El tirano-f¨¦nix
A comienzos del mes de febrero de 2003, la reaparici¨®n del nombre de Stalin en los mapas de Rusia parec¨ªa inminente. La idea de devolver a Volgogrado el nombre de Stalingrado, con motivo del 50? aniversario de la batalla del mismo nombre, flotaba en el ambiente. Los veteranos de guerra y los "patriotas" esperaban este regalo por parte de Vlad¨ªmir Putin. El presidente no ten¨ªa objeciones, pero, finalmente, no hizo este gesto tan esperado. ?Qu¨¦ le detuvo? Se debi¨® a poca cosa: el temor a una reacci¨®n negativa de Occidente. Los dirigentes rusos no quer¨ªan que les colgasen la etiqueta de partidarios de Stalin. Hubiese sonado anticuado. Aunque son estalinistas en esp¨ªritu, prefieren no manifestarlo.
Hoy, las simpat¨ªas de la gente corriente hacia Stalin deber¨ªan inquietar a nuestros dirigentes
As¨ª pues, la cuesti¨®n de Stalingrado qued¨® zanjada, pero, ?ha quedado excluido el regreso de Stalin? En el 50? aniversario de la muerte del tirano, un debate p¨²blico sobre su lugar en la historia del siglo XX ser¨ªa bienvenido. Pero la Rusia actual no necesita un debate de este tipo. La conciencia de las masas vuelve a estar prisionera de la imagen m¨ªtica del "jefe severo y justo". Hoy en d¨ªa, los anaqueles de las librer¨ªas moscovitas est¨¢n llenos de libros paneg¨ªricos sobre Stalin, con t¨ªtulos que hablan por s¨ª mismos: El gran Stalin, Stalin y el despegue de nuestra juventud, etc. Una amplia corriente hist¨®rica trata de rehabilitar a Beria, Abakumov y a otros odiosos dirigentes de la polic¨ªa secreta estalinista. ?Por qu¨¦ vuelven estos monstruos de la ¨¦poca estalinista? ?Qu¨¦ piensan de Stalin el poder y la poblaci¨®n de Rusia?
Tras el tumultuoso reinado de Jruschov, con su campa?a de denuncia del culto a la personalidad de Stalin, vino la ¨¦poca de Br¨¦znev. La direcci¨®n trat¨® de relegar al olvido los cr¨ªmenes del pasado, mientras que, parad¨®jicamente, el pueblo segu¨ªa teniendo una imagen bastante positiva de Stalin. Durante esos a?os no era infrecuente ver fotograf¨ªas artesanales de Stalin pegadas en los parabrisas de los coches. La gente mostraba de este modo su descontento ante al nuevo nivel de vida lamentable en la URSS. Sin embargo, el Politbur¨® no autoriz¨® un segundo advenimiento de Stalin. Al parecer, seg¨²n algunos rumores, en 1979, en el Kremlin tuvo lugar un acalorado debate sobre su papel y se prepar¨® la decisi¨®n sobre su rehabilitaci¨®n hist¨®rica. El 21 de diciembre de 1979, el peri¨®dico mongol Unen, que sal¨ªa unas horas antes que la prensa moscovita, public¨® en portada un elogio de Stalin, acompa?ado de su retrato. Pero el Kremlin cambi¨® de parecer en el ¨²ltimo momento y Pravda sali¨® con un recordatorio de los "errores" de Stalin y de las decisiones del XX Congreso del Partido Comunista.
Sea cual sea la veracidad de esta historia, que circulaba en los grupos de intelectuales liberales, conviene precisar aqu¨ª que el primer debate en el Kremlin sobre Stalin tuvo lugar 10 a?os antes, en 1969. Siguiendo las indicaciones de Br¨¦znev, los miembros del Politbur¨® decidieron entonces suavizar los juicios severos sobre Stalin realizados por Jruschov y adoptar un tono cr¨ªtico moderado, equilibrando los aspectos "positivos" y "negativos" del periodo estalinista y subrayando los m¨¦ritos un tanto olvidados del gran jefe en la construcci¨®n del socialismo. Durante a?os, el tema de las represiones estalinistas volvi¨® a convertirse en tab¨².
