Un monumento: cartas de Valera
Como recopilar cartas privadas es tan complicado -las de Madame de Sevign¨¦, cumbre del g¨¦nero, tardaron m¨¢s de tres siglos en ser ofrecidas completas (?) en su propio pa¨ªs, Francia- todav¨ªa estamos a tiempo de gozar de las de don Juan Valera, cumbre del nuestro, antes de que se cumpla el primero de su muerte, dentro de dos a?os. La edici¨®n de cartas y correspondencias plantea numeros¨ªsimos problemas, que s¨®lo pueden dilucidarse en cada caso particular, pues ¨²nicamente en ellos se resuelve la dial¨¦ctica entre lo "literario" y lo "privado", s¨®lo lo primero podr¨¢ legitimar el infringimiento de lo segundo. As¨ª las cosas, el hecho de que Valera triunfara antes como autor de cartas, poemas y art¨ªculos que como creador propiamente dicho -ingres¨® en la Real Academia antes de publicar las grandes novelas que despu¨¦s le hicieron c¨¦lebre- marc¨® ya la diferencia. Fueron sus cartas las que le hicieron famoso, al pasar a ser p¨²blicas por obra y gracia de sus corresponsales y amigos, que las copiaban, difund¨ªan y publicaban a veces con su permiso, otras sin ¨¦l y hasta corregidas o censuradas en ocasiones. En la primera edici¨®n p¨®stuma de sus Obras completas (1905-1935) en 53 tomos que dirigi¨® su hija Carmen antes de la guerra, se publicaron ya dos vol¨²menes de cartas, que se recogieron en el tercer tomo de la de Aguilar (1947-1958) en la posguerra, pero despu¨¦s, tras las llamadas de atenci¨®n de B¨¦nder, Bonafoux, Rodr¨ªguez Mar¨ªn, Azor¨ªn, Jos¨¦ Luis Cano, V¨¢zquez-Dodero, Fern¨¢ndez Montesinos y Bermejo Marcos, se ha desencadenado la publicaci¨®n de cartas sueltas (por parte de Aza?a y Bravo-Villasante en sus libros) o en colecciones parciales bien rescatadas por Cyrus C. de Coster, Artigas-Sainz Rodr¨ªguez, Mar¨ªa Brey de Rodr¨ªguez-Mo?ino, Matilde Galera, S¨¢enz de Tejada y Leonardo Romero m¨¢s recientemente, que es quien coordina y dirige esta edici¨®n que se presenta como la m¨¢s completa sin decirlo, pues piensan que a¨²n habr¨¢ m¨¢s descubrimientos.
JUAN VALERA: CORRESPONDENCIA, I (1847-1861)
Edici¨®n de Leonardo Romero Tobar, Mar¨ªa ?ngeles Ezama Gil y Enrique Serrano Asenjo
Castalia. Madrid, 2002
784 p¨¢ginas. 58 euros
S¨®lo confiaba en el trabajo, en la educaci¨®n y en la austeridad para salvar a un pa¨ªs sumido en la crisis del 98
Don Juan Valera y Alcal¨¢-Galiano (1824-1905), casi arist¨®crata (su madre era marquesa y el t¨ªtulo pas¨® a un hermanastro anterior), diplom¨¢tico, pol¨ªtico y escritor -poeta, dramaturgo, narrador, novelista, periodista, cr¨ªtico, traductor y epistol¨®grafo incesante-, encontr¨® su verdadera vocaci¨®n como tal escribiendo cartas sin parar, p¨²blicas o privadas, de las que muchas se han perdido o destruido, o todav¨ªa siguen secretas, pero que se han abierto paso inexorablemente durante el siglo transcurrido desde su muerte, y de las que nos quedan hoy m¨¢s de 1.700, que aqu¨ª empiezan por fin a ser recopiladas en una cuidada edici¨®n cautelosamente denominada Correspondencia sin m¨¢s, pues se rechaza lo de "general" o "completa" por no pillarse los dedos. De todas maneras, en vista de este primer volumen de una edici¨®n que constar¨¢ de seis en total (y de las de otras recopilaciones anteriores que he podido consultar), creo que por su cantidad y calidad, don Juan Valera es el epistol¨®grafo de mayor envergadura de la literatura espa?ola de todos los tiempos: un verdadero monumento.
