Ahora que la guerra ha empezado
Si hay algo que ense?a con claridad la historia de las guerras, es que se pueden predecir muy pocas cosas. En Irak, la fuerza militar m¨¢s temible de la historia de la humanidad ha atacado un pa¨ªs mucho m¨¢s d¨¦bil, en una tremenda disparidad de poder.
Har¨¢ falta cierto tiempo para poder valorar, incluso de forma preliminar, las consecuencias. Es preciso dedicar todos los esfuerzos a disminuir al m¨ªnimo los da?os y proporcionar al pueblo iraqu¨ª los enormes recursos necesarios para que puedan reconstruir su sociedad despu¨¦s de Sadam, a su manera y no como dicten unos gobernantes extranjeros.
No hay motivos para dudar la opini¨®n casi universal de que la guerra de Irak s¨®lo servir¨¢ para aumentar la amenaza del terror y el desarrollo y uso de las armas de destrucci¨®n masiva, con fines vengativos o disuasorios. En Irak, el Gobierno de Bush persigue una "ambici¨®n imperial" que est¨¢ atemorizando al mundo, con raz¨®n, y convirtiendo a EE UU en un paria internacional.
La intenci¨®n expl¨ªcita de la pol¨ªtica estadounidense actual es reafirmar un poder militar que ya es el mayor del mundo, e imposible de desafiar. Estados Unidos puede librar guerras preventivas a voluntad; guerras preventivas, que no acciones para impedir un peligro inmediato. Sean cuales sean los motivos que, en ocasiones, justifican una acci¨®n preventiva a corto plazo, no sirven para justificar una categor¨ªa muy diferente de guerra preventiva: el uso de la fuerza para eliminar una amenaza artificial.
Esta pol¨ªtica sienta las bases para una lucha prolongada entre Estados Unidos y sus enemigos, algunos de ellos creados por la violencia y la agresi¨®n, y no s¨®lo en Oriente Pr¨®ximo. En este sentido, el ataque de Estados Unidos a Irak es una respuesta a las plegarias de Bin Laden.
Lo que el mundo se juega en la guerra y la posguerra es much¨ªsimo. Por no elegir m¨¢s que una de las numerosas posibilidades, la desestabilizaci¨®n en Pakist¨¢n podr¨ªa provocar la venta de armas nucleares descontroladas a la red mundial de grupos terroristas, que muy bien pueden verse fortalecidos por la invasi¨®n y ocupaci¨®n militar de Irak. Es f¨¢cil imaginar otras circunstancias no menos siniestras.
Sin embargo, no hay que perder la esperanza de que se produzcan consecuencias m¨¢s beneficiosas, empezando por el apoyo mundial a las v¨ªctimas de la guerra, de la tiran¨ªa brutal y de las sanciones asesinas en Irak.Un indicio prometedor es que la oposici¨®n a la invasi¨®n, antes y despu¨¦s de producirse, ha alcanzado un nivel sin precedentes. En cambio, cuando el Gobierno de Kennedy anunci¨® -este mes hace 41 a?os- que pilotos estadounidenses estaban bombardeando y arrasando territorio de Vietnam, las protestas fueron casi inexistentes. No alcanzaron ning¨²n volumen significativo hasta varios a?os despu¨¦s.
Hoy existe un movimiento popular contra la guerra a gran escala, comprometido y basado en los principios, presente en Estados Unidos y todo el mundo. El movimiento pacifista actu¨® con energ¨ªa ya antes de que empezara la nueva guerra de Irak. Este dato refleja el hecho de que, a lo largo de los a?os, cada vez hay menos voluntad de tolerar las agresiones y las atrocidades, uno de los numerosos cambios producidos en el mundo. Los movimientos activistas de los ¨²ltimos 40 a?os han tenido un efecto civilizador.
Ahora, la ¨²nica forma que tiene Estados Unidos de atacar a un enemigo mucho m¨¢s d¨¦bil es elaborar una enorme ofensiva propagand¨ªstica que represente a ¨¦ste como el mal supremo o incluso una amenaza para nuestra supervivencia. Eso es lo que ha hecho Washington con Irak. No obstante, los pacifistas est¨¢n ahora en una posici¨®n mucho mejor para detener el pr¨®ximo recurso a la violencia, y ¨¦ste es un aspecto de extraordinaria importancia.
Gran parte de la oposici¨®n a la guerra de Bush se basa en la convicci¨®n de que Irak no es m¨¢s que un caso especial de la "ambici¨®n imperial" en¨¦rgicamente proclamada en la Estrategia de Seguridad Nacional, el pasado mes de septiembre. Para tener cierta perspectiva respecto a nuestra situaci¨®n actual, puede resultar ¨²til observar la historia reciente. En octubre, la naturaleza de las amenazas contra la paz qued¨® destacada con gran dramatismo en la reuni¨®n celebrada en La Habana para conmemorar el 40? aniversario de la crisis de los misiles cubanos, una reuni¨®n a la que asistieron importantes participantes de Cuba, Rusia y Estados Unidos. El hecho de que sobrevivi¨¦ramos a aquella crisis fue un milagro. Nos enteramos de que quien salv¨® el mundo de la destrucci¨®n nuclear fue un capit¨¢n de submarino ruso, Vasily Arjipov, que dio la contraorden ante las instrucciones de disparar misiles nucleares cuando varios destructores estadounidenses atacaron submarinos rusos cerca de la l¨ªnea de "cuarentena" de Kennedy. Si Arjipov hubiera aceptado las instrucciones, el lanzamiento nuclear habr¨ªa desencadenado, casi con seguridad, un intercambio que habr¨ªa podido "destruir el hemisferio norte", como hab¨ªa advertido Eisenhower.
La temible revelaci¨®n resulta especialmente oportuna debido a las circunstancias: la crisis de los misiles tuvo sus ra¨ªces en un terrorismo internacional cuyo fin era "el cambio de r¨¦gimen", dos conceptos hoy muy de actualidad. Las agresiones terroristas de Estados Unidos contra Cuba comenzaron poco despu¨¦s de que Castro se hiciera con el poder y sufrieron una r¨¢pida escalada con Kennedy, hasta llegar a la crisis de los misiles y los a?os posteriores.
Los nuevos hallazgos demuestran con gran claridad los riesgos terribles e imprevistos de atacar a "un enemigo mucho m¨¢s d¨¦bil" para obtener "un cambio de r¨¦gimen", unos riesgos que no resulta exagerado decir que podr¨ªan condenarnos a todos. Estados Unidos est¨¢ abriendo unas rutas nuevas y peligrosas frente a una oposici¨®n mundial casi un¨¢nime.
Washington puede reaccionar de dos formas ante unas amenazas que, en parte, derivan de sus propias acciones y proclamaciones. Una forma es intentar aplacar dichas amenazas prestando atenci¨®n a los agravios leg¨ªtimos y aceptando convertirse en miembro civilizado de una comunidad mundial, capaz de respetar el orden mundial y sus instituciones. Otra es construir m¨¢quinas de destrucci¨®n y dominio todav¨ªa m¨¢s temibles, con el fin de poder aplastar cualquier cosa que consideren un desaf¨ªo, por lejano que sea; lo cual provocar¨¢ nuevos y mayores retos.
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