A prop¨®sito de 'Apache derribado'
En su art¨ªculo Apache derribado, publicado el d¨ªa 2 en esta misma secci¨®n, el amigo Mart¨ª Dom¨ªnguez extrapola de manera inteligente el argumento del film Black Hawk derribado para referirse a la guerra de Irak. Y es cierto que, visto el desarrollo de la actual conflagraci¨®n, uno no puede sino recordar de inmediato la sintaxis de la pel¨ªcula de Ridley Scott, modulada por la est¨¦tica impecable caracter¨ªstica del director de Alien. Denunciando el com¨²n patr¨®n de las guerras reales y las cinematogr¨¢ficas, que es lo que me ha parecido leer entre l¨ªneas en el art¨ªculo de Mart¨ª, se desenmascara de alg¨²n modo la confluencia americana de dos de sus fuentes de ingresos m¨¢s conspicuas: la industria armament¨ªstica y la del entretenimiento. Las pel¨ªculas coloniales -las que narran los avatares de los marines en el extranjero- se refieren al mismo tiempo a ambas realidades, y de ah¨ª su ¨¦xito -industrial-.
Me gustar¨ªa, con todo y con eso, a?adir algunas consideraciones a las de Dom¨ªnguez. A m¨ª tambi¨¦n me sorprende la manera, al parecer definitiva, con que Hollywood nos ha ense?ado a ver las guerras -tambi¨¦n las guerras modernas-. No hace mucho un reportaje de televisi¨®n recuperaba el testimonio de algunos pilotos que participaron en las hostilidades de la llamada guerra del Golfo, y llamaba poderosamente la atenci¨®n el que se refirieran a sus impresiones de la batalla defini¨¦ndola literalmente as¨ª: "It was like in the movies". En realidad, ellos hab¨ªan aprendido a ver la guerra -y el patriotismo, quiz¨¢ tambi¨¦n la compasi¨®n- "in the movies" y s¨®lo las heridas de fuego aut¨¦ntico -y desde luego la muerte- les hubieran podido hacer entender que aquello era un poco m¨¢s real, pero eso es dif¨ªcil a seis mil metros de altura. Lo que sorprend¨ªa a Mart¨ª Dom¨ªnguez es esa desconsideraci¨®n de base en las pel¨ªculas de Hollywood hacia la figura del enemigo, que es una masa informe de flacuchos somal¨ªes, no menos escu¨¢lidos vietnamitas, o bien pat¨¦ticos ¨¢rabes bigotudos. El modelo de esa visi¨®n no es dif¨ªcil de encontrar: en el western -ya desde la ¨¦poca muda-, los indios son una turbamulta confusa que van cayendo como moscas ante los reflejos de un buen winchester. Que el modelo ha servido y servir¨¢ lo demuestran sus sorprendentes derivaciones: como recordaba M. ?. Bastenier en otro art¨ªculo reciente -La segunda muerte de Gary Cooper-, la propia actitud tradicional de los Estados Unidos en el mundo, ese aislacionismo inhibitorio que s¨®lo se despereza cuando el gigantesco pa¨ªs se siente atacado en carne propia, encuentra su reflejo en las pantallas en la figura del reluctant sheriff que encarn¨®, quiz¨¢ mejor que muchos otros, la honestidad espigada de Gary Cooper.
Pero a pesar de todo lo dicho -o precisamente por eso-, este cronista debe recordar ahora que nunca ha sido antiamericanista, ni siquiera antiamericano. Envenenados por su cine -?y qui¨¦n no?-, es posible que los estadounidenses se nos aparezcan a menudo, en cualquiera de sus cuestionables intervenciones por el mundo, como esos cow-boys odiables porque siempre quieren vencer -cuando los europeos, acostumbrados a derrotas de treinta a?os, nos miramos estos asuntos con un poco m¨¢s de fatalismo-. Pero hay que recordar aqu¨ª el triste af¨¢n con que los nazis, al final de la segunda guerra mundial, corr¨ªan a rendirse ante el ej¨¦rcito de las barras y estrellas, huyendo de la contundencia humanitaria de los rusos. O la manera con que los propios marines trataron a sus prisioneros en Vietnam -fuera de casos aislados y sobradamente deplorados-, en contraste con la que tuvieron a gala usar los vietnamitas vencedores con los americanos capturados en la sangrienta il¨ªada asi¨¢tica. Supongo que, tal como van las cosas, puede ser ampliamente impopular recordar el humanitarismo impl¨ªcito en la actuaci¨®n hist¨®rica de las tropas estadounidenses -y continuar demand¨¢ndolo, en Irak y en Guant¨¢namo-, sea tan opinable como se quiera la pol¨ªtica de su Departamento de Estado para pasearlas por el mundo.
La guerra es un mal asunto. Personalmente, no acabo de ver claras las razones ¨²ltimas del pintoresco ex alcoh¨®lico George Walker Bush para invadir Irak -m¨¢s all¨¢ de restaurar el honor incompleto de su padre, lo que parece una broma de famiglia-, y no digamos las de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar para hacerle de monaguillo. Pero tener que gritar "Guerra no" para poder congratularse de un posible triunfo de Sadam Husein en esta contienda... Supongo que deber¨ªamos encontrar la manera de desear racionalmente la ca¨ªda de este s¨¢trapa magrittiano sin darle a los intereses norteamericanos un salvoconducto ilimitado. Cada guerra tiene paradojas de este tipo.
En los films de Hollywood -a¨²n del mejor Hollywood, hay que decirlo-, el enemigo es una cohorte confusa, gris y amontonada. Me parece que en toda guerra es dif¨ªcil que cada combatiente no aprenda a contemplar al adversario con esos mismos ojos -tu aduc¨ªas, Mart¨ª, razones antropol¨®gicas, y buenas ser¨¢n-. Pero lo que es una conquista -una conquista democr¨¢tica- es el convencimiento de que hay que tratar a ese mismo enemigo de buenas maneras cuando se le ha vencido, y se le ha capturado. Ah¨ª, si me apuras, es donde se ven las causas justas. No s¨¦ si esta guerra lo es -supongo que no- pero derribar a Husein deber¨ªa serlo. Y el horror -el horror de Coppola (y Conrad) en Apocalypse Now- continuar¨¢, qu¨¦ duda cabe. Pero no habr¨¢ logrado mistificar nuestros razonamientos.
Joan Gar¨ª es escritor.
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