Se trata de una edici¨®n de las
cartas "familiares" y en todo caso "privadas", no de art¨ªculos o cr¨ªticas literarias publicadas en forma de "cartas" seg¨²n los usos de entonces, y de hoy, que tampoco incluyen, por ejemplo, "partes" oficiales o documentos diplom¨¢ticos (terreno todav¨ªa por investigar). Asimismo es una edici¨®n "mon¨®dica" y no "polif¨®nica" pues van los textos de Valera, no los de sus corresponsales -a diferencia de la ¨²ltima francesa de la Sevign¨¦ en tres tomos en La Pl¨¦iade, que ha aumentado el corpus de novecientas cartas a casi mil cuatrocientas-, aunque siempre bien transcritos, corregidos y fichados, y si bien les acompa?a un buen ¨ªndice de personas, personajes, lugares y obras, carece de cronolog¨ªa y notas, con lo que todo viene "a palo seco", sin aclaraciones ni explicaciones, que a veces ser¨ªan necesarias, y sin que se sepan las razones de algunas ausencias, como las de las ediciones de Alberto Card¨ªn de las Cartas desde Rusia (Laertes, Barcelona, 1986), o la de Jos¨¦ Luis Garc¨ªa Mart¨ªn de las Cartas a Est¨¦banez Calder¨®n (Del Pexe, Gij¨®n, 1996), aunque esta ¨²ltima no sea m¨¢s que una reedici¨®n light e incompleta de la de S¨¢enz de Tejada de 1971.
De todas formas, tanta austeri-dad asusta, y quiz¨¢ conviniera algo m¨¢s de limonada ante tanta chicha pura y dura, bien que a los "valerinos" -que supongo que los hay, y m¨¢s de lo que sospechamos- su vida y obra nos sea ya bastante conocida, gracias al cielo y siempre por el momento, tal como van las cosas de la literatura, la historia y la memoria en este horrendo mundo del que estamos siendo desplazados a bombazos y a toda velocidad, por muy virtual que sea.
Hace quince d¨ªas y aqu¨ª mismo, Manuel de Lope dec¨ªa que cambiaba todo Gald¨®s por la correspondencia de Valera, aunque eso sea tambi¨¦n pasarse un pel¨ªn o dos, pues nunca hay nada que cambiar y todo es incomparable, no tan s¨®lo los autores sino sus obras entre s¨ª, que lo son m¨¢s (incomparables) cuanto mejores son (si algunos dicen que el Diario de Gide es su mejor obra ?qu¨¦ haremos con su novela corta Teseo que es su mejor conclusi¨®n?) De todas formas, la libertad y escepticismo de Valera -un conservador liberal de los de verdad, no como los de hoy- son tan grandes que siempre han fascinado a la progres¨ªa y horrorizado a la ortodoxia dogm¨¢tica de sus propios partidarios. De estirpe y filiaci¨®n liberal, amigo de conservadores como Est¨¦banez Calder¨®n, Laverde o Men¨¦ndez Pelayo -y adversario y feroz cr¨ªtico de campeones de la ortodoxia como Donoso Cort¨¦s-, fascin¨® a gente como el gran Aza?a o Montesinos, o Card¨ªn y Garc¨ªa Mart¨ªn a su manera, y ahora hasta a Manuel de Lope.
Y si en su obra de creaci¨®n
-que siempre dentro de su escepticismo, preconiza la libertad, no se olvide, y de ah¨ª la frecuencia de fracasos, muertes y suicidios entre sus personajes- se ve obligado a "guardar las formas", en sus cartas se muestra como es, m¨¢s libre todav¨ªa y quiz¨¢ en esta ausencia de formas se refleja mejor su libertad interior, sus dudas y la gran ventaja de su cr¨ªtica, que aparece como m¨¢s genial todav¨ªa, m¨¢s universal. No gust¨® del romanticismo, ni del realismo, ni del naturalismo, pero supo el primero qui¨¦n era Rub¨¦n Dar¨ªo y defendi¨® a Baroja y a Valle-Incl¨¢n frente al gran Clar¨ªn. S¨®lo confiaba en el trabajo, en la educaci¨®n y en la austeridad para salvar a un pa¨ªs sumido en la crisis del 98, tan bien reflejada en su gran epopeya final de Morsamor -mal le¨ªda casi siempre como novela hist¨®rica-, que es un relato teos¨®fico-cristiano tan ir¨®nico como heterodoxo. Sus cartas nos cuentan la historia de todo un pa¨ªs y la vida de un triunfador cosmopolita, fracasado, siempre a la cuarta pregunta, eterno seductor -plat¨®nico o carnal- de se?oras y se?oritas del mundo entero, magistral conocedor del griego (aun falsific¨¢ndolo), a quien los "suyos", los "neos" m¨¢s conservadores a quienes defend¨ªan Laverde y su gran amigo y disc¨ªpulo Men¨¦ndez Pelayo, le impidieron llegar a ser embajador en el Vaticano, hay que verlo para creerlo, y as¨ª seguir ley¨¦ndolo con el m¨¢ximo provecho siempre
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