Viaje de invierno
Vivimos tiempos poco propicios para conectar con el esp¨ªritu del Winterreise (Viaje de invierno). Como toda guerra, la de Irak nos presenta la muerte en su dimensi¨®n m¨¢s colectiva, mientras que en la partitura del mi¨¦rcoles aparece contemplada desde un ¨¢ngulo radicalmente individual. La colecci¨®n de poemas de M¨¹ller que Schubert music¨®, refleja el viaje hacia la muerte de un individuo aislado, sufriendo -pero buscando tambi¨¦n- la soledad m¨¢s absoluta, en un paisaje helado, con una corneja como ¨²nica compa?¨ªa. Se trata, adem¨¢s, de una muerte deseada: dif¨ªcil conexi¨®n, tambi¨¦n, con la muerte que se impone, por la fuerza de las armas, sobre un pueblo con ganas de vivir.
A pesar de todo, Andreas Schmidt consigui¨® sumergir al p¨²blico en esa atm¨®sfera tan distinta a lo que preocupa ahora en la calle, y nos hizo viajar con Schubert a ese bosque desolado del abatimiento individual. El bar¨ªtono alem¨¢n no tiene una voz deslumbrante. Tampoco su versi¨®n fue comparable a lo que se ha convertido ya en mito: las grabaciones que Fischer-Dieskau o Hans Hotter hicieran de este ciclo. Pero s¨ª que dijo las cosas con verdad, s¨ª que nos supo contar, m¨¢s que la historia, la fr¨ªa determinaci¨®n del viajero, la imposibilidad de una soluci¨®n amable, la melancol¨ªa casi ya vac¨ªa de deseo, los g¨¦lidos presagios de la naturaleza. Andreas Schmidt, en un contexto poco favorable, con ciertas carencias en su instrumento e, incluso, con un uso muy discutible de los resonadores (la voz resultaba demasiado cranealizada), puso sobre el tapete la esencia del drama. Y no es otra la tarea de un int¨¦rprete de Lied.
Ciclo de Lied
Andreas Schmidt, bar¨ªtono. Rudolf Jansen, piano. Winterreise, de Schubert. Palau de la M¨²sica. Valencia, 2 de abril de 2002.
Contribuyeron en esa finalidad, indudablemente, su seriedad y su contenci¨®n. Lo lastimero quedaba eliminado por completo. No hay grandes aspavientos en esta obra de Schubert. Es sencilla, esencial e implacable. Sobran aqu¨ª los grandes gestos. Se trata de ir al grano, de dejar desnuda la m¨²sica. Y as¨ª lo hizo.
Tambi¨¦n le ayud¨® Rudolf Jansen, celoso defensor del papel que, en el Winterreise, dio Schubert al piano. No fue totalmente limpia la pulsaci¨®n y, a veces, acentu¨® demasiado el volumen. Pero conoc¨ªa y sent¨ªa bien la partitura, y sab¨ªa lo que su instrumento deb¨ªa aportar, en cada momento, para crear la desolaci¨®n, la soledad y el invierno. Supo tambi¨¦n convertirse en la corneta burlona del postill¨®n que, naturalmente, no trae cartas para el viajero. Supo ser bien abrupto y bien tajante al desmentir el sue?o de primavera que describe el texto, y supo no tener prisas en los ostinatos del organillero viejo y tambaleante, para darnos tiempo a que calase bien el absurdo de una vida que, en estos lieder, aparec¨ªa sin sentido.
Al salir del concierto, sin embargo, se esfumaron pronto esos par¨¢metros de soledad: en toda la ciudad sonaban las cacerolas de una protesta, bien colectiva esta vez, contra la muerte de cientos de personas.
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