Turqu¨ªa y la guerra
Antes de que el nuevo primer ministro de Turqu¨ªa, Tayyip Erdogan, obtuviese una victoria arrolladora en las elecciones del pasado noviembre, era constantemente difamado y maltratado por la mayor parte de la prensa escrita y de los medios de comunicaci¨®n que hoy lo adulan a todas horas. Seg¨²n estos medios, a los que no les preocupan tanto la verdadera democracia y el laicismo como los mandos del Estado y del Ej¨¦rcito, el ingenuo pueblo turco deber¨ªa haber tenido muy en cuenta el pasado fundamentalista o pro isl¨¢mico de Erdogan antes de votarle. Las declaraciones hechas por Erdogan en a?os pasados, que se rescataron y publicaron, eran de hecho suficientes como para asustar a cualquier dem¨®crata laico que se respete. No obstante, quienes, como yo, tem¨ªan que la elecci¨®n de Erdogan facilitar¨ªa el camino hacia un golpe militar dijeron que deb¨ªa tomarse en serio su nueva actitud pro occidental y pro Uni¨®n Europea. Pero la prensa pro estatal acusaba a Erdogan de ser un fundamentalista disfrazado, que una vez en el poder asestar¨ªa un golpe al laicismo turco.
Ahora el chiste en Estambul es que realmente est¨¢bamos equivocados, y Erdogan estaba de hecho escondiendo sus verdaderos colores. Lo que escond¨ªa, sin embargo, no era el fundamentalismo isl¨¢mico, sino un compromiso con los intereses militares estadounidenses. El nuevo primer ministro turco est¨¢ haciendo todo cuanto est¨¢ en su mano para demostrar que se merece ese chiste. Primero dej¨® claro que le disgustaba el rechazo del Parlamento a las exigencias estadounidenses para abrir un frente norte contra Irak. Este no a la guerra reflejaba la furia del pueblo turco, del que un 90% se opone a la intervenci¨®n militar. Me asombra y encanta esta decisi¨®n, de la que el Parlamento turco deber¨ªa definitivamente enorgullecerse. Incluso la prensa pro estatal y pro militarista turca lo elogi¨® brevemente, dado que las sensibilidades nacionales de todos se sent¨ªan humilladas por la cobertura que en los medios de comunicaci¨®n occidentales se da a Turqu¨ªa, afirmando que estaba dispuesta a embarcarse en una guerra en la que no cre¨ªa a cambio del dinero estadounidense. En especial, una vi?eta en la que se representaba a Turqu¨ªa como bailarina de la danza del vientre contorsion¨¢ndose ante el T¨ªo Sam para conseguir m¨¢s dinero rompi¨® muchos corazones en el pa¨ªs. Incluso el ex primer ministro G¨¹l, que deseaba parecer menos favorable a la guerra que Erdogan, hizo referencia a que esta notoria vi?eta, que se reproduc¨ªa aqu¨ª una y otra vez, era uno de los factores que hab¨ªan influido en la decisi¨®n del Parlamento. La reacci¨®n a la vi?eta fue tan exagerada en la prensa turca, que es tan sensible a la cobertura que se d¨¦ en los medios occidentales como la opini¨®n p¨²blica turca, que yo esperaba que la Sociedad Turca de Bailarinas del Vientre protestara afirmando que la danza del vientre no es tan deshonrosa como se retrataba.
Dado que la imagen de vendedores de alfombras que tiene el pa¨ªs nos molesta a todos, Tayyip Erdogan jug¨® una baza que forzase a Turqu¨ªa a cooperar con Bush y a convencer al p¨²blico: la autonom¨ªa kurda en el norte de Irak y, Dios no lo quiera, las exigencias de un Estado independiente. Puesto que algunos pol¨ªticos nacionalistas turcos de sexo masculino y versados en la cultura isl¨¢mica turca consideran que bombardear a los pobres kurdos es mucho m¨¢s honorable que la danza del vientre, es posible que este nuevo argumento resulte de m¨¢s peso. Muchos analistas est¨¢n ya insinuando que existe la posibilidad de que se produzcan resultados indeseables en el norte de Irak, en un intento de influir en la opini¨®n p¨²blica y desconcertar a los miembros del Parlamento. La idea de que se establezca un Estado kurdo es una perspectiva tan temible en Turqu¨ªa, un tab¨² tan imposible de mencionar, que s¨®lo se puede hablar de ella aludiendo a resultados indeseables. La prohibici¨®n de que Sadam entrase en el norte de Irak, impuesta por Estados Unidos despu¨¦s de la guerra del Golfo de 1991, ha reforzado a¨²n m¨¢s la condici¨®n de semiautonom¨ªa de la poblaci¨®n kurda de la zona. El Gobierno de Bush manipul¨® con ¨¦xito la paranoia del Estado turco respecto a esta posibilidad.
