La guerra y la perversi¨®n de la culpa
Estos momentos de excitaci¨®n b¨¦lica est¨¢n pidiendo a gritos un poco de reflexi¨®n. A pesar de su inmenso eco en la prensa y de la aparici¨®n de una extensa literatura sobre las nuevas guerras, sus causas y su posible justificaci¨®n, sigue ausente una verdadera capacidad para contemplar el fen¨®meno de la guerra desde una perspectiva m¨¢s extensa y profunda. Parece como si este "mundo r¨¢pido" en el que nos ha tocado vivir nos imposibilitara para detenernos a pensar hacia d¨®nde vamos con tanta irracionalidad. Los dos libros que aqu¨ª recensionamos pueden servir de contrapeso. Contribuyen a abordar los desastres y horrores de la guerra desde un enfoque que no suele ser el habitual. El primero de ellos recoge la conmovedora correspondencia entre el fil¨®sofo vien¨¦s G¨¹nther Anders y Claude Eatherly, el piloto del avi¨®n encargado de facilitar el camino al Enola Gay antes de que ¨¦ste dejara caer la primera bomba at¨®mica sobre Hiroshima. El segundo es otro de esos densos y sinuosos ensayos con los que se prodiga Peter Sloterdijk, el fil¨®sofo alem¨¢n de moda. En ¨¦l aborda la particular estrategia de devastaci¨®n introducida en el siglo XX y consistente en atacar los presupuestos vitales medioambientales del enemigo. Ambos nos ilustran sobre el mundo que hemos creado desde el momento en que comenzamos a aplicar la tecnolog¨ªa al servicio de la destrucci¨®n.
TEMBLORES DE AIRE. EN LAS FUENTES DEL TERROR
Peter Sloterdijk Traducci¨®n de Germ¨¢n Cano Pre-Textos. Valencia, 2003 142 p¨¢ginas. 12 euros
M?S ALL? DEL L?MITE DE LA CONCIENCIA
G¨¹nther Anders Traducci¨®n de Vicente G¨®mez Ib¨¢?ez Paid¨®s. Barcelona, 2003 225 p¨¢ginas. 14 euros
G¨¹nther Anders, disc¨ªpulo de Heidegger y casado con Hannah Arendt durante sus primeros a?os de exilio, fue uno de los grandes promotores del movimiento antinuclear de posguerra. Su compromiso se enmarc¨® en una m¨¢s amplia denuncia de nuestro creciente sometimiento a la tecnolog¨ªa. Su obsesi¨®n, manifiesta en la mayor¨ªa de sus escritos, fue la nueva incapacidad de los hombres para representar con precisi¨®n los efectos colaterales del desarrollo tecnol¨®gico y, sobre todo, la nueva situaci¨®n moral en la que nos ha situado. De ah¨ª que viera en el caso Eatherly una magn¨ªfica confirmaci¨®n de sus tesis. A pesar de seguir ¨®rdenes y de desconocer en ese momento el devastador efecto de la bomba que contribuir¨ªa a arrojar sobre Hiroshima, Eatherly nunca ces¨® de sentirse culpable. Contrariamente a los otros participantes directos en la masacre de m¨¢s de 200.000 personas, que fueron recibidos en su pa¨ªs como h¨¦roes, no pudo superar los tormentos de su conciencia. Durante a?os estuvo sometido a una crisis psicol¨®gica constante, que lo condujo a un par de intentos de suicidio, as¨ª como a cometer diversos delitos de poca monta en un desesperado intento por ser condenado, por ver reconocida su culpabilidad. El resultado fue un largo peregrinar por diversas instituciones psiqui¨¢tricas, que corri¨® parejo al fallido intento por parte de las autoridades de ocultarlo de la mirada p¨²blica. Su intercambio epistolar con G¨¹nther Anders, que abarca el periodo de 1959 a 1961 y se corresponde con el periodo de su internamiento, contribuy¨® decisivamente a que Eatherly pudiera cobrar una mayor conciencia de sus actos y le facult¨® para encontrar un nuevo sentido a su vida dentro del movimiento antinuclear y pacifista.
