La ciudad de los petardos
En la proliferaci¨®n de ciudades de lo que sea, no deber¨ªa faltar una ciudad de los petardos que albergue a los forofos de ese estruendo en particular y del petardeo pol¨ªtico en general
Es decir
Eduardo Zaplana no es un incauto que pone todos los huevos en el mismo cesto, nada de eso. M¨¢s bien se comporta como uno de esos molestos animales de compa?¨ªa aficionados a dejar su huella en cualquiera de los territorios que transitan. Sabedor de los riesgos que comporta la eventualidad de un futuro incierto, pasa revista a sus tropas empresariales y medi¨¢ticas, se deja ver en cualquier lugar en que le admitan, y de manera especial ocupa horas y horas de aburrida intervenci¨®n en la pantalla de su televisi¨®n auton¨®mica, que es la nuestra, oscilando entre la conducta de la gallina clueca y la del perro del hortelano, para escarnio de un candidato tal que un tal Camps, de nombre Paco, que vibra como un loro enjaulado a la hora de predicar -con m¨¢s reiteraci¨®n que entusiasmo- el aburrido repertorio de una zarzuela muy ajada. Los valencianos, tan festivos, no permitir¨¢n que ese monaguillo aventajado se alce con el gobierno de los peores a?os de nuestras vidas.
La miseria cultural
Lo peor de la cultura no es ya que se mueva a golpe de talonario pol¨ªtico, ya que los profesionales de ese servicio rara vez han tomado una iniciativa desde?osa con un rendimiento a treinta, sesenta o noventa d¨ªas. La novedad reside en la falta de criterio y el exceso de ambici¨®n de la persona que lleva la promoci¨®n personal de la cultura. Construir en Sagunto un teatro de nueva planta a la mayor gloria de la tr¨¢gica Irene Papas carece de sentido, salvo que se est¨¦ resuelto a no dejar piedra sobre piedra en el Teatro Romano, a tiro de piedra de esta nueva megaloman¨ªa. Claro que alguna ley no escrita pero obediente a la decencia deber¨ªa prohibir que una actriz de segunda fila haga de directora esc¨¦nica a cuenta de nuestros bolsillos. La miseria en el desparpajo de meritoria apadrinada contamina incluso a la legi¨®n de impagados que genera.
Vuelo sin motor
Es escalofriante la mezcla de posmodernidad y arca¨ªsmo que modula la actitud del Gobierno y su equipo medi¨¢tico sobre no importa qu¨¦ problema, y se dir¨ªa inquietante la disposici¨®n a resolver de un brochazo algunos asuntos de mucho estr¨¦pito para dejar enfriar aquellos que requieren de una soluci¨®n meditada y m¨¢s a largo plazo. Debe de tratarse de una pandemia de la que no se esperan consecuencias definitivas, ya que hasta la agencia de inteligencia de Estados Unidos suministra a su gobierno datos falsos sobre la situaci¨®n en Irak a fin de convencer a los tibios. As¨ª las cosas, causa espanto imaginar lo que suceder¨ªa si los ciudadanos imitaran en su vida de a diario esa trapacera ingenier¨ªa que tanto deslumbra a muchos de sus representantes pol¨ªticos. O que se comportaran como esos aguerridos miembros de las fuerzas de seguridad que confunden -?y con qu¨¦ maneras!- a una anor¨¦xica con una peligrosa activista de Al Qaeda.
Calidad de vida
El pol¨ªtico tentado por la megaloman¨ªa de la foto hist¨®rica siempre tendr¨¢ por asunto de menor cuant¨ªa una red de saneamiento que funcione, una escuela p¨²blica en la que no falte de nada a los cr¨ªos -incluyendo una alimentaci¨®n escolar m¨¢s equilibrada que precocinada-, un sistema de becas universitarias que no desperdicie el talento de los estudiantes, una sanidad que funcione desde la atenci¨®n primaria tambi¨¦n como urdimbre afectiva del paciente, un entorno urbano donde se proh¨ªba la emisi¨®n de ruidos evitables y en el que sea posible pasear por las aceras sin hacer de equilibrista que sortea las cagadas de los perros, una ense?anza que no disfrace de estudio del hecho religioso su enroque en el catolicismo nacional. Menos lobos y menos geopol¨ªtica de alpargata y m¨¢s atenci¨®n a los ciudadanos, que encima pagan las guerras que traman los correveidiles con posibles.
Pep Blasco vivo
La ense?anza de Pep Blasco consisti¨® en el empe?o de vincular la raz¨®n valenciana con las corrientes continentales de pensamiento, a sabiendas de que lo contrario supon¨ªa encerrarse en un callej¨®n sin salida. Su obra no celebra el funeral de la obra de Joan Fuster, pero lo anticipa en la medida en que sabe que el localismo cosmopolita m¨¢s o menos brillante tiene poco que hacer ante las certezas del saber especializado. La filosof¨ªa anal¨ªtica le sirvi¨® de llave para atender a registros m¨¢s amplios de una raz¨®n medio escondida, y en su juventud fueron c¨¦lebres sus disputas de sobremesa con una Celia Amor¨®s m¨¢s interesada en Marx, Sartre o L¨¨vi Strauss que en los acertijos de mesa camilla del a¨²n inevitable or¨¢culo de Sueca. Tambi¨¦n Rafa Ninyoles tiene m¨¢s de una cosa que decir sobre un asunto que nos meti¨® de lleno en la modernidad universitaria en plena ¨¦poca franquista. Que se sepa, sobre todo en estas fechas.
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