Fue Gorbachov quien, en noviembre de 1987, volvi¨® a hablar de Stalin. En su c¨¦lebre discurso program¨¢tico, declar¨®: "La culpa de Stalin y de su entorno cercano ante el partido y el pueblo por las represiones masivas y la arbitrariedad que reinaba en el pa¨ªs es enorme e imperdonable". La perestroika de Gorbachov provoc¨® una nueva evaluaci¨®n, no s¨®lo del papel de Stalin, sino de toda la historia sovi¨¦tica. Tras la ca¨ªda del r¨¦gimen comunista en 1991, todo parec¨ªa claro. Los documentos de archivo hechos p¨²blicos mostraban que en el periodo estalinista, durante cerca de 30 a?os, el pa¨ªs hab¨ªa estado dirigido por un grupo de criminales, con Stalin a la cabeza. Por desgracia, las nuevas autoridades rusas no se atrevieron a organizar un juicio sobre el pasado sovi¨¦tico o a dar una verdadera definici¨®n de estos cr¨ªmenes masivos: cr¨ªmenes contra la humanidad. En cambio, la libertad, conquista innegable de los noventa, permiti¨® a los estalinistas, hasta entonces escondidos, proclamar alto y claro su admiraci¨®n por el gran jefe. El aumento de la simpat¨ªa popular hacia Stalin que se observa hoy en Rusia est¨¢ basada en una idea muy idealista que la gente se hace del orden y de la justicia que reinaban en la URSS durante la primera d¨¦cada de la posguerra. Decepcionados por las reformas econ¨®micas, descontentos con la ¨¦lite pol¨ªtica fuertemente corrompida que no se preocupa en absoluto del pueblo, la gente de a pie sue?a con una "mano dura", con un l¨ªder que pueda establecer un orden justo. En parte, esta disposici¨®n de ¨¢nimo tiene su origen en la educaci¨®n sovi¨¦tica, que inculcaba a las masas la idea de una supremac¨ªa de los sovi¨¦ticos respecto a los ciudadanos de los pa¨ªses capitalistas. Nuestro sistema es el mejor y el m¨¢s justo, indicamos el camino a toda la humanidad: ¨¦stos eran los lemas que conoc¨ªan todos los ni?os sovi¨¦ticos. ?Y hoy? Todo se ha hundido, todo est¨¢ en ruinas, se lamentan.
Los discursos del l¨ªder de los comunistas rusos, Guenadi Ziug¨¢nov, que declara que los rusos no necesitan un Estado al servicio del pueblo, sino un Estado padre y, tal vez incluso, un padre severo, reflejan claramente la psicolog¨ªa servil propia de los rusos, su monarquismo latente y su necesidad de paternalismo. Este esp¨ªritu ya era propio de una parte considerable de la poblaci¨®n bajo Br¨¦znev, pero en aquella ¨¦poca la ¨¦lite pol¨ªtica no deseaba una rehabilitaci¨®n de Stalin, forzosamente seguida de una vuelta a los m¨¦todos de gobierno estalinistas, temerosa de ser ella misma la v¨ªctima. Hoy, tenemos un modelo pol¨ªtico diferente, pero, sin embargo, las simpat¨ªas de la gente corriente hacia Stalin deber¨ªan inquietar a nuestros dirigentes como s¨ªntomas peligrosos que muestran un abismo entre el poder y el pueblo.
Comprobamos con cierta extra?eza que estas simpat¨ªas hacia Stalin tambi¨¦n son compartidas por la nueva clase de funcionarios rusos y por la ¨¦lite empresarial. Esta gente proviene en gran parte de la clase media de los apparatchiks del partido, del complejo militar-industrial y de los servicios secretos, el KGB. Capa privilegiada y mimada por el poder durante el periodo sovi¨¦tico, sienten nostalgia del pasado y lloran la desmembraci¨®n del imperio sovi¨¦tico. Ah¨ª se encuentra la fuente de su il¨®gica simpat¨ªa hacia Stalin. En la actualidad, Rusia presenta un panorama fantasmag¨®rico y absurdo: quienes veneran hoy a Stalin seguramente hubiesen sido fusilados por orden suya si estuviera todav¨ªa en vida y en el poder. Sencillamente han olvidado que, hasta el final de sus d¨ªas, fue un marxista-leninista convencido, intransigente e implacable hacia los enemigos de clase. Son los "valores liberales" los que disgustan a nuestros funcionarios, nost¨¢lgicos de un estilo de direcci¨®n autoritario.
