?Puede volver a unirse Occidente sobre Oriente Pr¨®ximo?
Queridos amigos estadounidenses:
Debemos volver a unir Occidente. La comunidad de Europa y Estados Unidos, esa comunidad formada hace 60 a?os y que, para abreviar, llamamos "Occidente", se ha dividido de forma grotesca a causa de Irak. En los ¨²ltimos meses, un nuevo eje euroasi¨¢tico, formado por Francia, Alemania y Rusia, ha hecho frente a la alianza euroatl¨¢ntica de EE UU, Gran Breta?a y Espa?a. Ahora, tras la victoria en Irak, el futuro de Occidente va a decidirse en Oriente Pr¨®ximo. Si nos preocupa Occidente, necesitamos reflexionar juntos sobre qu¨¦ hacer en Oriente Pr¨®ximo.
Porque si, en otro tiempo, la amenaza de la Uni¨®n Sovi¨¦tica nos un¨ªa, ahora Oriente Pr¨®ximo nos divide. S¨ª, ya s¨¦ que tuvimos algunas disputas transatl¨¢nticas espectaculares a la hora de tratar con el bloque sovi¨¦tico, pero, al final, el Ej¨¦rcito Rojo siempre nos obligaba a concentrarnos en la unidad occidental. Hace poco o¨ª a un ex ministro de Exteriores brit¨¢nico que suspiraba: "?Ojal¨¢ volvi¨¦ramos a tener a Br¨¦znev!". Pero ya no hay un Br¨¦znev que vuelva a unir a Europa y EE UU.
"La guerra no ha contribuido a que los musulmanes se sientan c¨®modos en Occidente"
"La amenaza de la Uni¨®n Sovi¨¦tica nos un¨ªa; ahora Oriente Pr¨®ximo nos divide"
Estamos repitiendo, a mayor escala, el error que cometimos en los Balcanes durante los a?os noventa: unos Estados occidentales que, en lo fundamental, no tienen intereses distintos en una regi¨®n, sin embargo llevan a cabo pol¨ªticas diferentes en ella. ?O acaso me pueden explicar en qu¨¦ se diferencian los intereses vitales de Francia, Alemania o Gran Breta?a en Oriente Pr¨®ximo de los de EE UU? Me refiero a intereses vitales, no los secundarios y habituales en cuesti¨®n de competencia por el petr¨®leo, contratos e influencia. Recordemos que varios de los terroristas de Al Qaeda que cometieron los atentados del 11 de septiembre proced¨ªan de Hamburgo. El mundo ¨¢rabe y musulm¨¢n es el lugar en el que la "guerra contra el terrorismo" se ganar¨¢ o se perder¨¢.
Los estadounidenses y los europeos est¨¢n igualmente interesados, por encima de todo, en que la democracia, la paz y la prosperidad se extiendan en Oriente Pr¨®ximo para que Israel, un d¨ªa, est¨¦ f¨ªsicamente conectado a Occidente a trav¨¦s de un mosaico de democracias isl¨¢micas o postisl¨¢micas. Eso significa devolver Irak a los iraqu¨ªes cuanto antes y apoyar su democracia federal o confederal. Despu¨¦s, y con urgencia, significa intentar avanzar hacia unos Estados viables y seguros de Israel y Palestina. Una consecuencia de la guerra de Irak con la que no se contaba es que esa situaci¨®n ya no puede esperar. El problema palestino es en este momento, para el mundo ¨¢rabe y musulm¨¢n -y para muchos europeos-, la prueba de fuego para saber si el Gobierno de Bush es sincero cuando dice que quiere liberar y democratizar Oriente Pr¨®ximo, y no ocuparlo y colonizarlo.
