El sirviente
La literatura y el cine han glosado extensamente la figura del sirviente que atrapa al due?o en una red de dependencias hasta invertir la situaci¨®n de dominio. Con la confianza y la abnegaci¨®n como coartada, el sirviente poco a poco se va haciendo imprescindible: primero, fascina al due?o por su eficiencia y lealtad; despu¨¦s, influye cada vez m¨¢s en la toma de decisiones hasta que llega un momento en que es dif¨ªcil saber qui¨¦n tiene la ¨²ltima palabra; y, finalmente, vac¨ªa al due?o por dentro, toma posesi¨®n de su voluntad. Cada d¨ªa que pasa, al due?o le es m¨¢s dif¨ªcil desembarazarse del sirviente, hasta tal punto la relaci¨®n se ha invertido. Casi siempre estas historias acaban mal.
Del fr¨ªo mundo de la aristocracia inglesa a los intrigantes universos palaciegos del antiguo r¨¦gimen, de las esferas del poder econ¨®mico de las grandes familias a los aleda?os del poder totalitario, hay infinidad de escenarios para recrear el juego de la toma de posesi¨®n del due?o por parte del sirviente. Un juego que a menudo termina con la destrucci¨®n de las dos partes. Tambi¨¦n el quehacer cotidiano de la pol¨ªtica democr¨¢tica ofrece remakes -a menudo m¨¢s propios de una comedia de Carlos Arniches que de una pel¨ªcula de Joseph Losey- de estas historias de enredo entre due?o y sirviente. Desde que el asesor de imagen se convirti¨® en acompa?ante inseparable del hombre p¨²blico y empez¨® a hacer estragos en la pol¨ªtica, la figura del sirviente ha recibido un nuevo impulso. Los responsables de comunicaci¨®n son las hadas de nuestro tiempo, que prometen convertir en oro todo lo que tocan.
Sin ir m¨¢s lejos, el conseller en cap de la Generalitat, Artur Mas, parece atrapado por una de estas hadas salvadoras. Mas tiene un sirviente: David Mad¨ª. Un sirviente eficiente y dispuesto, entregado al servicio de su jefe, con la promesa de que si me das los recursos necesarios te hago presidente. Cualquier duende que hubiese querido hechizar a Mas habr¨ªa intentado gan¨¢rselo con la misma promesa. Mas, en un ambiente dif¨ªcil para sus prop¨®sitos, con clara desventaja en las encuestas y con dudas entre los suyos, necesita una hada que le asegure que es el m¨¢s guapo de la fiesta y que, sin duda, conseguir¨¢ la prenda deseada. Cuando un sirviente tiene la sensaci¨®n de que dispone de v¨ªa libre con tal de que apunte al buen fin, empieza a hacerse peligroso para su due?o. El sirviente s¨®lo se detiene si es frenado a tiempo; es decir, antes de que posea el cuerpo y el alma de su amo.
Hace tiempo que en Converg¨¨ncia se o¨ªan voces que sospechaban que Mad¨ª conduc¨ªa y Mas obedec¨ªa. Y tem¨ªan alg¨²n derrape. De pronto, ha aparecido la noticia de que desde el entorno de Mas se facilitaban a la opini¨®n p¨²blica y a los se?ores diputados encuestas manipuladas, encuestas falsas, documentos mutilados. Es un hecho grave porque vulnera la obligaci¨®n de transparencia y veracidad en la informaci¨®n oficial que exige la elemental lealtad democr¨¢tica. Los jueces dir¨¢n si hay responsabilidades penales. Pero pol¨ªticamente es un asunto muy serio porque revela una idea patrimonial del servicio p¨²blico; por desconsideraci¨®n a la ciudadan¨ªa y a los se?ores diputados que la representan y tienen derecho a acceder a la documentaci¨®n oficial sin trampas ni enga?os; incluso, por falta de respeto a sus compa?eros de coalici¨®n, porque algunas informaciones manipuladas ten¨ªan obviamente en el punto de mira a Uni¨®, socio de Converg¨¨ncia. El uso del enga?o por parte del poder para conseguir min¨²sculos r¨¦ditos en la lucha electoral denota una concepci¨®n muy mezquina de la pol¨ªtica.
Poco importa si ha sido una venganza de los socios de Uni¨®, si ha sido habilidad de la oposici¨®n o si se debe a la humana tendencia a abandonar el barco antes del naufragio lo que ha causado esta fuga de informaci¨®n desde la c¨²spide de la Generalitat. Lo grave es la sensaci¨®n de que el fin -la elecci¨®n- justifica saltarse a la torera las normas m¨¢s elementales. Lo grave es la sensaci¨®n de impunidad que emana de este tipo de conductas. La Generalitat como instituci¨®n merece mayor respeto. Hacer trampas de jugador de parch¨ªs no dice nada bueno sobre la idea que se tiene de la instituci¨®n a la que se representa. Y si el motivo de tanta impunidad fuera que Mas y los nacionalistas catalanes se sienten tan propietarios de la Generalitat que se lo pueden permitir todo porque nadie debe echarles de ella, ser¨ªa muy preocupante.
Pero volvamos al punto en el que estamos. El esc¨¢ndalo ha estallado. La oposici¨®n pide responsabilidades. Jordi Pujol busca un acuerdo para que el PP le ayude a salvar la cara. Y Mas lo estropea: no quiere entregar la cabeza de Mad¨ª. Cierra una oficina y se da por satisfecho, como si la culpa fuera de los muebles y los ordenadores. Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar se desprendi¨® de Miguel ?ngel Rodr¨ªguez, a pesar de que ¨¦ste le hab¨ªa ayudado activamente a ganar las elecciones, aplicando el principio del poder que dice que el sirviente cae cuando con su desgracia puede salvar al jefe. Mas, de momento, opta por lo contrario: ser leal a su sirviente. ?Es un reconocimiento de su propia responsabilidad, lo cual le honrar¨ªa, o es que el sirviente ya es m¨¢s due?o que el due?o y ¨¦ste no es capaz de echarle?
En un momento en que la ciudadan¨ªa protesta por los modos distantes y arrogantes con que se ejerce el poder, este s¨®rdido espect¨¢culo de la miseria del poder obliga a preguntarse si es una consecuencia del reiterado empeque?ecimiento de la pol¨ªtica en estos veintitantos a?os de hegemon¨ªa convergente. En una pol¨ªtica como la catalana, tan encerrada sobre s¨ª misma, s¨®lo faltaba la vuelta de tuerca de estas mezquindades con las que se pone en juego el cr¨¦dito personal para conseguir nimios dividendos en la lucha electoral.
Curiosamente, en el mismo momento en que el caso de las encuestas falsas domina la vida pol¨ªtica catalana, dos correligionarios de Mas, Ignasi Guardans y Xavier Trias, han tenido, en el Congreso de los Diputados, una aportaci¨®n de primer nivel en los debates sobre la guerra. El tono y la calidad de las intervenciones de Guardans merecer¨ªa probablemente la mejor nota de cuantos han intervenido en el Parlamento sobre el conflicto internacional. Ello indica que quiz¨¢ lo que conviene a la pol¨ªtica catalana es abrir puertas y ventanas, mirar al exterior, y acabar con esta cacofon¨ªa que parece condenarla a morir de asfixia por los hedores de cierta mediocridad.
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