Roja y rota
Decididamente, el arsenal de recursos dial¨¦cticos del PP es limitado. Siempre acaba acudiendo a los mismos t¨®picos. Consumado el fracaso de Aznar como l¨ªder, despu¨¦s de que las encuestas confirmen que ha sido incapaz de convencer a un solo ciudadano con sus argumentos a favor de la guerra, un PP en apuros recurre al ideario tradicional: la izquierda perversa y las amenazas a la unidad de Espa?a. Una vez m¨¢s se intenta despertar los demonios de la derecha, la Espa?a roja y la Espa?a rota, con la esperanza de que funcione la din¨¢mica del miedo.
No s¨¦ si tiene en cuenta el PP que las generaciones de la guerra y de la inmediata posguerra ya suman poco en este pa¨ªs. Para la mayor¨ªa de los ciudadanos estos fantasmas ya no significan gran cosa. Con una izquierda tan prudente y unos nacionalistas tan aseados -excepto, en parte, en el Pa¨ªs Vasco-, no es f¨¢cil que los viejos miedos todav¨ªa funcionen. O dicho de otro modo, estamos en lo de siempre: la reducci¨®n de la pol¨ªtica espa?ola a la cuesti¨®n vasca. Una estrategia que Aznar ha utilizado recurrentemente. Algunos piensan que le dio la mayor¨ªa absoluta, pero en ning¨²n lugar est¨¢ escrito que sea una opci¨®n forzosamente ganadora. Las ¨²ltimas encuestas aportan un indicio de que tambi¨¦n por esta v¨ªa los c¨¢lculos del Gobierno pueden ser equivocados: Mayor Oreja, la persona que encarna la vasquizaci¨®n de la pol¨ªtica espa?ola, est¨¢ perdiendo apoyos como potencial candidato a la sucesi¨®n de Aznar. Quiz¨¢ la ciudadan¨ªa empieza a darse cuenta de que un se?or que tiene un solo tema -todo lo remite a Euskadi- no es el m¨¢s adecuado para gobernar un pa¨ªs.
Todo poder es conservador y el voto conservador tiene tendencia a sentir la atracci¨®n del poder. Por eso los gobernantes, cuando se sienten en dificultades, apelan siempre al miedo. Lo hace el PP estimulando el voto del miedo, lo hizo el PSOE cuando pint¨® una potencial llegada del PP como el fin del mundo para los pensionistas y como el retorno de los b¨¢rbaros. En los momentos dif¨ªciles, los gobernantes se olvidan del sector m¨¢s activo y renovador del electorado, que es el que acaba provocando los movimientos de cambio. Y este olvido acaba siendo siempre el principio del fin, porque con las apelaciones al miedo se puede quiz¨¢ aguantar un primer envite, pero no el segundo.
Otra vez, pues, con el discurso de la Espa?a roja y rota. Una docena de actos vand¨¢licos, perfectamente aislados, pero debidamente jaleados medi¨¢ticamente, han sido utilizados para presentar a Izquierda Unida como una fuerza de choque bolchevique y al PSOE como un grupo de compa?eros de viaje entregados a la subversi¨®n del sistema. La propaganda tiene siempre un l¨ªmite: ha de ser m¨ªnimamente cre¨ªble. Contar pel¨ªculas a distancia infinita de la realidad s¨®lo sirve para seguir restando credibilidad al que las explica. La ciudadan¨ªa lleva semanas viendo a diario manifestaciones masivas, pac¨ªficas y con gentes de todas las gamas de edad, ideolog¨ªa, sexo y color. La ciudadan¨ªa lleva a?os viendo a esta izquierda tan mansa que lidera Zapatero. ?C¨®mo alguien puede creer la historia que nos cuenta el Gobierno? Si algo da miedo no son los manifestantes, son quienes han metido al pa¨ªs en una guerra de la que nadie entiende ni el porqu¨¦ ni los beneficios para Espa?a. Una guerra que para muchos ciudadanos, seg¨²n reflejan las encuestas, ha hecho al pa¨ªs m¨¢s inseguro de lo que era. ?Tambi¨¦n cuenta el Gobierno con este efecto colateral de la guerra? ?Conf¨ªa Aznar en que el miedo a un atentado islamista acerque voto al poder?
