Los intelectuales y la guerra
Eso que llamamos un intelectual es un profesional del mundo de la cultura cuya opini¨®n, por resultar relevante ante la opini¨®n p¨²blica, trata de influir sobre ella. Durante mucho tiempo se ha considerado que en Espa?a ese mundo se hab¨ªa alejado de las pol¨¦micas tumultuosas de anta?o. Por fortuna ya no hay OTAN en la que entrar ni tampoco GAL que denunciar. Claro est¨¢ que la sensaci¨®n es enga?osa, porque el debate acerca de la pluralidad espa?ola es en gran medida un debate intelectual. Respecto de ¨¦l, la diferencia de posiciones leg¨ªtimas existe y resulta, todav¨ªa, abrumadora; otra cosa es que la unanimidad ante el terrorismo se movilice raramente con divisa com¨²n como, por desgracia, a veces ser¨ªa exigible.
El caso es que en ¨¦sas est¨¢bamos cuando la creciente p¨¦sima gesti¨®n de las crisis ha proporcionado al actual Gobierno una erupci¨®n de protestas en el mundo de la cultura que est¨¢ consiguiendo en ella la unanimidad en contra, pues resulta demasiado extravagante estar a su favor. No hay m¨¢s excitante que una causa lejana que permita conclusiones r¨¢pidas y taxativas; si se le a?ade una buena dosis de hartazgo por la mezcla entre la sequ¨ªa explicativa y la prepotencia cotidiana, el resultado puede ser explosivo. Contemplando el espect¨¢culo, es f¨¢cil rememorar con nostalgia a Paco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez, cuyos ejercicios suasorios tanto ayudaron en 1991, una ocasi¨®n distinta pero no distante de la que hoy vivimos. Pero ya que, ni en el contenido ni en la forma nuestro Ejecutivo ha sido capaz de seguir su ejemplo, no debiera haberse enfadado sino que tendr¨ªa que recordar que la belleza y la fragilidad del liberalismo es que no ahoga las voces, ni siquiera las supuestamente peligrosas.
Como habr¨¢ adivinado el lector, esta ¨²ltima frase es demasiado buena como para proceder del autor de este art¨ªculo. La escribi¨® Raymond Aron que, muerto a comienzos de los 80, fue uno de los grandes intelectuales del siglo. Se autodefini¨® como un "espectador comprometido" y la s¨ªntesis de esos dos t¨¦rminos es la mejor receta para una situaci¨®n como la presente. Supone, en primer lugar, establecer la distancia con respecto al acontecimiento, tratar de comprenderlo en su complejidad y hacer el ejercicio de buscar la verdad, no siempre evidente. Nadie como Aron denunci¨® el peligro que para los intelectuales era guiarse de las modas ideol¨®gicas -ese marxismo-leninismo al que describi¨® como "opio de los intelectuales"- o pedir cosas imposibles, como "c¨ªrculos cuadrados" o revoluciones inencontrables. S¨®lo tras haber sido espectador es posible dar un segundo paso al compromiso y queda, en fin, la entereza moral de, en ¨¦l, estar contra corriente, si es preciso, pero tambi¨¦n la de coincidir con la mayor¨ªa, si a esta conclusi¨®n se llega. Aron lo hac¨ªa con frialdad, pero con una pluma punzante como un estilete.
Es imposible saber lo que hubiera pensado en Espa?a y en un caso como el presente, pero se puede intentar aplicar su receta porque dilemas semejantes a ¨¦l tambi¨¦n se le plantearon. Cuando se produjo la descolonizaci¨®n de Argelia, donde habitaban tantos franceses, evit¨®, como Sartre, predicar la deserci¨®n a los soldados pero ense?¨® a su pa¨ªs que pod¨ªa haber un "hero¨ªsmo en el abandono". Hoy la condici¨®n de espectador obliga a no ignorar que el r¨¦gimen de Irak es de lo m¨¢s detestable que pueda imaginarse, que la pura invocaci¨®n de la paz no soluciona nada, que el pasado prueba la sobrada capacidad de Sadam para proporcionar conflictos graves y que el futuro est¨¢ amenazado de persistir con sus medios y su actitud. Pero el an¨¢lisis obliga tambi¨¦n a medir la terrible mortandad que amenaza a poblaci¨®n inocente, el peligro de una reacci¨®n colectiva del mundo ¨¢rabe o el p¨¦simo ejemplo que para una organizaci¨®n del mundo en paz podr¨ªa ser la multiplicaci¨®n de casos parecidos. La balanza, pues, est¨¢ dram¨¢ticamente equilibrada y nadie podr¨¢ decir que la informaci¨®n actual es lo bastante clara y taxativa: no la tienen ni los ciudadanos ni tampoco los gobiernos. De cara al compromiso, ?no ser¨ªa lo mejor una actitud basada en el "hero¨ªsmo de la espera"? ?No se podr¨ªa dar una ¨²ltima oportunidad a la paz?
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