La simpat¨ªa creciente hacia Stalin no significa que se acepte todo lo que hizo. La mayor¨ªa de la gente condena sus represiones crueles, a la vez que afirma que eran indispensables para construir un Estado fuerte. Veamos cu¨¢les son los m¨¦ritos que los adeptos de Stalin encuentran hoy en ¨¦l. El punto culminante de la apolog¨ªa del estalinismo es la "gran victoria" en la guerra contra la Alemania nazi. Seg¨²n ellos, esta victoria lo justific¨® todo: la colectivizaci¨®n (porque hubo que garantizar el control de la producci¨®n agr¨ªcola y crear reservas alimenticias), el Gulag, que permiti¨®, gracias al trabajo forzoso de millones de esclavos, la construcci¨®n de canales y carreteras y el reforzamiento de la industria militar (porque hubo que modernizar el pa¨ªs ante la amenaza de la guerra) e incluso las ejecuciones masivas de los a?os treinta (porque hubo que liquidar a todos los descontentos, la "quinta columna", para garantizar la estabilidad interior durante la guerra).
Hace mucho tiempo, Robert Conquest compar¨® con mucha pertinencia el m¨¦todo estalinista de transformaci¨®n de un pa¨ªs atrasado en un Estado industrial con el canibalismo, considerado como un m¨¦todo para garantizar una mejor alimentaci¨®n al grupo que lo practica. En la actualidad, muchos historiadores trabajan con gran seriedad en tesis sobre la importancia del Gulag en el esfuerzo de guerra sovi¨¦tico. Estamos lejos del reconocimiento de una responsabilidad igual de la URSS y de la Alemania nazi en el estallido de la II Guerra Mundial como el que se implant¨® a finales de los a?os ochenta. La guerra, con sus millones de v¨ªctimas, es considerada como un triunfo y no como una tragedia nacional. La historia de esta guerra sigue estando trufada de mitos inventados por la propaganda sovi¨¦tica y poblada de h¨¦roes ficticios que existen en la conciencia de las masas, seg¨²n la expresi¨®n de Orwell, tan "verdadera e indiscutiblemente como Carlomagno y Julio C¨¦sar".
Las autoridades rusas evitan ofrecer evaluaciones oficiales del pasado sovi¨¦tico en general y de los l¨ªderes comunistas en particular. Para ellas, ¨¦ste es un tema espinoso. Son incapaces de formular con claridad sus posiciones. Sin embargo, en su discurso de investidura de mayo de 2000, Vlad¨ªmir Putin puso de manifiesto sus orientaciones al declarar que la historia sovi¨¦tica ten¨ªa p¨¢ginas "sombr¨ªas", pero tambi¨¦n p¨¢ginas "hermosas". Hoy, esta tesis es retomada y desarrollada. Nos proponen de nuevo olvidar los cr¨ªmenes del r¨¦gimen sovi¨¦tico. Por ejemplo, nos machacan con que la historia de la URSS no puede reducirse a la historia del Gulag. En efecto, la existencia del Gulag no es el ¨²nico crimen del r¨¦gimen sovi¨¦tico. Tambi¨¦n se produjo la agresi¨®n a varios Estados vecinos y la anexi¨®n de sus territorios, seguidas de represiones severas contra los ciudadanos de estos pa¨ªses, el desencadenamiento de la II Guerra Mundial y la sovietizaci¨®n forzosa de Europa del Este a partir de 1945.
Y, sobre todo, durante toda su existencia, el r¨¦gimen sovi¨¦tico recurri¨® de forma sistem¨¢tica al trabajo forzoso, a represiones y violaciones de los derechos humanos. ?Cu¨¢les son entonces las p¨¢ginas "hermosas", seg¨²n el presidente? ?La guerra y la victoria? Por supuesto, podemos seguir aliment¨¢ndonos de mitos. Resulta mucho m¨¢s sencillo y c¨®modo. Pero esto significa que el terreno para un tercer advenimiento de Stalin ya ha quedado abonado.
Nikita Petrov es historiador y vicepresidente de la asociaci¨®n Memorial.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.