Nostalgia
Insisto, lo siento, pero insisto. Este ambiente de guerra est¨¢ produciendo una tormenta de emociones en todos nosotros que no conduce a nada bueno. El simple hecho de ver los editoriales de peri¨®dicos, a cuatro o cinco columnas, hablando de que Alemania, Francia o cualquier otro pa¨ªs est¨¢ a favor o en contra de la guerra, nos hace recordar tiempos que no hemos vivido. La generaci¨®n que ahora ocupa la mayor¨ªa de puestos de responsabilidad social, entre los cuarenta y cincuenta a?os, no experiment¨® ninguna guerra directa, s¨®lo tiene vagas resonancias de lo que contaban sus padres. Ahora se enfrenta al rechazo de la violencia que le ense?aron, junto con un calambre de historia que les hace tomar decisiones tan importantes como las de sus mayores. Fluct¨²an entre el no a la guerra y el s¨ª a la historia, una especie de nostalgia patol¨®gica de volver a controlar los destinos del mundo. No conozco nada peor que la ambivalencia de los sentimientos, algo as¨ª como me gusta pero no lo quiero, porque las consecuencias siempre se escapan a las previsiones. No faltan ejemplos.
Labordeta estuvo simp¨¢tico, con sus improperios hacia la falta de educaci¨®n de los diputados, en este caso de los populares, pero en general de toda la C¨¢mara que cada d¨ªa patalea m¨¢s y razona menos. Me queda la duda de lo que pasaba por su cabeza en esos momentos, si era un enfado por las interrupciones o era un ataque de nostalgia de un viejo defensor de la ideolog¨ªa que se encuentra obligado a discutir sobre un tren de alta velocidad. Es muy duro pasar del intento de cambiar la historia a defender las ruedas de un tren. El ambiente b¨¦lico produce a?oranzas de otros tiempos, de lo que pudo ser y no fue, y es entonces cuando los sentimientos se revuelven.
Pero tambi¨¦n es agitaci¨®n emocional que los alcaldes sean detenidos por las fuerzas de seguridad por desobediencia a la autoridad, al impedir el paso de camiones de basura, como ocurri¨® en Bu?ol hace unos d¨ªas. El diccionario de la Real Academia, que no sabe de leyes pero nos ayuda a entendernos, dice que el alcalde es el encargado de dictar bandos para el buen orden, salubridad y limpieza de la poblaci¨®n y cuidar de todo lo relativo a la polic¨ªa urbana. Tambi¨¦n a?ade que es el delegado del gobierno en el orden administrativo. De lo que se deduce que en Bu?ol un delegado del gobierno fue detenido por otro delegado del gobierno. Al menos desde la sem¨¢ntica, no hay duda de que estamos algo crispados y que deber¨ªamos calmarnos para no hacer demasiadas tonter¨ªas. Claro est¨¢ que la etimolog¨ªa nos dice que el alcalde tiene profundas ra¨ªces ¨¢rabes, puede que sea ¨¦se y no otro el detalle de nostalgia hist¨®rica por la detenci¨®n de representantes p¨²blicos.
Y muchos m¨¢s ejemplos, desgraciadamente. Pasamos del estudio de la religi¨®n a la ense?anza del hecho religioso, solo falta que pongan laboratorios experimentales para esa actividad cient¨ªfica. Sufrimos de nostalgia, pero nos olvidamos que es un sentimiento que hay que disfrutar en soledad y sin que tenga repercusiones en los dem¨¢s para que no se convierta en resentimiento. Sin embargo, la guerra convierte todas las emociones privadas en acciones p¨²blicas y la nostalgia no es una excepci¨®n. L¨¢stima que la generaci¨®n que manda quiera regresar al futuro.
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