Un proyecto de democratizaci¨®n genuino significa asimismo ayudar a que Turqu¨ªa, vecino de Israel, cumpla los requisitos para pertenecer a la UE, que es una comunidad internacional con criterios exigentes en materia de respeto a los derechos humanos y de las minor¨ªas. En pa¨ªses como Ir¨¢n y Arabia Saud¨ª, significa apoyar las reformas y quiz¨¢ lo que yo denomino refoluci¨®n, es decir, una mezcla de reforma desde arriba y poder popular desde abajo como las que triunfaron en Polonia y Hungr¨ªa en 1989. Debemos escuchar a los habitantes de todos esos pa¨ªses como hicimos en Europa central y del Este durante la guerra fr¨ªa. Ahora, los polacos, h¨²ngaros y checos a los que ayudamos a obtener la libertad forman parte tambi¨¦n de Occidente, y est¨¢n dispuestos a ayudarnos a hacer con y para los pueblos oprimidos de Oriente Pr¨®ximo lo que hace a?os se hizo con y para ellos.
Por cierto, no se piense que tiene que haber una divisi¨®n del trabajo en la que EE UU se ocupe de librar las guerras y Europa se encargue despu¨¦s de la reconstrucci¨®n: "EE UU cocina y Europa lava los platos". Es una costumbre poco saludable para cualquier relaci¨®n moderna, incluso aunque se acepte (cosa que yo no hago) que los estadounidenses vienen de Marte y los europeos de Venus. Europa tiene que cocinar m¨¢s, y EE UU debe lavar m¨¢s los platos.
Por el momento, europeos y norteamericanos ni siquiera perciben la amenaza de la misma forma. Durante la guerra fr¨ªa, Berl¨ªn siempre se sinti¨® amenazada de forma m¨¢s directa que Nueva York; ahora ocurre lo contrario. No tengo ninguna duda de que el derrumbe de las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001, fue el verdadero comienzo del siglo XXI. La combinaci¨®n de armas de destrucci¨®n masiva y terrorismo, sea a manos de Estados irresponsables o grupos criminales, es uno de los principales nuevos peligros para los pa¨ªses libres. Los estadounidenses han abierto los ojos -les han abierto los ojos- a este hecho de forma distinta a la mayor¨ªa de los europeos. Europa todav¨ªa no ha tenido su 11-S. Gran parte del debate o no debate desarrollado en Europa sobre estos aspectos tiene algo de hipocres¨ªa y de t¨¢ctica del avestruz. Tony Blair es la excepci¨®n que prueba la regla. A veces, cuando los europeos critican a Estados Unidos, est¨¢n -en frase famosa de Rudyard Kipling- "burl¨¢ndose de los uniformes que les protegen mientras duermen".
No obstante, no se trata s¨®lo de que los europeos se sientan menos amenazados por el extremismo isl¨¢mico; en otros aspectos, nos sentimos m¨¢s. En la actualidad viven, al menos, 10 millones de inmigrantes musulmanes en la UE, para no hablar de los m¨¢s de cinco millones que viven en otras partes de Europa desde hace siglos, como Bosnia, Albania y Kosovo. Los temores europeos a que esta poblaci¨®n musulmana pueda radicalizarse por los sucesos de Oriente Pr¨®ximo no son ni infundados ni innobles. Durante la pr¨®xima d¨¦cada, Europa recibir¨¢ probablemente a 10 millones de musulmanes m¨¢s, adem¨¢s de otros 60 millones si la UE cumple su promesa de incorporar a Turqu¨ªa, tal como nos insta a hacer EE UU. A medida que la poblaci¨®n europea nativa envejece, pronto podr¨ªamos encontrarnos con que uno de cada 10 europeos es musulm¨¢n. Tenemos un inter¨¦s fundamental en que los musulmanes pac¨ªficos y respetuosos de la ley se encuentren a gusto en Europa y en Occidente en general.
Recordemos que la pol¨ªtica democr¨¢tica en Europa se ha visto sacudida, en los ¨²ltimos a?os, por partidos populistas que han obtenido una parte importante del voto, sobre todo, gracias a un aspecto: la hostilidad hacia la inmigraci¨®n. En Europa, hoy, inmigraci¨®n quiere decir especialmente inmigraci¨®n musulmana: marroqu¨ªes en Espa?a, argelinos en Francia, turcos en Alemania, paquistan¨ªes en Gran Breta?a (acabo de comprar el peri¨®dico en el quiosco de un musulm¨¢n, he recogido mi ropa en el tinte de un musulm¨¢n y he llevado una receta a la farmacia de un musulm¨¢n, todo en la parte residencial del norte de Oxford).
