Hacerse el loco
Al contrario que el resto de las dolencias mentales, la literatura s¨ª es una enfermedad contagiosa. De no ser as¨ª, este nuevo libro de B¨¢rbara Jacobs (M¨¦xico DF, 1947) no pasar¨ªa de ser una recopilaci¨®n de los art¨ªculos publicados por la autora de Las hojas muertas en el diario mexicano La Jornada entre 1993 y 2001. Es algo m¨¢s. Es un volumen de la familia de otros de la escritora como Escrito en el tiempo, Juego limpio o Vida con mi amigo, que participan del g¨¦nero epistolar, el ensayo y el di¨¢logo sin ser del todo nada de eso. Cabr¨ªa decir, as¨ª, que este Atormentados es una particular nave de los locos tripulada por pintores (Gauguin, C¨¦zanne, Van Velde), m¨²sicos (Kreutzer, Erik Satie, Arrigo Boito) y, sobre todo, escritores (de S¨®focles a Monterroso pasando por Rulfo o Cesare Pavese).
ATORMENTADOS
B¨¢rbara Jacobs Alfaguara. Madrid, 2002 144 p¨¢ginas. 10,75 euros
"Atormentado", aclara Jacobs, "es aquel que se ahoga en un vaso de agua. Se apura o tiene grandes dificultades por poca cosa. S¨®lo que para el atormentado la poca cosa es todo". Aunque la incomprensi¨®n y la amargura son el hilo conductor de estos textos, tanto o m¨¢s que de atormentados, este libro habla de tormentos, porque, m¨¢s que sobre qui¨¦n escribe B¨¢rbara Jacobs importa sobre qu¨¦ lo hace: la intimidad de los diarios y las cartas, la utilidad de la literatura, la oralidad, la invisibilidad, la dignidad y, por supuesto, la locura. La locura de los locos y la de los que se lo hacen: Nijinski, Van Gogh, Nietzsche o H?lderlin, que seg¨²n Robert Walser, otro cofrade, "pens¨® que era oportuno, es decir, prudente, renunciar a su sano juicio a los cuarenta a?os".
Este recuento en el que los odiados alternan con los odiadores es, sobre todo, un ejercicio de lectura y admiraci¨®n que desborda el l¨ªmite de sus p¨¢ginas. Cada art¨ªculo nos lleva, como m¨ªnimo, a un libro, esto es, hacia una nueva insatisfacci¨®n. Sin fin. "?Te dicen que soy feliz? -preguntaba Flaubert en una carta a su madre que termina convirti¨¦ndose, cien a?os m¨¢s tarde, en uno de los mejores poemas de Raymond Carver- ?Nunca! ?Que estoy bien vestido? Hace una semana me deshice de mis harapos. ?Que estoy sano? Ni una sola de mis enfermedades o mis males me ha abandonado, ni el reumatismo, ni las pesadillas, ni las crisis de angustia, ni, mucho menos, mi miedo, el miedo de morir de repente, el miedo de vivir demasiado, el miedo de verte morir a ti, el miedo de dormir, el horror de despertar: y ese letargo prolongado que me orilla a posponer los asuntos m¨¢s urgentes durante meses. Enfermedades, ¨¦stas, que de alg¨²n modo intensifican mi odio hacia todo el mundo". ?Flaubert lector de Carver? Nada se dice en este libro, pero ya apunt¨® Borges, c¨®mo no, que cada autor crea tanto a sus sucesores como a sus predecesores. Tambi¨¦n cada lector crea a sus escritores como toda desolaci¨®n encierra su consuelo. B¨¢rbara Jacobs recuerda las palabras en las que Robert Walser sosten¨ªa que empez¨® a escribir poemas porque "era pobre y necesitaba una ocupaci¨®n hermosa para sentirme rico". Y donde dice escribir poemas, vale decir, leerlos.
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