Una declaraci¨®n por el jefe del Estado Mayor hecha despu¨¦s de la decisi¨®n parlamentaria, en la cual menciona los resultados indeseables, anim¨® a Erdogan en su esfuerzo por persuadir al Parlamento y a la opini¨®n p¨²blica de que cooperen con Bush. El partido de Erdogan hab¨ªa pedido al Ej¨¦rcito que se pronunciase a favor de la guerra para influir en la decisi¨®n parlamentaria antes del rechazo de la propuesta, pero el Ej¨¦rcito no deseaba pronunciarse sobre este espinoso asunto antes que el Parlamento. Cuando tambi¨¦n el Parlamento eludi¨® el espinoso asunto, la tarea recay¨® sobre el primer ministro Erdogan y sobre la prensa turca que hab¨ªa pedido ayuda al Ej¨¦rcito. La mayor parte de la prensa turca no tiene escr¨²pulos en hacer propaganda a favor de la guerra, a pesar de la furia antibelicista de la poblaci¨®n, porque la mayor¨ªa de sus ingresos econ¨®micos no proceden de las ventas de peri¨®dicos, sino de los sobornos recibidos del Estado mediante diversos subterfugios. Muchos columnistas nacionalistas turcos descorazonados por la representaci¨®n que en Occidente se hac¨ªa de Turqu¨ªa como pa¨ªs que lucha a cambio de dinero, est¨¢n ahora tremendamente ocupados en lanzar propaganda a favor de la guerra para ganarse el pan, y vertiendo insultos contra quienes se adhieren a la paz. Para ellos, es m¨¢s honorable escribir por dinero que luchar una guerra por dinero. Quiz¨¢ tengan raz¨®n. Al menos James Boswell se mostrar¨ªa de acuerdo.
La verdad que emerge de toda esta iron¨ªa y comedia es ¨¦sta: la incansable voluntad del Gobierno de Bush de lanzar una guerra contra Sadam no tiene nada que ver con el establecimiento de la democracia en Oriente Pr¨®ximo. Lo cierto es lo contrario. Las ambiciones militares estadounidenses est¨¢n reduciendo la democracia en Turqu¨ªa y conduciendo a una mayor intervenci¨®n del Ej¨¦rcito en la pol¨ªtica. Despu¨¦s del Gobierno y de la prensa, el cometido ahora es intimidar a los miembros del Parlamento uno a uno para obtener una anulaci¨®n de la decisi¨®n parlamentaria. El mundo deber¨ªa conocer el da?o hecho a la democracia turca por el Gobierno de Bush, que para alcanzar su objetivo ha pasado ya por encima de los sentimientos del pueblo turco, prefiriendo cooperar con el Ej¨¦rcito. El no del Parlamento a la guerra ya ha sido ignorado, y la concentraci¨®n de tropas estadounidenses en los puertos turcos contin¨²a como si nada hubiera ocurrido. En respuesta a esta escandalosa falta de respeto hacia el Parlamento, su presidente ha declarado valientemente que le pon¨ªa los pelos de punta, mientras que uno de sus colegas parlamentarios, el primer ministro Erdogan, no parec¨ªa en absoluto molesto. "No son las fuerzas armadas estadounidenses, sino s¨®lo armas", han dicho Erdogan y los partidarios de la guerra. La queja justificada de que no hay suficiente democracia en Turqu¨ªa, algo que desde hace a?os o¨ªmos decir a Estados Unidos, se ha transformado, gracias al Gobierno de Bush, en una protesta de que en Turqu¨ªa hay demasiada democracia. Eso sirve de ejemplo a aquellos que creen que todas las decisiones del pa¨ªs deber¨ªan dejarse en manos del Ej¨¦rcito y del mercado de valores.