Estados Unidos tiene m¨¢s habilidad que Europa para hacer que inmigrantes de todos los colores y creencias se sientan a gusto. Por supuesto, ayuda el hecho de que, en el pa¨ªs norteamericano, casi todo el mundo es inmigrante o descendiente de inmigrantes. Adem¨¢s, Estados Unidos posee una identidad nacional c¨ªvica de gran cabida, mientras que Europa es un mosaico de identidades nacionales ¨¦tnicas y exclusivas. ?Conocen a alguien que se identifique a s¨ª mismo como "europeo musulm¨¢n"? Parece m¨¢s f¨¢cil que los musulmanes religiosos se integren en una sociedad religiosa pero pluralista, como Estados Unidos, que en las sociedades tan laicas de Europa. He aqu¨ª algo que podemos aprender de ustedes.
Ahora bien, la guerra encabezada por Estados Unidos contra Irak no ha contribuido a hacer que los musulmanes, sobre todo los musulmanes ¨¢rabes, se sientan c¨®modos en Occidente. No hace falta recordar que Estados Unidos tiene alrededor de seis millones de musulmanes propios, y est¨¢n en aumento. La preocupaci¨®n por las repercusiones generales de lo que se va a considerar la ocupaci¨®n neocolonial anglo-americana de un pa¨ªs ¨¢rabe no es cobard¨ªa; es un arma necesaria en la guerra a largo plazo contra el terrorismo.
Asimismo, los europeos tienden a hacer un an¨¢lisis distinto de la amenaza, una reflexi¨®n m¨¢s centrada en las causas pol¨ªticas del terrorismo islamista y, en concreto, el conflicto palestino-israel¨ª. Palestina es la gran causa simb¨®lica del mundo ¨¢rabe musulm¨¢n, abanderada en diversas ocasiones por Osama Bin Laden, Sadam Husein, toda la Liga ?rabe y la calle ¨¢rabe; una adhesi¨®n hip¨®crita, tal vez, pero real. Muchos europeos tienen la sensaci¨®n de que, en la guerra contra el terrorismo, podr¨ªa contribuir m¨¢s a la victoria proporcionar a los palestinos un Estado viable que derrocar a Sadam Husein. En este sentido, Tony Blair es muy europeo. Ha logrado que Washington se comprometa a revivir la Hoja de Ruta
para el proceso de paz entre Israel y Palestina. El otro d¨ªa me deprimi¨® profundamente o¨ªr decir a un pol¨ªtico estadounidense muy bien situado, un dem¨®crata, que no puede esperarse que haya ning¨²n avance real en esta cuesti¨®n hasta las elecciones presidenciales de noviembre de 2004. El Gobierno de Bush tiene que contradecirle. Quiz¨¢, si Bush no hubiera emprendido la guerra contra Irak, Palestina habr¨ªa podido esperar todo ese tiempo; pero la emprendi¨®, y ya no puede ser.
Al llegar a este punto, tengo que mencionar una acusaci¨®n que hacen algunos comentaristas conservadores en Estados Unidos. Dicen que el apoyo europeo a un Estado palestino viable es reflejo de la hostilidad hacia un Estado israel¨ª viable, que, a su vez, es reflejo del antisemitismo ancestral y casi gen¨¦tico de Europa. Los ataques sanguinarios contra sinagogas y jud¨ªos en ciudades europeas se mezclan, en una gran bola europea llena de veneno, con las cr¨ªticas razonables al Gobierno de Sharon y al apoyo incondicional que le ofrece el Gobierno de Bush. Si un europeo critica a Sharon, es que es antisemita. "Lo que estamos presenciando", escribi¨® Charles Krauthammer en The Washington Post el pasado mes de abril, "es un antisemitismo acumulado, la liberaci¨®n -con Israel como detonante- de un impulso de siglos que infect¨® y construy¨® con toda su fuerza la historia de Europa". "Lo que m¨¢s ofende a los europeos", prosegu¨ªa, "es el jud¨ªo armado, el jud¨ªo que se niega a soportar siete atentados suicidas en los siete d¨ªas de Pascua, y contraataca". Aqu¨ª est¨¢ otra vez "esta gente", los europeos.
