Jaur¨ªa de caniches
Existe una fotograf¨ªa de Peggy Guggenheim y Jackson Pollock ante Mural (1944) en la que, desde una toma ligeramente escorzada hecha a trav¨¦s de una escultura abstracta de David Hare, vemos al pintor con el traje mal ajustado -parece estar ebrio- y a la mecenas a su lado, con gesto acartonado y sosteniendo un perro en cada brazo. El historiador y cr¨ªtico Thomas Crow (autor del reconocid¨ªsimo Pintura y sociedad en el Par¨ªs del siglo XVIII) se pregunta qui¨¦n es, en realidad, el caniche de la foto. "La pintura misma es la mejor contestaci¨®n de Pollock a la respuesta irreverente. Ella sabe ciertamente que lo es, y que ese saber es la fuente de su evidente orgullo por la obra", escribe.
EL ARTE MODERNO EN LA CULTURA DE LO COTIDIANO
Thomas Crow
Traducci¨®n de Joaqu¨ªn Chamorro Mielke
Akal. Madrid, 2003
246 p¨¢ginas. 25 euros
En 1943, Peggy Guggenheim encarg¨® al artista esta pintura de m¨¢s de seis metros de largo. Pollock tard¨® s¨®lo una noche en cubrirla con figuras caligr¨¢ficas dispersadas y acumuladas, confirmando as¨ª su propio mito, aunque muy poca gente sabe que sufri¨® seis meses de par¨¢lisis creativa frente al v¨¦rtigo que le produjo la empresa. Pollock hab¨ªa pasado de darle una patada al caballete a convertirse en el artista manipulado por los propagandistas americanos. Mural fue tambi¨¦n el lugar ameno de los focos de Vogue, Life y Harper's Bazaar y sirvi¨®, como muchas de las expresiones de la Escuela de Nueva York, a la causa del nacionalismo en la guerra fr¨ªa.
La tesis que maneja Crow en El arte moderno en la cultura de lo cotidiano parte del an¨¢lisis de la implicaci¨®n mutua entre el arte moderno y avanzado y la cultura de masas. Y as¨ª, se pregunta: ?puede acaso la invenci¨®n de la Olimpia de Manet y las poderosas tesis de modernidad de Mallarm¨¦ y Baudelaire separarse de la imagen seductora y nauseabunda que la ciudad capitalista parec¨ªa estar cre¨¢ndose a s¨ª misma? A trav¨¦s de la obra de David y Courbet, las met¨¢foras clamadoras de la resistencia nacional de G¨¦ricault, el collage de Picasso y Braque que hizo pedazos las falsas armon¨ªas de la pintura al ¨®leo, y hasta el austero Mondrian, que vivi¨® el gozo americano de los neones, el tr¨¢fico y la m¨²sica negra comercializada, Crow visita la idea de que la vanguardia ha tenido ¨¦xito cuando ha encontrado una ubicaci¨®n social donde la tensi¨®n entre la negaci¨®n y la tendencia, ¨²ltimamente irresistible, a la acomodaci¨®n, es visible y puede obrar.
El ensayo de Crow es un compendio de persuasivos art¨ªculos que actualizan las teor¨ªas del inexcusable Benjamin, los icon¨®grafos sociales del modernismo, los dial¨¦cticos de la est¨¦tica, defensores de Adorno, los triunfalistas del modernismo y la posmodernidad, sin olvidar a Serge Guilbaut, a Schapiro y a su admirado B. D. H. Buchloh.
Con Warhol encarnado en la Sant¨ªsima Trinidad -el que representa un complejo de intereses, habilidades y ambiciones, y el que valida los experimentos de cultura no elitista muy alejados del mundo del arte-, las pinturas fotogr¨¢ficas de Richter, el apropiacionismo de Elaine Sturtevant y Sherrie Levine, los edificios en ruinas de Matta-Clark o el conceptual basado en la cultura de archivo de Christopher Williams, Crow se dedica a reargumentar y actualizar su ensayo Modernidad y cultura de masas en las artes visuales (1980), que ten¨ªa su base en el an¨¢lisis y documentaci¨®n de la riqueza de la tradici¨®n moderna en aquellos atributos que se empezaba a arrogar el entonces reci¨¦n nacido posmodernismo. Su visi¨®n es la de un centauro que alcanza su mejor diana en el ensayo que le dedica a Jeff Wall, un artista capaz de indagar la historia desde el punto de vista social con sus transparencias iluminadas. El autor compara sus fotograf¨ªas con el ensayo que sobre la obra de Baudelaire hizo Benjamin, en 1938: "Su obra es la disyunci¨®n entre la imagen m¨¢s agresivamente com¨²n y la m¨¢s elevada abstracci¨®n aleg¨®rica". En la formulaci¨®n afor¨ªstica de Benjamin, era la figura de una prostituta la que resum¨ªa el perpetuo desplazamiento de la subjetividad humana, esclava del espejismo capitalista. Ella es "la pura mercanc¨ªa... vendedor y producto en uno".
Hoy, algunos cr¨ªticos se empe?an en borrar la marca benjaminiana, ese shock que rescata el arte de la fantas¨ªa del medio para proclamarlo como algo definitorio de la vida moderna, "el asalto sensorial que confiere a la vida urbana su perpetuo aspecto inquietante". Puede que la imagen de la prostituta o el gigol¨® se les haya colado como icono de arranque en sus ordenadores port¨¢tiles.
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