Irak es lo de menos
No es que no importe. Nunca dejan de importar las tragedias de una guerra, y a ning¨²n bien nacido le deja insensible la p¨¦rdida de vidas humanas. Pero lo que importa ahora no es Irak. Es lo de menos. Igual que el derrocamiento del dictador Sadam Hussein es lo de menos. Lo que est¨¢ en juego es un nuevo orden mundial, nuevas reglas de juego cuya definici¨®n estaba pendiente desde el desmoronamiento del bloque sovi¨¦tico.
Y es lo de menos porque nadie sensato se cree las excusas que se han dado para la acci¨®n b¨¦lica. ?Alguien se ha tomado en serio las conexiones entre Irak y Al Qaeda?, o bien, ?alguien se toma en serio que ese depauperado ej¨¦rcito iraqu¨ª constituya un peligro para la paz mundial? Basta ver las tomas televisivas de las tropas de Hussein, esas realizadas por el dictador por motivos propagand¨ªsticos, para llegar a la conclusi¨®n de que se trata de algo que se parece tanto a un ej¨¦rcito moderno, como la m¨²sica militar se parece a la m¨²sica. Pero basta pensar que eso que ahora se nos quiere presentar como una poderosa maquinaria b¨¦lica, fue en su d¨ªa incapaz de derrotar a un ej¨¦rcito como el iran¨ª, destrozado por la revoluci¨®n jomeinista. O que en la guerra de 1991, cuando ten¨ªa intacta buena parte de su capacidad operativa, el ej¨¦rcito iraqu¨ª s¨®lo fue capaz de hacer volar un par de misiles, que no llegaron a dar en el blanco. Y en la guerra de ahora, parece que la resistencia ofrecida se debe m¨¢s al voluntarismo que a reacciones militares propiamente dichas. Seamos serios, si alguien, de verdad se cree que Hussein supone un peligro para la paz mundial, m¨¢s vale que se haga revisar las neuronas, porque tiene un empacho mental, posiblemente causado por los informativos de TVE. O de Canal 9, que tanto monta.
Lo que est¨¢ en juego es algo m¨¢s, y ya empieza a verse con claridad. El presidente de EE UU da la impresi¨®n de no tener demasiadas luces, pero quienes est¨¢n detr¨¢s de ¨¦l y marcan la estrategia, las tienen y muchas. Saben lo que quieren. Se trata, en mi opini¨®n, de acentuar el dominio exclusivo de EE UU como potencia mundial, debilitando a cualquier otra potencia econ¨®mica que quiera consolidarse. Se pretende que no haya aliados en plan de igual, s¨®lo asociados subordinados a sus intereses. Y la primera v¨ªctima de esta pol¨ªtica no ha sido Irak, ni Sadam, ha sido la UE. Y de paso, las Naciones Unidas.
La pol¨ªtica occidental despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial se basaba en la alianza, no s¨®lo estrat¨¦gica, sino alianza basada en una comunidad de principios, entre los pa¨ªses de las dos orillas del Oc¨¦ano Atl¨¢ntico. Ahora, los think tanks de la Administraci¨®n republicana ya se han preocupado de se?alar que eso no es as¨ª, ni lo ha sido nunca. En cualquier caso se trataba de una alianza estrat¨¦gica para la guerra fr¨ªa, pero es la hora de marcar diferencias. Recientemente Robert Kagan, antiguo funcionario del Departamento de Estado, y uno de los halcones que parecen encargados de dar cobertura ideol¨®gica a la ofensiva, se ha preocupado de aclararlo en un libro, que est¨¢ siendo objeto de m¨²ltiples comentarios (Of Paradise and Power. America and Europe in the New World Order, New York 2002). La tesis es conocida: no es cierto que los europeos y los americanos participemos de los mismos principios. Los americanos descienden de Marte. Los europeos, de Venus. Ellos son conscientes de que su potencia depende de la fuerza. Nosotros, consideramos que debemos gastar nuestro dinero en seguridad social, en m¨¢s vacaciones o en tener menos horas de trabajo. Y aunque sea cierto que, tanto entre americanos como entre los europeos se observen matices, cualquier europeo se parece m¨¢s a otro europeo que a un americano. Y viceversa. Seg¨²n Kagan, las diferencias entre las administraciones dem¨®crata y republicana son inapreciables. Es cierto que los dem¨®cratas se asemejan m¨¢s a los europeos, o bien que los brit¨¢nicos parezcan estar m¨¢s cerca de los americanos que de los otros europeos, pero esa imagen, considera el autor, es falsa.
