Una exposici¨®n resume en el Kutxaespacio de la Ciencia los cien a?os de historia de la aviaci¨®n
La muestra re¨²ne 90 maquetas de aeronaves, entre ellas una en tama?o real del 'Flyer III'
El 17 de diciembre de 1903, los hermanos Wilbur y Orville Wright protagonizaron los primeros despegues y aterrizajes de la historia de la aviaci¨®n en Kitty Hawk, una playa desierta de Carolina del Norte. Su aeronave, Flyer III, vol¨® 260 metros en el tercer intento, antes de que una de sus alas se rompiera al chocar con la arena al tomar tierra. Ahora, al cumplirse un siglo de este acontecimiento, el Kutxaespacio de la Ciencia de San Sebasti¨¢n propone un recorrido did¨¢ctico por el siglo de historia de la aviaci¨®n a trav¨¦s de 90 maquetas. Entre ellas, la del Flyer III, a escala real.
La exposici¨®n, que permanecer¨¢ abierta al p¨²blico hasta el 14 de septiembre, no arranca ese emblem¨¢tico d¨ªa de diciembre de 1903. Bucea en el pasado m¨¢s remoto para explicar, de forma pedag¨®gica -con paneles y textos informativos-la prehistoria de la aviaci¨®n, con los mitos de Nemrod e ?caro, y las teor¨ªas m¨¢s o menos acertadas que con el tiempo sirvieron de base para construir las primeras aeronaves con motor: desde los estudios cient¨ªficos de Arist¨®teles hasta los trabajos y dibujos de Leonardo Da Vinci.
Volar era una obsesi¨®n para muchos y los pasos en falso sirvieron por lo menos para acabar apuntando hacia un primer camino. Podr¨ªan desplazarse por la atm¨®sfera si lograban idear aparatos m¨¢s ligeros que el aire. Montgolfier y Giffard encontraron la soluci¨®n en los globos y los dirigibles, que con el tiempo "fueron engordando, incorporando hidr¨®geno para el inflado y el motor", y se convirtieron en dirigibles con amplia autonom¨ªa y capacidad de carga", tal y como se explica en la muestra.
Despu¨¦s llegaron los planeadores del pionero alem¨¢n Otto Lilienthal y de Cayley, quien con su detenido estudio de las alas de las aves dio con la clave para construir los primeros aparatos m¨¢s pesados que el aire. En pleno siglo XIX no exist¨ªan motores capaces de impulsar esas m¨¢quinas. Fue la aplicaci¨®n de los motores de explosi¨®n al mecanismo de la h¨¦lice lo que aport¨® la soluci¨®n.
Los hermanos Wright, apasionados por el aire desde que su padre les regal¨® en 1878 un peque?o helic¨®ptero de papel unido por un motor de gomas, decidieron entonces inspirarse en los m¨¦todos de Lilientahl y utilizarlos en el primer aparato a motor. Lo hicieron con el Flyer III, reproducido a gran escala en la muestra del Kutxaespacio. Tiene 12,34 metros de envergadura, 45 metros cuadrados de superficie alada y una longitud de 6,82. El Museo de la Ciencia tiene intenci¨®n de poner en marcha todos los fines de semana y los festivos el motor, para que el p¨²blico vea el funcionamiento de las h¨¦lices de aquel primer aparato.
Junto a ¨¦l, y distribuidas en distintas vitrinas hay otras 89 maquetas en miniatura de planeadores, globos, dirigibles. Y tambi¨¦n de bombarderos, cazas y otras aeronaves para uso militar, pese a que, en agosto de 1914, cuando comenz¨® la Primera Guerra Mundial, a nadie se le hab¨ªa ocurrido a¨²n la utilizaci¨®n b¨¦lica de los aviones. El primer gran enfrentamiento a¨¦reo de la historia no lleg¨® hasta la Batalla de Inglaterra en 1940. A partir de entonces se aceler¨® el desarrollo de la industria aeron¨¢utica, tanto para su uso militar como para tareas comerciales, de salvamento u ocio.
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