Las cosas pueden ser m¨¢s serias en el apartado Espa?a rota. Si hay que ser muy mayor y tener mucha memoria para ver la izquierda como amenaza en Espa?a, el terrorismo vasco es una base muy real sobre la que construir un relato de ruptura que galvanice al miedo. El debate preelectoral catal¨¢n, en que ha aparecido una vez m¨¢s la cuesti¨®n de la reforma estatutaria, es un buen pretexto para el discurso del Gobierno. La escenificaci¨®n de la ruptura PP-CiU, un recurso preelectoral habitual, que ni siquiera es necesario que est¨¦ escrito en los acuerdos de coalici¨®n, como algunos pretenden, es otro factor que ayuda a hinchar el globo.
El problema de este globo es lo que tiene de juego del aprendiz de brujo. Falsear los problemas es un modo de radicalizarlos. En Catalu?a hay una amplia mayor¨ªa parlamentaria -de la que s¨®lo queda fuera el PP, que siempre ha sido una minor¨ªa- que piensa que Catalu?a es una naci¨®n. De esta premisa de partida, surgen interpretaciones diferentes. Esquerra Republicana aplica sin eufemismos el principio una naci¨®n-un estado, conforme al discurso de autodeterminaci¨®n cl¨¢sico; CiU practica la ambig¨¹edad acerca de su programa de m¨¢ximos y sigue apelando a la profundizaci¨®n del Estatuto, y el PSC, gobernado por Maragall, al que, como a su abuelo, le duele Espa?a, quiere una Catalu?a fuerte que ayude a redimir a nuestros amados vecinos. Esta gama de colores coincide en un punto: m¨¢s autogobierno. Y esto es lo que piden. Nada tiene que ver esto con la ruptura de Espa?a.
A Maragall le gusta hablar del tri¨¢ngulo Espa?a-Catalu?a-Euskadi, para decir que una soluci¨®n satisfactoria para el autogobierno en Catalu?a desactivar¨ªa considerablemente la cuesti¨®n vasca. Pero viendo como el Gobierno acude sistem¨¢ticamente a los mismos argumentos en caso de apuro, empieza a ser leg¨ªtimo preguntarse si realmente le interesa desactivar el problema vasco. En cualquier caso, no se puede felicitar por su sentido de la responsabilidad ni por su capacidad de imaginaci¨®n a un Gobierno que f¨¢bula una alianza entre los nacionalismos perif¨¦ricos, los socialistas y los antiglobalizaci¨®n. Gobernar no da derecho a decir cualquier tonter¨ªa.
Ciertamente en las movilizaciones contra la guerra hay much¨ªsima gente, de todas las clases, ideolog¨ªas y posiciones. Tambi¨¦n del PP, aunque Aznar no quiera verlo. Pero esta coincidencia contra la guerra no compromete mayormente a nadie. Pintarlo como un frente popular es penosa demagogia. Ni siquiera llega a populismo. Y ah¨ª est¨¢ el problema: en la idea restrictiva de la democracia que el PP vende. A un a?o de unas elecciones, el se?or Aznar, que no se volver¨¢ a presentar, argumenta que algunos quieren ganar en la calle lo que no pueden ganar en las urnas. ?Qu¨¦ idea de democracia es ¨¦sa? ?Elecciones cada cuatro a?os y, en medio, todos callados excepto los medios de comunicaci¨®n controlados por el Gobierno? ?D¨®nde si no en la calle, en los medios de comunicaci¨®n, en todos los ¨¢mbitos de la actividad social, deben los partidos pol¨ªticos defender y difundir sus ideas, sus propuestas y sus posiciones? Detr¨¢s del reactivo discurso del PP, que retrotrae a los peores t¨®picos de la derecha espa?ola, ¨¦sta es una idea de democracia en la que el Gobierno campa con un monopolio absoluto del poder y la informaci¨®n y los dem¨¢s est¨¢n en sumiso silencio hasta que llega la campa?a electoral.
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