Erdogan lidera la contradicci¨®n de Turqu¨ªa
La guerra obliga al pa¨ªs isl¨¢mico a navegar entre EE UU, la UE y el conflicto ¨¢rabe-israel¨ª
El libro m¨¢s popular de Haluk Sahin, un conocido intelectual liberal de Estambul, se llama No es f¨¢cil ser turco. Es una verdad indiscutible. Nunca ha sido f¨¢cil ser miembro de un pueblo escindido entre el Este, de donde procede, y el Oeste, hacia el que siempre ha caminado. Y a¨²n m¨¢s dif¨ªcil serlo en estos tiempos en que el gran imperio de Occidente ha desencadenado una guerra discutible contra un pa¨ªs de Oriente Pr¨®ximo, un pa¨ªs vecino y correligionario. As¨ª que los malabarismos que hace su primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, expresan muy bien las tremendas contradicciones que les plantea la guerra de Irak.
La guerra comenz¨® sin que Turqu¨ªa hubiera concedido la menor facilidad a Estados Unidos. Cuando, en la madrugada del jueves 20 de marzo, cayeron los primeros misiles sobre Bagdad, Turqu¨ªa a¨²n no hab¨ªa otorgado ning¨²n permiso para usar su suelo o su cielo en el ataque. Eso sulfur¨® a Washington, que al dise?ar su campa?a dio por seguro el apoyo instant¨¢neo de Ankara, pero satisfizo al pueblo turco, que en m¨¢s de un 90% est¨¢ en contra de la guerra.
"Turqu¨ªa se ha sentido muy sola en las largas semanas de presiones estadounidenses"
"Los turcos, incluidos los islamistas, queremos seguir caminando al Oeste"
No obstante, esa completa neutralidad no pod¨ªa durar mucho. Y el mismo jueves, a instancias del Gobierno de Erdogan, el Parlamento turco aprob¨® una moci¨®n que autorizaba a aviones de guerra norteamericanos a sobrevolar su territorio. "Turqu¨ªa se ha sentido muy sola en las largas semanas de presiones estadounidenses para que cedi¨¦ramos o alquil¨¢ramos nuestro suelo y nuestro cielo para la guerra contra Irak", dice con amargura Dogan Tilic, periodista, profesor de periodismo en la Universidad de Ankara y ganador en 1999 del Premio Sertel de Democracia. "?D¨®nde estaban Francia y Alemania cuando nuestro Parlamento, el 1 de marzo, enfureci¨® a Estados Unidos al votar por sorpresa en contra del despliegue en nuestro territorio de 62.000 soldados norteamericanos?". Tilic pone el dedo en una llaga que duele a muchos turcos. Tres cuartas partes de los 70 millones de habitantes de Turqu¨ªa sue?an con la Uni¨®n Europea, pero la UE les da con las puertas en las narices, dej¨¢ndoles a merced del padrino norteamericano. Se esgrimen muchos argumentos en contra de la candidatura turca, desde su inmensa poblaci¨®n hasta su retraso socioecon¨®mico, pasando por las violaciones de los derechos humanos, la represi¨®n de la minor¨ªa kurda y, en voz baja, su condici¨®n de pa¨ªs musulm¨¢n.
Pero tambi¨¦n pesa en algunos el temor a que Turqu¨ªa sea un nuevo caballo de Troya de Estados Unidos en el ya muy dividido club europeo. "Lo curioso es que muchos turcos queremos entrar en la Uni¨®n Europea para escapar, precisamente, de nuestra condici¨®n de colonia de un Estados Unidos que s¨®lo nos ve como sus jen¨ªzaros en Oriente Pr¨®ximo", dice en Estambul Fatma Mansur Cosar, profesora de Ciencias Pol¨ªticas. As¨ª que los turcos quieren entrar en el club para reducir su dependencia de Estados Unidos, pero no reciben el apoyo de los Gobiernos m¨¢s europe¨ªstas, Francia y Alemania, sino el de los m¨¢s pronorteamericanos: Reino Unido, Espa?a e Italia.
Es una de las muchas paradojas de la situaci¨®n turca. Otra es el desprecio esgrimido por Estados Unidos hacia la democracia turca. Estados Unidos no ha aceptado que los turcos tengan serias dudas sobre la justicia y la urgente necesidad de la guerra contra Irak. Casi nadie ha comprado en Turqu¨ªa una mercanc¨ªa como ¨¦sa, visiblemente defectuosa. Ni los militares que lo vigilan todo desde las sombras, ni los islamistas moderados del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) de Erdogan, ni los izquierdistas que se manifiestan en las calles, ni los dem¨®cratas de toda la vida, como es el caso del escritor Orhan Pamuk.
Tampoco el pueblo llano. La consigna m¨¢s visible en Estambul y Ankara es "Savasa hayyr" ("No a la guerra"). As¨ª que lo m¨¢s pronorteamericano que pudo escucharse el jueves en el debate parlamentario sobre la concesi¨®n del "pasillo a¨¦reo" es que, puesto que Estados Unidos ya hab¨ªa iniciado las hostilidades, Turqu¨ªa deb¨ªa "minimizar sus da?os propios" y "velar por sus intereses nacionales". Es decir, evitar un mayor deterioro de las relaciones con Washington y garantizarse alg¨²n derecho a controlar el futuro del norte de Irak.