La conclusi¨®n es muy sencilla. Si no participamos de los mismos principios, cualquier alianza ser¨¢ coyuntural. En pocas palabras, no debe existir ning¨²n tipo de alianza atl¨¢ntica, y la reacci¨®n de los europeos ante la guerra con Irak, no viene sino a confirmar la idea de que para los americanos no somos gente de fiar. Formulada la teor¨ªa en esos t¨¦rminos, no es de extra?ar que el libro haya causado furor, sobre todo entre quienes asumen posiciones geoestrat¨¦gicas totalmente opuestas a las del autor. Los antiamericanos de manual ya est¨¢n sacando pecho. Veis, nos vienen a decir, somos tan diferentes, que no debemos tener nada que ver con los americanos, luego abandonemos las alianzas europeo-americanas, y, en definitiva, la OTAN. Pero la situaci¨®n debe plantearse con la mayor serenidad posible, aunque sea reconociendo que cualquier soluci¨®n que pase por que los europeos cambiemos nuestro sistema de alianzas, produce cierta sensaci¨®n de v¨¦rtigo.
Existe un nuevo orden mundial, que tal y como lo entienden los americanos, consiste en que s¨®lo existe un gendarme mundial, que es precisamente la ¨²nica naci¨®n que no pone objeciones a gastar la mayor parte de su presupuesto en gasto militar. Y, en ese orden mundial, ?qu¨¦ papel le queda a la UE? Pues en opini¨®n de los americanos, exclusivamente un papel de comparsa, encargados de decir "am¨¦n" a cuanto ellos decidan. Y si no se resigna a ello, pues, se le desembarcan una serie de caballos de Troya, que ponen de manifiesto las dificultades de la UE para elaborar una pol¨ªtica exterior com¨²n. Cuanto ha ocurrido con ocasi¨®n de la guerra de Irak, y m¨¢s en concreto con la desdichada carta de los ocho, con la que se quiso responder al eje franco-alem¨¢n, resulta muy ilustrativo. Pero el problema no es la an¨¦cdota concreta, ni la inexplicable actitud de quienes prefieren plegarse ante los intereses americanos, antes que pretender profundizar en una pol¨ªtica europea.
La cuesti¨®n radica en que la UE debe tratar de definir su propio papel, y en esas circunstancias, caben dos alternativas. La primera consiste en convertirnos en un mero espacio econ¨®mico, sin contenido pol¨ªtico, en el que siempre habr¨¢ pa¨ªses -o gobiernos- que se contenten con un papel subordinado a EE UU. Pero frente a esa postura existe otra alternativa que consiste en profundizar en la uni¨®n pol¨ªtica, no para enfrentarnos a EE UU, sino para reivindicar el papel de aliados, de igual a igual. Pero para ello, tal vez la primera conclusi¨®n sea cambiar el sistema para lograr la formaci¨®n de la voluntad europea. La Convenci¨®n que est¨¢ reunida, y la pr¨®xima conferencia intergubernamental, deben esforzarse en la b¨²squeda de soluciones, y de configuraci¨®n de un Gobierno europeo, que debe permitir adoptar decisiones con rapidez y sin vetos.
La segunda, la han puesto de manifiesto estos d¨ªas Smitis y Prodi. Si la UE quiere convertirse en una potencia mundial, debe crear su propio ej¨¦rcito. Los europeos no podemos presumir de haber rechazado, desde siempre, la guerra como forma de soluci¨®n de conflictos. M¨¢s bien al contrario, hemos sido los m¨¢s belicosos del mundo, y quienes m¨¢s hemos sufrido las consecuencias de los enfrentamientos b¨¦licos, pero si tal es cierto, no es menos cierto que cre¨ªmos haber encontrado el remedio. Pero esa soluci¨®n que consist¨ªa en colocarnos bajo el paraguas defensivo americano, ya no es v¨¢lida. En definitiva, creo que la UE debe seguir participando de un mundo de valores compartidos, a¨²n con matices, con EE UU. Pero para que se nos tenga en cuenta, tendremos que arreglar primero nuestra casa.
Luis Berenguer eurodiputado socialista.
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