En¨¦simo quiero y no puedo
Se est¨¢ convirtiendo -sobre todo en el cine europeo, donde el mito del director-autor est¨¢ sobrealimentado, y sigue engordando y causando estragos- en una de las causas habituales del no funcionamiento, o mal funcionamiento, de una pel¨ªcula el frecuente desajuste que se produce en ella entre lo que el director quiere poner en la pantalla y lo que las limitaciones de su ingenio le permiten poner en ella. No es autor quien quiere, sino quien puede, y quienes pueden son pocos. Por contra, abundan los que no se conforman con ejercer su buen oficio y se sienten creadores de un mundo sin serlo y autores de un estilo del que carecen.
En El adversario, la poco consistente y mal fundada ambici¨®n de la directora francesa Nicole Garc¨ªa est¨¢ tan por encima de sus posibilidades que oscurece las claves y rampas de bajada al fondo de ese personaje ver¨ªdico que es Jean Claude Armand, al que Daniel Auteil da una intensidad que se pierde en la estrechez de la imagen y en la cortedad de la secuencia. El asunto de fondo es grave, aterrador, y aunque la directora se vac¨ªa en su intento de tocar ese fondo, no lo logra. Se queda lejos de conseguir lo que nos propone, mirando perpleja las negras aguas de este pozo humano, sin saber c¨®mo sumergirnos en ellas..
EL ADVERSARIO
Direcci¨®n: Nicole Garc¨ªa. Gui¨®n: Fieschi, Belier y Garc¨ªa. Int¨¦rpretes: Daniel Auteil, G¨¦raldine Pailhas, Fran?ois Cluzet, Emmanuelle Devos, Bernard Fresson, Fran?ois Berl¨¦and. G¨¦nero: drama. Francia, 2002. Duraci¨®n: 129 minutos.
Turbador enigma
El 9 de enero de 1993, Jean Claude Romand asesin¨® a sus hijos, su mujer y sus padres. La instrucci¨®n de su caso desvel¨® que no era el m¨¦dico que dec¨ªa ser, ni ten¨ªa ocupaci¨®n alguna, pues viv¨ªa desde 20 a?os atr¨¢s errante, deambulando sin destino durante todo el d¨ªa de un lugar a otro, a costa de la fortuna familiar y de sablazos a amigos. Al ser descubierta su descabellada impostura, un mecanismo de fr¨ªa demencia mort¨ªfera salt¨® de su hasta entonces apacible car¨¢cter y barri¨® con fr¨ªa furia de la vida a toda su familia, para no tener que darles explicaci¨®n de su inexplicable muerte en vida. Algo escond¨ªa en las oquedades de su cerebro este buen ciudadano, para que al desenmascararlo despertara de pronto la bestia que dorm¨ªa dentro de su apacible vida burguesa.
Ese algo es la pregunta, y el enigma, que flotan a la deriva, sin respuesta alguna, en la reconstrucci¨®n de este inaudito episodio de la cr¨®nica negra francesa por la c¨¢mara de Nicole Garc¨ªa. Las im¨¢genes -aseadas, bien compuestas pero pobres y arrugadas ante la tarea, superior a sus posibilidades, de llegar a las ra¨ªces de este suceso abismal- de El adversario no logran dar solidez a la negrura que quieren y no pueden representar; y se quedan en un pobre enunciado de este laber¨ªntico infierno ¨ªntimo, que acechaba detr¨¢s de la perplejidad de un hombre en perpetua huida, que hoy sobrevive en la quietud sin sustancia del manicomio donde se alarga el atolladero de su forma necia y salvaje de llevar hasta el l¨ªmite las leyes de su clase y su modo de vida.
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