No me cabe duda de que hoy sigue existiendo antisemitismo en Europa. En pocas palabras, es un antisemitismo de tres tipos. Est¨¢ el antisemitismo violento de algunos ¨¢rabes que viven en Europa, una minor¨ªa dentro de esa minor¨ªa; el repugnante antisemitismo de la extrema derecha, tanto vieja como nueva, y el antisemitismo residual, y sobre todo de palabra, de algunos fragmentos de la poblaci¨®n. Ahora bien, existen much¨ªsimos europeos que son propalestinos sin ser antiisrael¨ªes, y mucho menos antisemitas. Algunos tienen una visi¨®n bastante realista y pesimista de Yasir Arafat y su d¨¦bil y corrupta Autoridad Palestina.
Cargar a esos europeos que critican razonadamente la pol¨ªtica de Ariel Sharon con una acusaci¨®n general de antisemitismo es ofensivo, sobre todo para todos los que, jud¨ªos o no, consideramos que el Holocausto es una parte fundamental de nuestra interpretaci¨®n de la pol¨ªtica progresista. En concreto, muchos de nosotros creemos que todo el proyecto europeo plasmado en la Uni¨®n Europea es, en el fondo, la encarnaci¨®n del "nunca m¨¢s" despu¨¦s del Holocausto.
A nosotros, por nuestra parte, nos preocupa la tendencia de los republicanos conservadores a celebrar y exagerar el poder estadounidense. En especial, c¨®mo exageran la capacidad de Estados Unidos de desplegar dicho poder fuera de las alianzas e instituciones internacionales existentes. Creemos que el unilateralismo de la hiperpotencia se aparta de la tradici¨®n de pol¨ªtica exterior estadounidense iniciada en 1945. Es ceder a la tentaci¨®n que surge al verse -a falta de Br¨¦znev- como ¨²nica superpotencia tras el fin de la guerra fr¨ªa.
La nueva soberbia estadounidense a¨²na una sobrevaloraci¨®n de la dimensi¨®n militar de su poder (en perjuicio de las otras dos dimensiones, el poder econ¨®mico y el poder blando) y una sobrevaloraci¨®n de lo que puede realizar Estados Unidos por s¨ª solo o en peque?as "coaliciones de socios bien dispuestos". Hace poco le pregunt¨¦ a un veterano pol¨ªtico de Washington c¨®mo cre¨ªa que iba a terminar la "guerra contra el terrorismo". "Con la eliminaci¨®n de los terroristas", respondi¨®. Su respuesta me asombr¨®. ?De verdad cree que se puede ganar la guerra contra el terrorismo exclusivamente con m¨¦todos militares y policiales? As¨ª se puede ganar la guerra contra un Estado establecido como el Irak de Sadam Husein, pero no obtener la paz. Lo hemos visto en las calles de Bagdad desde la ca¨ªda de Sadam. Como dijo en una ocasi¨®n Talleyrand, con las bayonetas se puede hacer de todo menos sentarse en ellas. Para salir victoriosos en la "guerra contra el terrorismo", lo que tenemos que obtener es la paz, primero en Irak y luego en Oriente Pr¨®ximo en su conjunto.
