Ritmos como navajas
Es ¨¦sta una pel¨ªcula hecha escrupulosamente a la medida del cantante -o como haya que llamar a este popular virtuoso del rap, agitador blanco en aceras de malas calles de barriada negra en la selva urbana de Detroit- Eminem, al que el solvente guionista Scott Silver y el ambicioso y h¨¢bil director Curtis Hanson, ambos en funciones de sastres de lujo, ponen en bandeja una vistosa serie de carambolas hechas y de las r¨¦plicas que necesita para soltar, sin dejar ver demasiado artificio, sus andanadas let¨¢nicas y sus ritmos fr¨ªos, agresivos, col¨¦ricos y afilados como navajas.
La pel¨ªcula discurre formalmente sobre una bien urdida sucesi¨®n de f¨®rmulas y tonalidades arrancadas de variantes del cine negro cl¨¢sico, lo que, gracias a la ma?a que Hanson tiene con los juegos de espejos, crea la apariencia de que 8 millas mueve un discurso recio y sobrio de cine moderno sin moderneces, cuando lo cierto es que, bajo este barniz de sobriedad, asoman indicios de hueca ret¨®rica filtrada en el entrelineado de las im¨¢genes.
8 MILLAS
Director: Curtis Hanson. Int¨¦rpretes: Eminem, Kim Basinger, Mekhi Phifer, Brittany Murphy, Evam Jones, Omar Benson Miller y De' Angelo Wilson. G¨¦nero: drama / musical. EE UU, 2002. Duraci¨®n: 110 minutos.
El filme est¨¢ urdido alrededor de la paradoja que hay en la adopci¨®n por Eminem -que es un actor-m¨¢scara, que golpea a la c¨¢mara con la inquietante fijeza de su mirada, mitad de culebra y mitad de ni?o perplejo- de su personaje, que por lo visto se acerca bastante al que ¨¦l ejerce en persona en la m¨²sica de su pa¨ªs, un muchacho blanco metido a campe¨®n de una forma de respuesta negra a las agresiones de la sociedad -generadora de pobreza y, por consiguiente, de violencia- en que vive.
Vertebran 8 millas los vaivenes de una escalada emocional que busca y rebusca el (demasiado previsible) estallido final de una larga pelea entre dos campeones de la escenificaci¨®n de ritmos, letan¨ªas y versos rap. Aunque un cotejo orientativo de esta escalada con el prodigio de El buscavidas -entre otros filmes gen¨¦ricos vertebrados sobre tensiones de peleas de p¨®quer, o de boxeo, o de esgrima- suene a blasfemo, nos sirve para entender sobre qu¨¦ carencias se sostiene este castillo de naipes, porque en una lectura sesgada de 8 millas el espejo de aquella pel¨ªcula se hace evidente y desvela con su fortaleza la endeblez que hay bajo la brillantina del cine cosm¨¦tico de Hanson y Silver. Y se oyen en el rev¨¦s de 8 millas ecos de la formidable pelea de billar golfo que es aquella genial obra de Paul Newman y Robert Rossen.
Incrustados en el fondo, ama?ados con vistosas pirotecnias de viejo cine negro, en 8 millas hay momentos intensos y convincentes, sobre todo aquellos que interpreta, con arrolladora y generosa sencillez, la inmensa Kim Basinger, que vuelve a elevarnos a las alturas de la maravillosa maduraci¨®n de su talento que vive en estos a?os de despojamiento de su lastre de estrella. Todas sus escenas -y sobre todas la de la terrible paliza de su chulo, que es un peque?o gran filme admirablemente estructurado y filmado- son magn¨ªficas, y a su sombra crecen los buenos momentos de unas 8 millas que se recorren bien, pero que prometen m¨¢s de lo que dan y dejan en los ojos un velo de decepci¨®n que s¨®lo se desvanece a r¨¢fagas, como la secuencia de sexo entre las m¨¢quinas de la f¨¢brica, la quema de la casa y la desoladora imagen de la resaca de Basinger. Son respiros dentro del abrupto recorrido de 8 millas que son un canto muerto y lleno de arritmias a un ritmo vivo.
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