas gafas con limpiacristales y cascos antivaho. ?Ante todo la comodidad! es la divisa, como se?ala A. Isarch, de estas creaciones dise?adas para funcionar. Algunas se han llegado a fabricar realmente y pueden admirarse en el Museo del Juguete de Figueres, como la m¨¢quina cortadora de puros.
El inventor que nunca imagin¨® una m¨¢quina contra la pobreza
El ingenioso Ram¨®n Sabat¨¦s no supo imaginar alg¨²n m¨¦todo para tener la propiedad de los miles de dibujos creados durante m¨¢s de 40 a?os; tampoco cre¨® ninguna m¨¢quina para salir de la indigencia. Sabat¨¦s vivi¨® los ¨²ltimos a?os de su vida, junto a su mujer Enriqueta, en el asilo de las Hermanitas de los Ancianos desamparados de Sant Just Desvern (Barcelona), despu¨¦s de que les fuera embargado el piso en el que viv¨ªan, as¨ª como todas sus pertenencias.
Con la pensi¨®n que le quedaba sufragaba los gastos de la residencia, pero no le llegaba para ning¨²n extra, como los cuidados m¨¦dicos que necesitaba. Hace dos a?os se organiz¨® una exposici¨®n con los ¨²nicos 54 originales que al autor le hab¨ªan quedado en su poder, entre ellos dibujos de inventos como el t¨²nel del lavado de ni?os, un artilugio para dar la vuelta a una tortilla o un artefacto para que los obesos consigan ver su peso en la balanza. Un d¨ªa antes de la exposici¨®n, el Colegio de Ingenieros T¨¦cnicos Industriales de Barcelona adquiri¨® todos los dibujos, al precio que les dijo Sabat¨¦s, que por entonces ten¨ªa 85 a?os: unos dos millones de pesetas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.