M¨¦dicos y enfermos
La tragedia ocurrida en un Hospital madrile?o fue terrible, cuando una m¨¦dico acuchill¨® a varias personas que pasaban a su alrededor. Que sea m¨¦dico, la perturbaci¨®n mental que se supone y el escenario hospitalario, convierten al hecho en algo inusual y de gran impacto emocional en todos nosotros. Eso est¨¢ claro y justifica nuestra conmoci¨®n. Pero tampoco debemos exagerar las conclusiones.
Digo esto porque alguna asociaci¨®n est¨¢ pidiendo controles rigurosos de los facultativos y otra organizaci¨®n anuncia la implantaci¨®n de unidades especiales para atender a m¨¦dicos con problemas psiqui¨¢tricos. Me parece bien, pero ?por qu¨¦ no incluyen a pol¨ªticos, profesores de universidad o a polic¨ªas? Seamos sinceros, la verdad es que no soportamos la idea de que un m¨¦dico pueda estar enfermo. Es m¨¢s, nos parece una traici¨®n. No nos acostumbramos a que sean como los dem¨¢s, una idea absurda que hasta ellos llegan a creerse. El otro d¨ªa fui al m¨¦dico que se ocupa de mis m¨²ltiples dolencias y me dijeron que no me pod¨ªa atender porque estaba enfermo. ?Creer¨¢n ustedes que lament¨¦ su enfermedad? Pues no se?or, lo ¨²nico que pens¨¦ fue en cambiar de m¨¦dico porque no me parec¨ªa serio que estuviera peor que yo. Si no sabe cuidarse a s¨ª mismo, ya me dir¨¢n. Ahora bien, la peor experiencia es visitar a tu psiquiatra de todas las semanas y encontrarlo deprimido o que te digan que se suicid¨® el otro d¨ªa. Eso s¨ª que es duro, pr¨¢cticamente es una groser¨ªa.
El otro aspecto es el de la enfermedad mental. Seg¨²n parece todos los que matan, en serie o por selecci¨®n, son perturbados. De lo que se deduce que los enfermos mentales son violentos. Tampoco es eso. En primer lugar, los datos patol¨®gicos que pude escuchar es que esa doctora hablaba sola y hasta escrib¨ªa con el ordenador apagado. Sin ir m¨¢s lejos, el otro d¨ªa me encontr¨¦ en un pasillo de la Universidad con un profesor que iba hablando solo. Durante unos segundos tuve dudas metaf¨ªsicas sobre si ten¨ªa que denunciarlo, al estilo de Arenas, pero llegu¨¦ a la conclusi¨®n de que era mejor no meterse en l¨ªos. Con tan mala fortuna de que lo dije en voz alta cuando pasaba un alumno a mi lado, que sonri¨® maliciosamente como si confirmara lo que ya hace tiempo sospechaba de m¨ª. En cuanto al computador, no es la primera vez que escribo unos p¨¢rrafos mirando al teclado y, cuando levanto la vista, veo a un bicho moviendo las patas que se comi¨® todas mis letras. Y no es una alucinaci¨®n, es un virus persistente, casi de la familia, que se indigesta continuamente con lo que escribo.
No lo duden. Es m¨¢s probable que te saque los h¨ªgados un supuestamente normal que pasa por la calle y m¨¢s todav¨ªa si es un conocido, antes de que un enfermo mental se ponga violento con los dem¨¢s. Adem¨¢s de ser cierto, estoy seguro de que alguna universidad americana lo demostr¨® hace ya tiempo.
La tragedia del hospital fue terrible. Pero lo que nos molesta de verdad es que los m¨¦dicos sean mortales como los dem¨¢s y que cualquiera de nosotros pueda llegar a ser tan incomprensible y misterioso como nos parece un enfermo mental. Pero s¨®lo son los prejuicios del indigente, porque primero nos abandonaron los dioses y ahora les toca a los m¨¦dicos. Menos mal que todav¨ªa nos queda Bush.
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