A los turcos les aterra la posibilidad de que las milicias kurdas de Irak se hagan con los pozos de Mosul y Kirkuk, proclamen un Estado independiente y sirvan de ejemplo a los millones de sojuzgados kurdos de Turqu¨ªa. En d¨ªas anteriores, George W. Bush, Dick Cheney y Colin Powell hab¨ªan amenazado a Turqu¨ªa con "enfrentamientos armados" con los soldados estadounidenses si enviaba sus tropas al Kurdist¨¢n sin permiso. Fue el pen¨²ltimo de una serie de rudezas. Al encontrar las primeras resistencias a su proyecto de desplegar en Turqu¨ªa unos 62.000 soldados y abrir as¨ª un frente septentrional contra Irak, Washington present¨® ante el mundo la imagen de una Turqu¨ªa que, como un mercader de alfombras, s¨®lo estaba regateando.
Una caricatura difundida en la Prensa anglosajona, en la que Turqu¨ªa aparec¨ªa como una gruesa bailarina del vientre a la que Estados Unidos iba metiendo d¨®lares en la falda, hiri¨® la dignidad de todo un pa¨ªs. En ese momento, Washington ofrec¨ªa a Turqu¨ªa, muy endeudada y en plena crisis econ¨®mica, un paquete de hasta 30.000 millones de d¨®lares a cambio de su contribuci¨®n a la guerra. Incluso los militares y otros sectores del llamado "estamento kemalista" -los guardianes del legado laico de Ataturk y de la alianza con Estados Unidos- se sintieron ofendidos por el trato norteamericano. Y el 1 de marzo, el Parlamento rechaz¨® por los pelos la moci¨®n presentada por el Gobierno del AKP que autorizaba el despliegue de tropas terrestres estadounidenses. M¨¢s de cien diputados del AKP sumaron sus votos negativos a los de la oposici¨®n socialdem¨®crata. Argumentaron que la guerra era injusta y que Turqu¨ªa no deb¨ªa facilitarla. La bofetada al imperio provoc¨® pavor en los medios financieros de Turqu¨ªa y orgullo en millones de sus ciudadanos. Orham Pamuk fue de los que se alegraron. "Me encant¨® la decisi¨®n de nuestro Parlamento", dice en Estambul el autor de El libro negro. Y a?ade: "Es indignante que Estados Unidos, que predica que va a traer la democracia a Oriente Pr¨®ximo, se salga de sus casillas cuando Turqu¨ªa aplica los procedimientos democr¨¢ticos para adoptar una decisi¨®n tan importante como su aportaci¨®n a una guerra". Pero, como se tem¨ªa Pamuk, la alegr¨ªa fue de corta duraci¨®n y los militares hicieron o¨ªr su voz.
Erdogan encarna las m¨²ltiples encrucijadas que se abren ante Turqu¨ªa. Si ser turco es dif¨ªcil, ser primer ministro islamista de los turcos y desear que sigan yendo hacia el Oeste es un rompecabezas. Desde la victoria del AKP en las legislativas del pasado oto?o, Erdogan est¨¢ sometido a un intenso escrutinio. Le vigilan los militares y los medios financieros turcos, los norteamericanos y los europeos, sus propias bases. Hijo de un pescador, popular por su eficaz gesti¨®n como alcalde de Estambul, encarcelado durante cuatro meses por leer en 1997 un poema islamista, siempre atildado y vestido con trajes a la medida, Erdogan se ha empe?ado en demostrar que es tan islamista como dem¨®crata y prooccidental.
Al l¨ªder turco le obsesiona no cometer los errores de la anterior experiencia de Gobierno islamista en Turqu¨ªa, la de Necmettin Erbakan, depuesto por el Ej¨¦rcito en 1997. Ha viajado por capitales europeas y ha rendido pleites¨ªa a Bush en Washington; ha declarado que su partido es como la democracia cristiana europea; ha insistido en que le preocupa mucho m¨¢s entrar en la UE que abolir la prohibici¨®n del velo isl¨¢mico en universidades y centros oficiales, y se ha esforzado por ofrecer a Estados Unidos una cooperaci¨®n en la guerra contra Irak que no hiriera en exceso los sentimientos nacionales y religiosos turcos. El 18 de marzo, al presentar su Gobierno al Parlamento, declar¨®: "Deseo incrementar la cooperaci¨®n y la alianza con Estados Unidos hasta sus m¨¢s alto niveles". "Siguiendo la tradici¨®n de los sultanes reformistas del siglo XIX y del republicanismo instaurado en 1923 por Ataturk, los turcos, incluidos los actuales gobernantes islamistas, queremos seguir caminando hacia el Oeste", dice Neyati Kutluk, profesor de espa?ol en la Facultad de Letras de Ankara. "El problema", a?ade, "es que a veces damos dos pasos adelante y uno atr¨¢s, y otras damos un paso adelante y dos atr¨¢s".
?Cu¨¢l ser¨¢ para Turqu¨ªa el balance final de la guerra de Irak: dos pasos adelante o s¨®lo uno? ?Y en direcci¨®n a qu¨¦ Oeste? La gran contrariedad para muchos turcos es que ahora s¨®lo hay uno que brille: Estados Unidos.
Esta doble p¨¢gina, 20 y 21, es fruto de una colaboraci¨®n e intercambio entre el diario de Roma La Repubblica y EL PA?S.
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