La emoci¨®n de la m¨²sica
La 42? Semana de M¨²sica Religiosa de Cuenca se ha llenado de extranjeros. A los alemanes y belgas de otros a?os se han unido ahora grupos ingleses y californianos, e incluso la televisi¨®n japonesa con sus c¨¢maras en ristre. No les faltan razones. Cuenca tiene mucho sabor como ciudad tur¨ªstica y una programaci¨®n excelente musicalmente. No tiene que envidiar a nadie.
Las 20 horas comprendidas entre las seis de la tarde del Mi¨¦rcoles Santo y las dos del Jueves Santo, por poner un ejemplo, fueron de las que hacen reflexionar sobre la densidad del tiempo. Fueron de las que hacen agarrarse a la vida con la m¨²sica como flotador. Tres instantes reflejan su intensidad.
Uno. Mi¨¦rcoles, tarde. Bach visita la Casa de Millares. ?Qui¨¦n le quita la etiqueta Bach a Gustav Leonhardt, despu¨¦s de interpretar el papel del compositor en la pel¨ªcula de Straub? Nada que hacer. El clavecinista holand¨¦s es la imagen actual de Bach en la tierra. Entre otras cosas, por su actitud rigurosa y calvinista. Dijo en cierta ocasi¨®n que a Bach no se le puede explicar. Puede que tenga raz¨®n intelectualmente, pero en sus interpretaciones uno siente a Bach m¨¢s cerca. Anteayer toc¨® frente a los cuadros en blanco y negro de Millares que llenan las paredes de la Fundaci¨®n Antonio P¨¦rez. Salt¨® el hechizo de las analog¨ªas. La eternidad de la m¨²sica se puso en correspondencia con la eternidad del arte. En estas circunstancias no se sabe muy bien si Bach es un punto de partida o de llegada, o, simplemente, la idea de la m¨²sica como salvaci¨®n.
Vivaldi, en un balneario
Dos. Mi¨¦rcoles, noche. La m¨²sica es un balneario. A Vivaldi m¨¢s de uno le perdona la vida. Pero, si se escucha una versi¨®n como la de Robert King de Juditha triumphans, no ofrece resistencia. La sensaci¨®n de placer mel¨®dico se asemeja a la de estar en un balneario. Y salen a flote la frescura, el sentimiento, la espontaneidad, la luminosidad. Por medio de los instrumentistas y de los cantantes: una embriagadora Diana Moore, llena de naturalidad y encanto; una poderosa Hilary Summers, rebosante de presencia y fuerza; una sensible Mar¨ªa Cristina Kiehr, de l¨ªnea musical impecable. Las tres horas supieron a poco ante semejante explosi¨®n de belleza. Uno sent¨ªa la proximidad ambiental del Hospital de la Piedad veneciana, tal como lo contaba Alejo Carpentier en su Concierto barroco.
Tres. A la iglesia, el jueves de ma?anita. Ha comenzado, en la de San Miguel, con los Misterios Gozosos, la integral de las Sonatas del Rosario de Franz von Biber con Fabio Bonizzoni y su grupo La Risonanza. Una maravilla, cr¨¦anme. Por originalidad en la estructura de las obras, por la hermosura de unas interpretaciones radiantes de vitalidad. Se me acaba el espacio, pero les seguir¨¦ contando algo de estas sonatas. Pueden convertirse en la gran revelaci¨®n de la Semana de M¨²sica Religiosa de Cuenca.
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