Los iraqu¨ªes, sumidos en la ignorancia
En Irak s¨®lo es posible el triunfo. La prensa local no sabe nada de derrotas, rendiciones o avance de tropas enemigas. Los muertos, en combate o civiles alcanzados por fuego enemigo, son "m¨¢rtires". Sadam Husein, "el l¨ªder de los combatientes", no puede mostrarse vulnerable ante su pueblo. Y los periodistas extranjeros acreditados en Bagdad sufren las consecuencias de tanto patriotismo.
Despu¨¦s del bombardeo masivo de la noche anterior, los peri¨®dicos del r¨¦gimen abr¨ªan ayer sus p¨¢ginas con la reuni¨®n que el presidente mantuvo con su hijo Qusay, responsable de la defensa de Bagdad, y el ministro de Defensa, general Sultan Hashim Ahmed. No era un sinsentido. El mensaje estaba muy claro: Sadam sigue vivo y al mando.
"Dios nos prometi¨® el poder de infligir la desgracia a los criminales", aseguraba el l¨ªder iraqu¨ª por televisi¨®n el jueves por la noche. Pero ?era realmente ¨¦l? ?Cu¨¢ndo hab¨ªa grabado el mensaje? Como con las fotograf¨ªas que publican en los diarios, surgen dudas y especulaciones. Nadie lo sabe con seguridad.
En ese contexto es natural que la poblaci¨®n m¨¢s educada recurra a las radios extranjeras para saber lo que pasa no ya en Basora o en M¨®sul, sino incluso en Bagdad. Las antenas parab¨®licas est¨¢n prohibidas y, aunque hay quien las esconde en el jard¨ªn, son un lujo al alcance de muy pocos. Los 14 canales ¨¢rabes por sat¨¦lite que se distribu¨ªan por cable, previo abono, dejaron de recibirse en el mismo momento que se inici¨® la guerra.
Si el r¨¦gimen baazista nunca ha diferenciado mucho entre informaci¨®n y propaganda, ahora ha sobrepasado todos los l¨ªmites. Desde que EE UU lanzara el ultim¨¢tum para el exilio de Sadam, sus portavoces no han tenido empacho en recurrir incluso al insulto. Bush ha sido tachado de "inepto, inestable e idiota" y su Administraci¨®n de "panda de bandidos y criminales". Hasta el punto de que el propio presidente iraqu¨ª se ha visto obligado a poner freno a esos excesos.
Libertad de movimiento
En el caso de la prensa extranjera, el control consiste en poner trabas. La destrucci¨®n de numerosos edificios en la capital era evidente ayer. Sin embargo, las autoridades segu¨ªan sin ofrecer un listado de los mismos ni permitir visitarlos. Aunque para ser un pa¨ªs en guerra los periodistas gozan de relativa libertad de movimiento, la mayor¨ªa de los inmuebles est¨¢n en recintos oficiales en los que s¨®lo se puede entrar con autorizaci¨®n.
M¨¢s llamativos, e in¨²tiles, resultan sus esfuerzos para que las c¨¢maras no capten, o al menos no transmitan, las im¨¢genes de la destrucci¨®n. Por un lado, han establecido un comit¨¦ censor que revisa las grabaciones de televisi¨®n antes de autorizar su transmisi¨®n. Por otro, los funcionarios del Ministerio de Informaci¨®n se dedican a requisar tel¨¦fonos v¨ªa sat¨¦lite, cintas de v¨ªdeo e incluso c¨¢maras, para evitar su uso il¨ªcito.
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