Una ¨®ptica radical
"El t¨¦ verde es una fuente natural de antioxidantes que neutralizan las da?inas mol¨¦culas del cuerpo humano conocidas como radicales libres". Este ataque a la radicalidad que predica la propaganda de los botes de t¨¦ verde, sirve al autor esloveno de lema para un juicio sin contemplaciones al pensamiento contempor¨¢neo tan pol¨ªticamente correcto.
El concepto de totalitarismo est¨¢ maldito desde que Hanna Arendt lo calific¨® como la categor¨ªa fundamental del siglo m¨¢s violento de la historia, el siglo veinte. Que para Zizek la arendtoman¨ªa reinante sea vista como "el signo m¨¢s claro de la derrota te¨®rica de la izquierda" se explica porque con la cr¨ªtica al totalitarismo se ha hecho sospechosa cualquier reivindicaci¨®n extrema.
?QUI?N DIJO TOTALITARISMO?
Slavoj Zizek Traducci¨®n y notas de Antonio Gimeno Cuspinera Pre-Textos. Valencia, 2002 280 p¨¢ginas. 22 euros
La ¨¦tica es, de entrada, una exigencia radical. Zizek polemiza con el Derrida de Los espectros de Marx que busca una radicalizaci¨®n del mismo subrayando la distancia entre promesa y realizaci¨®n hist¨®rica. Es la afirmaci¨®n de la ¨¦tica como el trasfondo inalcanzable del ¨¢mbito de las decisiones, que es el propiamente pol¨ªtico. Ant¨ªgona, dispuesta a hacer lo que debe, aunque eso le suponga la muerte, representar¨ªa la ¨¦tica y, se pregunta Zizek, "?no representa Ant¨ªgona el totalitarismo y Creonte (el pol¨ªtico) el pragmatismo sin prejuicios?". Al enfrentarse la hero¨ªna griega en solitario a la doxa social reinante rompe la categor¨ªa de bien y funda una nueva. Todo lo contrario de lo que ocurre hoy.
La valoraci¨®n formal de los principios no significa condescendencia con los totalitarismos pol¨ªticos. Auschwitz y Gulag son objeto de un an¨¢lisis tan l¨²cido como inusual. El proceso a Bujarin le da pie para adentrarse en la perversidad del estalinismo. Bujarin est¨¢ dispuesto a aceptar ante la opini¨®n p¨²blica los cr¨ªmenes que se le imputan a condici¨®n de que Stalin le asegure que es inocente. Lo que Bujarin no entiende es que m¨¢s peligroso que los cr¨ªmenes de los que se le acusa es ese rastro de subjetividad que le lleva a pensar que hay una zona moral independiente de lo que convenga al partido. El estalinismo fue, en un sentido, peor que el hitlerismo pues ¨¦ste reaccionaba s¨®lo ante los opositores o miembros de razas inferiores, mientras que aqu¨¦l afectaba a toda la vida y a la vida de todos. .
Auschwitz supuso una cat¨¢strofe de la que la filosof¨ªa moral no se ha repuesto pues la existencia de seres sin dignidad -como lo eran los famosos musulmanes- deja sin sentido cualquier moral que se base en la dignidad. Tampoco la est¨¦tica qued¨® libre del fuego de los hornos crematorios. Zizek defiende filmes como La vida es bella pues a veces la risa expresa lo incomprensible mejor que la pretendida "profundidad psicol¨®gica" de La lista de Schindler.
Respecto a explicaciones del
horror es Claude Lanzmann, el autor de Shoah, quien da la clave cuando dice que no hay que preguntarse por las causas del Holocausto en el sentido de que no hay causas exculpatorias, sino s¨®lo acciones libres. Mejor que de banalidad del mal habr¨ªa que hablar de mal diab¨®lico, pese a Kant, pues estamos ante un caso en el que el mal es querido por s¨ª mismo y no como una sustituci¨®n del bien. Desde el momento en que el acto moral nace de la libertad, como creaci¨®n ex nihilo, bien y mal son formalmente lo mismo, transgresores de la legalidad, sin instancia superior que les juzgue. ?sa es la tragedia de la modernidad.
Zizek se mueve como un detective buscando en el campo de la ¨¦tica, de la est¨¦tica y de la pol¨ªtica, las ra¨ªces ocultas de los males presentes. Su instrumental va desde el manejo de la filosof¨ªa hasta la literatura, la m¨²sica y el cine. Y siempre Lacan. Distingue entre totalitarismo y radicalidad, por eso acaba el libro con una llamada de atenci¨®n sobre tres formas vigentes de totalitarismo. En primer lugar, los fundamentalismos ¨¦tnico-religiosos, pensando en figuras como Slobodan Milosevic y Sadam Husein. Dice que la izquierda occidental se ha equivocado en el an¨¢lisis pues no es el nacionalismo o el racismo lo determinante sino la falta de pol¨ªtica. Los mitos raciales son el se?uelo que jalean mafias pol¨ªticas que s¨®lo buscan el dinero y el poder. El populismo de la nueva derecha es el otro peligro. Han aparecido aprovechando el abandono de la izquierda que ha proclamado la desaparici¨®n de la clase obrera. Haider y Blair se necesitan y complementan. La existencia de un Haider o un Le Pen llevan a la izquierda a concentrar su programa en el salvamento de la democracia, olvidando su vieja causa; pero aqu¨¦llos surgen porque la izquierda ha dejado de ser radical.
La tercera forma de totalitarismo puede venir de la mano del Gran Hermano, que reviste dos formas complementarias: la del Pan¨®ptico que todo lo vigila por nuestra seguridad, al precio de la renuncia a la privaticidad; y la del Gran Hermano televisivo que confunde vida real con representaci¨®n virtual, con lo que no hay manera de distinguir entre espect¨¢culo y realidad. . El hombre de izquierda que es Zizek saca aqu¨ª su genio y pide la socializaci¨®n de la red inform¨¢tica como condici¨®n de una vida democr¨¢tica.
La traducci¨®n, muy notable, es de Antonio Gimeno, quien prosigue as¨ª su obra de introductor en la lengua castellana de autores que dan que pensar, servicio nada desde?able cuando lo que se lleva es repetir lo que se sabe.
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