Jorge Volpi resucita al Quijote para pasearle por los escenarios m¨ªticos de la izquierda
El joven escritor mexicano, tras el ¨¦xito de 'En busca de Klingsor', publica 'El fin de la locura'
El Quijote tiene de bueno que se reencarna. Los cl¨¢sicos tienen un punto budista y m¨¢s si hay autores con aire de monjes tibetanos que los devuelven a la vida. Es lo que ha hecho Jorge Volpi (M¨¦xico, 1968), enfant terrible de la literatura latinoamericana, agitador de la corriente del crack, que publica ahora El fin de la locura (Seix Barral), segunda parte de una trilog¨ªa sobre el siglo XX que empez¨® con En busca de Klingsor y que ahora contin¨²a con el paseo de un ¨¢lter ego del Quijote por los escenarios m¨ªticos de la izquierda: "Es una mirada cr¨ªtica al progresismo, pero desde dentro", afirma.
?C¨®mo se deshace un escritor latinoamericano del boom de los sesenta? Pues se agarra un g¨¦nero como el thriller con ingredientes cient¨ªficos, se le ubica en Centroeuropa y se le pone por t¨ªtulo algo que suene a manido y poco po¨¦tico como En busca de Klingsor; se gana un Premio como el Biblioteca Breve, de Seix Barral; despu¨¦s se saca carnet de un movimiento regenerador al que llaman crack junto a otros como Ignacio Padilla o Eloy Urroz y luego regresa uno a las ra¨ªces, si quiere, despu¨¦s de consagrarse a ambos lados del Atl¨¢ntico.
Es lo que hace ahora Jorge Volpi con la segunda parte de la trilog¨ªa sobre el siglo XX, titulada El fin de la locura. "En Klingsor analic¨¦ un hecho tan traum¨¢tico como la Segunda Guerra Mundial; ahora, mi personaje An¨ªbal Quevedo se pasea por escenarios claves de la izquierda desde 1968 hasta la ca¨ªda del muro en clave de novela de aventuras y picaresca con el referente claro de El Quijote. En la tercera parte, que todav¨ªa no tiene ni t¨ªtulo, utilizar¨¦ la ciencia-ficci¨®n para describir lo que ha pasado despu¨¦s de 1989", adelanta Volpi, que actualmente vive en Par¨ªs, donde dirige el Instituto de M¨¦xico.
Con An¨ªbal Quevedo, Volpi desmonta mitos y leyendas de la izquierda. Lo coloca en las revueltas de Par¨ªs, donde enloquece con los escritos marxistas y sobre todo estructuralistas de Jacques Lacan, Roland Barthes, Louis Althusser y Michel Foucault; viaja a Cuba, donde trata a Castro; es testigo de la ca¨ªda de Allende en Chile, vuelve a Francia y acaba en M¨¦xico, donde vive el zapatismo y antes sostiene agrias diatribas intelectuales con Octavio Paz...
Volpi emplea humor, parodia de los g¨¦neros, desde el mon¨®logo freudiano al art¨ªculo de combate, la bibliograf¨ªa pomposa o la carta incendiaria, todo para construir una novela sat¨ªrica con una Dulcinea, Claire, y un Sancho Panza, Josefa Ponce, mano derecha de Quevedo. Todo para sacarle las verg¨¹enzas al progresismo de forma autocr¨ªtica: "Lo que m¨¢s me molesta de la izquierda es su apoyo a dictaduras como la castrista sabiendo que lo son, su ceguera a la hora de apoyar reg¨ªmenes totalitarios, pero es una cr¨ªtica desde casa, porque yo me considero un progresista", afirma Volpi, que no quiere que se le echen encima.
Las nuevas protestas
El escritor, de hecho, contempla encantado el resurgir de los movimientos de protesta estos d¨ªas: "Es algo que empez¨® con los zapatistas en M¨¦xico [algo de lo que sabe lat¨ªn, porque ha hecho una tesis sobre dicho movimiento y los intelectuales] sigui¨® en Seattle y G¨¦nova, con las revueltas antiglobalizaci¨®n y ha conseguido sus mejores resultados ahora", relata Volpi.
En cuanto a su vocaci¨®n completamente rupturista con la novela latinoamericana del siglo XX, Volpi no quiere matar al padre: "Reivindicamos el boom como parte esencial de la tradici¨®n y como voluntad de desarrollar novelas ambiciosas con muchos personajes, pero no queremos caer en el manierismo del realismo m¨¢gico", declara Volpi. A los escritores de la generaci¨®n precedente a la suya, los Aguilar Cam¨ªn, los Enrique Krauze o ?ngeles Mastretta, les fue muy dif¨ªcil despegarse del influjo que desped¨ªan los Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Julio Cort¨¢zar y Garc¨ªa M¨¢rquez. "Es el magnetismo del invento", dice. Quiz¨¢ por eso, Volpi trata de repeler esos imanes.
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