Paseo por Leiden al ritmo de un poema

A qui¨¦n se le ocurre aparcar una bicicleta en el interior de una iglesia medieval? A juzgar por un cartel a la entrada de la Hooglandse Kerk de Leiden que proh¨ªbe expresamente semejante extravagancia, a m¨¢s de un habitante de esta ciudad holandesa. No es que sean b¨¢rbaros los descendientes de aquellos insurgentes que en 1574, mediante la rotura de los diques, pusieron fin al sitio de su ciudad por los Tercios de Flandes. Lo que pasa es que hoy d¨ªa, ante las malas audiencias de los sermones en los templos, los holandeses, siempre pr¨¢cticos, han optado por dar a esos espacios de Dios un uso m¨¢s secular. Ahora son lugares para exposiciones, conciertos o ex¨¢menes, y de ah¨ª el probable despiste de m¨¢s de un ciclista.

Prueba de ese af¨¢n por darle un giro a las cosas son tambi¨¦n las paredes y fachadas selectas de Leiden que han sido convertidas en poemas. Pintados a mano, en letras visibles a decenas de metros de distancia, los textos en holand¨¦s, ruso, ¨¢rabe, hebreo, chino, castellano o catal¨¢n van acompa?ados de discretos cartelitos al pie del mural con la traducci¨®n en holand¨¦s e ingl¨¦s. Los visitantes extranjeros de la ciudad no dejan de emocionarse al ver esos poemas en su propio idioma. Poemas de Octavio Paz, Borges y Neruda nos miran desde los rincones m¨¢s insospechados y esperan a que detengamos el paso un momento para contemplar la imagen del poema pintado.

La ciudad, como libro abierto a todos. Los poemas no est¨¢n all¨ª para conmemorar ning¨²n acontecimiento hist¨®rico. Son los protagonistas, el arte por el arte. Este proyecto de unos amantes de la poes¨ªa y el dise?o arranc¨® con un texto de la poetisa rusa Marina Tsvetajeva, pero ha ido incorporando, a lo largo de la ¨²ltima d¨¦cada, desde Shakespeare, hasta Kavafis, pasando por Espriu, Pessoa, Rilke o Verlaine, por s¨®lo nombrar a algunos. En octubre de este a?o se complet¨® el poema n¨²mero 85.

Mar del Norte

Excelente base de operaciones cercana a Amsterdam y La Haya, y junto al mar del Norte, Leiden es un lugar id¨®neo para una escapada. Si hace fr¨ªo y se hielan los canales que serpentean entre las hileras de edificios de hace tres siglos del Rapenburg -el canal central-, el espect¨¢culo nos transporta a la pintura holandesa de la ¨¦poca de Rembrandt, que por cierto naci¨® en esta ciudad.

La tranquilidad de Leiden se compensa con la vitalidad de los miles de estudiantes que pueblan sus calles desde 1575, cuando Guillermo el Taciturno concedi¨® a los habitantes de la ciudad el privilegio -como premio por su resistencia a las fuerzas del duque de Alba- de fundar la primera universidad de la actual Holanda.

Llena de rincones, patios y puentes antiguos, Leiden tambi¨¦n rebosa restaurantes y bares. Se puede comer entre grabados en el gabinete donde la universidad albergaba su propia colecci¨®n, o con vistas a los canales donde los martes y s¨¢bados hay un mercado al aire libre, o al pie del fuerte donde hace cinco siglos los leidenses se refugiaron ante aquella primera visita de los espa?oles. Lugares con solera, donde los ¨²nicos turistas son estudiantes y profesores de medio mundo que han seguido los pasos de Ortega o Einstein, que dieron clases aqu¨ª. Un eco de la presencia de aquellas figuras parece llegarnos de algunas paredes de la ciudad cuando en ellas leemos frases como: "Mis pasos en esta calle resuenan en otra calle" o "Tu materia es el tiempo, el incesante tiempo".