Costa urbana (frente a Tabarca)
Paseando recientemente por Santa Pola me encontr¨¦ con una inmobiliaria que bautizaron como "Costa urbana". Supongo que el nombre reconoce una realidad, la transformaci¨®n paulatina del litoral en un continuo edificado, al mismo tiempo que la voluntad, no tan inocente, de acabar por colmatar la costa, de generar una especie de ciudad lineal mar¨ªtima. Se trata de una aspiraci¨®n o pretensi¨®n de promotores diversos, locales y de m¨¢s alto nivel, individuales y empresariales, que mina nuestros atractivos naturales e incluso cierta base de la industria tur¨ªstica, porque una costa hacinada, de playas y acantilados poco visibles por ocupados, con recursos escasos m¨¢s all¨¢ del sol y el mar, parece que tiene un futuro problem¨¢tico. El Mediterr¨¢neo es grande y otros competidores se espabilar¨¢n.
En muchas de las poblaciones tur¨ªsticas el hacinamiento edificado destruy¨® hace tiempo los paisajes naturales, gener¨® una primera l¨ªnea cuya cornisa es un adefesio y una segunda l¨ªnea de calles que, en la mayor¨ªa de casos, no se distingue de la peor periferia de las grandes capitales construida en los a?os sesenta, a lo que hay que a?adir la proliferaci¨®n de adosados y unifamiliares que van extendi¨¦ndose como mancha de aceite. Es cierto que el caos a veces puede tener su encanto pero cuando se produce a base de p¨¦simas arquitecturas y crecimiento sin l¨ªmites acaba en desastre urbano. Algo de eso creamos, puli¨¦ndonos los encantos paisaj¨ªsticos de la l¨ªnea mar¨ªtima, tanto en Santa Pola como en Pe?¨ªscola, en Torrevieja como en Cullera, en...
Despu¨¦s de m¨¢s de veinte a?os de ayuntamientos democr¨¢ticos se puede decir que nuestros municipios han abordado la soluci¨®n de algunas de las maldades heredadas del urbanismo franquista. Ahora disfrutan de equipamientos inexistentes en aquella ¨¦poca, se hizo alg¨²n esfuerzo por frenar la especulaci¨®n, el verde urbano ha aumentado, se trat¨® de atajar la degradaci¨®n de los centros hist¨®ricos, aparecieron pol¨ªticas de protecci¨®n del patrimonio... No es que el balance pueda ser un¨ªvoco y sin sombras pero est¨¢ claro que la democracia vivific¨® nuestras ciudades. Sin embargo, tengo la impresi¨®n que las tramas urbanas costeras dedicadas al man¨¢ del turismo siguen siendo una asignatura pendiente, el desastre construido contin¨²a y se ha acelerado en los ¨²ltimos a?os. S¨ª, se han construido paseos mar¨ªtimos, convertidos en el lavado de cara de esas poblaciones sin que sirvan para atajar el desficaci ni, en la mayor¨ªa de casos, haberse dise?ado con la sensibilidad que exigen playas, dunas y acantilados.
El desastre costero es en parte una consecuencia del tipo de desarrollo urbano escogido, basado en la producci¨®n extensiva e intensiva de apartamentos y unifamiliares, con sus consecuencias de amontonamiento, ocupaci¨®n del territorio y degradaci¨®n del paisaje. Lo que quiero resaltar aqu¨ª es que podr¨ªa adoptarse otro basado en plazas hoteleras, potencialmente menos agresivo con el espacio mar¨ªtimo y premar¨ªtimo al permitir menos ocupaci¨®n de suelo, aunque exigir¨ªa la mayor atenci¨®n a la arquitectura con que se proyectasen los hoteles. Antonio Serrano recordaba en este diario (EL PA?S, 28/9/02) la existencia de estudios que demuestran que, a igualdad de plazas tur¨ªsticas "la opci¨®n hotelera genera menos impactos ambientales, doce veces m¨¢s renta y ocho veces m¨¢s empleo que la opci¨®n segunda residencia". Es cierto que en una sociedad ansiosa hasta el rid¨ªculo por valores inmobiliarios atrae la compra de una vivienda en la costa. Pero tambi¨¦n lo es que el modelo de vacaciones basado en la unifamiliar en propiedad no est¨¢ muy claro que proporcione el descanso buscado, en particular a las personas que contin¨²an en su funci¨®n habitual de amas de casa, ni que se adecue a una vida como la actual con mayores posibilidades de movilidad. Se podr¨¢ decir sin duda que es una cuesti¨®n de gustos, aunque ya que hablamos de ellos hay que recordar que casi nadie alaba el desastre de nuestra "costa urbana".
El malestar urbano aqu¨ª suele ser una cuesti¨®n de contaminaci¨®n visual. Enorme faena: transformar en arquitecturas dignas muchos de los vol¨²menes construidos, reformarlos, tirar algunos, rebajar las alturas en otros, adecuar las dimensiones de sus huecos a las ventajas de captar las brisas mar¨ªtimas, esponjar las tramas costeras, convertir apartamentos en hoteles... No s¨¦ si es posible. La tarea es inmensa, el criterio buscar una costa recualificada, potenciar sus atractivos, evitar la lenta e insensible marea de cemento. En cualquier caso, el debate sobre el tipo de desarrollo tur¨ªstico en su vertiente urban¨ªstica, medioambiental y arquitect¨®nica, es imprescindible.
Por cierto, frente a Santa Pola existe una isla m¨ªtica para los valencianos, que llamamos Tabarca, cuya degradada Iglesia no se puede visitar, cuyo per¨ªmetro amurallado est¨¢ apenas restaurado y cuyas casas necesitan rehabilitarse. Es una visita tur¨ªstica de un d¨ªa, con un atractivo basado en sus encantos naturales y urbanos, empa?ada por la evidente falta de intervenci¨®n p¨²blica en restaurarla. ?C¨®mo es que a ning¨²n pol¨ªtico se le ha ocurrido hacer en ella una inversi¨®n masiva, que ser¨ªa muy inferior a la de Terra M¨ªtica, para facilitar la visita de la ciudadan¨ªa?
Carles Dol? es arquitecto-urbanista.
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