Al contrario que algunos, yo no me opongo a la guerra porque me oponga a la globalizaci¨®n. Creo que la globalizaci¨®n es beneficiosa, ya que abre el camino a la libre circulaci¨®n de capitales, de mercanc¨ªas, de ideas, e incluso de personas, y debilita a los Estados nacionalistas y a las dictaduras. Pero la idea de globalizaci¨®n planteada por el Gobierno de Bush no es la libertad de mercanc¨ªas y de ideas, sino la libertad incondicional del Ej¨¦rcito estadounidense para bombardear lo que quiera y cuando quiera. Con este prop¨®sito, el Gobierno de Bush se ha mostrado dispuesto a debilitar a las democracias locales y a rechazar decisiones parlamentarias.
Este estilo, que concede poca importancia a Naciones Unidas, no intenta comprender la reticencia y la indecisi¨®n de sus aliados, y est¨¢ decidido a obtener la colaboraci¨®n de los ej¨¦rcitos nacionales locales para obtener su propia victoria militar, no es muy diferente del de Sadam, que no reconoce sino su propia voluntad. En esta zona del mundo, donde la cuesti¨®n palestina se considera una iniquidad estadounidense, este estilo inflama la ira de los islamistas pol¨ªticos pro violentos que se oponen no s¨®lo a Estados Unidos, sino tambi¨¦n a Occidente y a la democracia. El estilo de guerra contra el terrorismo planteado por Bush tal vez aplaste a unos cuantos grupos terroristas, pero ciertamente aumentar¨¢ el n¨²mero de col¨¦ricos y furiosos terroristas en potencia.
Al igual que los dirigentes de muchos otros pa¨ªses, el primer ministro turco se encuentra atrapado entre las presiones del Gobierno de Bush y la indignaci¨®n del pueblo. Lo que distingue a Tayyip Erdogan de Tony Blair no es s¨®lo que ha pasado y disfrutado la mayor parte de su vida en una cultura y en un discurso antioccidentales y antiestadounidenses. Con una deuda de 80.000 millones de d¨®lares con los prestamistas occidentales, Turqu¨ªa podr¨ªa verse sumergida de la noche a la ma?ana en una crisis econ¨®mica similar a la de Argentina si se viera privada del respaldo del FMI. Desgraciadamente, Francia y Alemania, que tambi¨¦n se han manifestado en contra de la pol¨ªtica de Bush, no han apoyado el voto negativo del Parlamento turco. M¨¢s importante, en los a?os en los que Tony Blair estaba disfrutando m¨¢s el placer de ser primer ministro, Tayyip Erdogan pasaba sus d¨ªas en prisi¨®n, adonde se hab¨ªa visto arrojado por la presi¨®n del Estado y del Ej¨¦rcito, con la disculpa de que hab¨ªa recitado un poema islamista. Ahora, su cooperaci¨®n con el mismo Estado y el mismo Ej¨¦rcito a favor de una guerra que el pueblo odia y contra la que se manifiesta, quiz¨¢ tenga tr¨¢gicas consecuencias para ¨¦l.
Otra consecuencia de las agresivas pol¨ªticas del Gobierno de Bush es tristemente la de ver que ahora en muchos pa¨ªses como Turqu¨ªa el arte de la pol¨ªtica, ya sea de izquierdas o islamista, se reduce a la habilidad de ganar el voto popular y combinarlo con los intereses militares estadounidenses. Encontr¨¢ndose en tal apuro, Erdogan est¨¢ diciendo en las entrevistas televisivas a periodistas valientes que le recuerdan sus anteriores puntos de vista que "antes no estaba en el poder". Si debemos creer este pretexto que los columnistas pro estatales consideran convincente, nos vemos obligados a llegar a la triste conclusi¨®n de que no debe confiarse en las palabras de un pol¨ªtico turco que no est¨¢ en el poder. Si est¨¢ en el poder, Estados Unidos puede confiar en ¨¦l. Si el nuevo primer ministro, Tayyip Erdogan, obliga al Parlamento turco a cambiar su decisi¨®n de decir no a la guerra, algo de lo que el pueblo est¨¢ orgulloso, y decide entrar en la guerra al lado de Estados Unidos, perder¨¢ la confianza del pueblo que con tanta paciencia se fue ganando a lo largo de los a?os, con su diligencia, su talento, su honrada sinceridad y el tiempo pasado en prisi¨®n.
Orhan Pamuk es escritor turco, autor, entre otros libros, de La vida nueva y de El libro negro (Alfaguara).
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