El resultado es un curioso y
emocionante di¨¢logo entre un fil¨®sofo ansioso por confirmar sus hip¨®tesis y un individuo l¨²cido y sufriente, que de verdugo pas¨® a convertirse en una m¨¢s de las v¨ªctimas de Hiroshima. La enfermedad mental que las autoridades atribuyeron a Eatherly -¨¦sta ser¨ªa la tesis de Anders- sirvi¨® para que el arrepentimiento y conciencia de culpa del piloto no se convirtiera en su propia condena, en la condena del sistema. El aparato exime a todos de cualquier responsabilidad, incluso a aquellos que lo sostienen y dirigen, y "lo ¨²nico que queda es la tierra carbonizada de las v¨ªctimas y la radiante buena conciencia de los necios". El drama de Eatherly, pero tambi¨¦n su grandeza, consisti¨®, precisamente, en mantener viva la conciencia, en no adormecer la culpa y, en consecuencia, en negarse a aceptar acr¨ªticamente el horror y la devastaci¨®n infringidos por el hombre. Fue "inocentemente culpable", pero su "culpa" permite desvelar la perversi¨®n moral dominante que se manifiesta en la anulaci¨®n de la responsabilidad moral por nuestros actos.
El ensayo de Sloterdijk se
complementa con el texto anterior en lo que tiene de genealog¨ªa de los avances tecnol¨®gicos en el arte de matar. Es tambi¨¦n algo m¨¢s que eso, ya que pretende presentarse como un diagn¨®stico del mundo moderno a partir de su capacidad para controlar por medio de la tecnolog¨ªa espacios que hasta entonces hab¨ªan sido mero contexto de vida, como el aire y la atm¨®sfera. Su apropiaci¨®n como objetivo de campa?as militares, que tiene su origen en la aplicaci¨®n de gas cl¨®rico por parte del ej¨¦rcito alem¨¢n en 1915, servir¨¢ para poner en marcha una nueva forma de terror. Sloterdijk lo llama "atmoterrorismo". El medio ambiente se introduce as¨ª en la confrontaci¨®n entre partes enfrentadas. Ya no se trata de apuntar al cuerpo del enemigo, como en la guerra tradicional, sino a sus condiciones vitales, a las condiciones ecol¨®gicas en las que se desenvuelve la existencia humana. El efecto de este giro es la p¨¦rdida de la idea misma del enfrentamiento a un enemigo. La conversi¨®n de la guerra en "terrorismo" la reduce a mero modus operandi: consiste en la "explicaci¨®n maximalista del otro bajo el punto de vista de su condici¨®n de exterminable". A partir de ah¨ª aparece el medio ambiente como objeto que es preciso controlar "bajo el sesgo de su vulnerabilidad".
No es preciso hacer un alto en cada uno de estos "avances" en la barbarie atmoterrorista, en la aplicaci¨®n de este air-conditioning negativo. Van desde la primera utilizaci¨®n de gases venenosos hasta los "bombardeos de alfombra", pasando por el exterminio del Holocausto, las bombas nucleares, o los nuevos planes del Pent¨¢gono sobre la "guerra en la iosfera", el control del tiempo atmosf¨¦rico con fines b¨¦licos. Sloterdijk no deja de percibir una relaci¨®n ¨ªntima entre "locura homicida y rutina", ejemplificada de modo paradigm¨¢tico en el Holocausto. Pero tambi¨¦n en los s¨®rdidos desarrollos de los distintos medios de aplicaci¨®n de la pena de muerte, que encuentra su propia versi¨®n "atmo-terrorista" con la puesta en pr¨¢ctica en 1924 de la c¨¢mara de gas de Nebrasca.
El resultado final de este estremecedor repaso por los horrores del siglo XX confluye en la idea central de c¨®mo la t¨¦cnica, destinada a emanciparnos de nuestros propios miedos, ha acabado por engendrar a su vez m¨¢s miedo o terror. Con el a?adido de que el ¨¦nfasis sobre el abstracto control t¨¦cnico y la extensi¨®n de la propia capacidad destructiva correlaciona directamente con la ausencia de responsabilidad individual por sus consecuencias.
La "p¨¦rdida de la inocencia" del aire, el uso de la atm¨®sfera en la que respiramos como "¨¢mbito de legitimaci¨®n de una locura ordenada", le sirve al autor alem¨¢n como punto de referencia para una m¨¢s amplia reflexi¨®n sobre la modernidad y algunos de los efectos derivados de la aplicaci¨®n de los avances cient¨ªfico-t¨¦cnicos. No puede decirse que sea un libro agradable de leer, pero a nadie le dejar¨¢ indiferente.
![Hiroshima, tras la explosi¨®n de la bomba at¨®mica el 6 de agosto de 1945.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/3QGHCKDWXUN3OW44SP4GSLFKGQ.jpg?auth=e5b129617a811dc3f7826c85d28d74d26f888ae00079b1ba491c17408e065bba&width=414)
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![Fernando Vallesp¨ªn](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F1548af62-c01b-47d2-91b5-3d5f144c0f5d.png?auth=cf2d3a85042a39c86987f841fc3c73255517a57b90b19f1ef649ea9e58dbdc9d&width=100&height=100&smart=true)