Y para obtener la paz hay que comprender el simbolismo. La inolvidable escena en la que un soldado estadounidense cubri¨® la cabeza de la estatua gigante de Sadam Husein con la bandera de las barras y estrellas, y luego se apresur¨® a quitarla, caus¨® un da?o fatal al momento de "ca¨ªda del muro de Berl¨ªn" que pod¨ªa ser el final de esta guerra. El Pent¨¢gono propuso, en serio, que un antiguo director de la CIA fuera el ministro de Informaci¨®n en el nuevo Gobierno de ocupaci¨®n. (Un novelista sat¨ªrico como Evelyn Waugh habr¨ªa palidecido ante un truco c¨®mico tan burdo.) Tambi¨¦n me parece que ser¨ªa un tremendo error no juzgar a los asesinos de masas del r¨¦gimen con arreglo a las leyes internacionales. No se les puede dejar margen para que acusen a los norteamericanos de practicar "justicia de vencedores". Por favor, pidan a la ONU que cree un tribunal especial para Irak, como hizo con Yugoslavia. Despu¨¦s env¨ªen a los dos hermanos de Sadam reci¨¦n capturados y a ¨¦l mismo -en el improbable caso de que se le atrape con vida- a La Haya, al mismo pasillo que Slobodan Milosevic.
Ni siquiera Estados Unidos, el pa¨ªs m¨¢s poderoso de la historia del mundo, puede llevar adelante este proceso por su cuenta. Desde el punto de vista militar s¨ª, pero no desde el pol¨ªtico. Estoy tan dispuesto como el que m¨¢s a deleitarme en el gozo neochurchilliano de nuestra renovada amistad anglo-americana... durante unos cinco minutos. No basta con que haya dos potencias anglosajonas; si se a?ade Australia, nos encontraremos con tres WASP en un desierto. Ah, dir¨¢n, pero es que eso no es todo: Washington asegur¨® que ten¨ªa el apoyo de 45 pa¨ªses en la guerra de Irak. ?A qui¨¦n le hace falta Francia cuando tiene a su lado a la robusta Micronesia? En cuanto a Europa, nos dicen que Estados Unidos se las puede arreglar estupendamente con una combinaci¨®n de la Gran Breta?a de Blair, la Espa?a de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, la Italia de Silvio Berlusconi y lo que Donald Rumsfeld llama la "nueva Europa", es decir, las nuevas democracias de Europa central y del Este que pronto se incoporar¨¢n a la Uni¨®n Europea. He aqu¨ª un argumento importante para el futuro de Europa; un argumento gravemente equivocado.
Mis viejos amigos en las clases pol¨ªticas actuales de Europa central y del Este, antiguos disidentes, suelen ser m¨¢s proamericanos que sus hom¨®logos franceses o alemanes. Agradecen a EE UU su apoyo en la lucha por la libertad; a algunos todav¨ªa les preocupa Rusia; creen en la comunidad de valores transatl¨¢ntica, de la que tan bien ha hablado Vaclav Havel. Sus ciudadanos no est¨¢n tan seguros. A medida que sus pa¨ªses se incorporen a la Uni¨®n Europea, seguramente se identificar¨¢n cada vez m¨¢s con Europa. Pero su mensaje a Washington, Par¨ªs y Berl¨ªn, por encima de todo, es "?Por favor, no nos pid¨¢is que escojamos entre vosotros!". Tienen raz¨®n. Lo subrayo todo lo que haga falta: Occidente tiene que incluir a Francia y Alemania, o dejar¨¢ de existir.
Cr¨¦anme, no defiendo a Gerhard Schr?der ni a Jacques Chirac. Todos los dirigentes occidentales han cometido errores de c¨¢lculo respecto a Irak, incluidos Bush y Blair, pero Schr?der y Chirac lo han hecho especialmente mal. Schr?der aviv¨® de forma oportunista las llamas del pacifismo en Alemania para permanecer en el poder. Chirac se luci¨® en busca del sue?o neogaullista de una Francia capaz de encabezar una alianza del mundo no estadounidense. Su empe?o en vetar una segunda resoluci¨®n del Consejo de Seguridad de la ONU, fueran cuales fueran sus t¨¦rminos, fue un esc¨¢ndalo. Sus cr¨ªticas burdas y arrogantes al apoyo que daba Europa del Este a EE UU han sido tan vulgares como todo lo que ha dicho Donald Rumsfeld sobre la "vieja Europa".
No obstante, los ataques contra Francia en Washington han ido demasiado lejos. (Un amigo franco-americano me cuenta con iron¨ªa que, aunque las patatas fritas del restaurante del Capitolio han dejado de llamarse french fries para llamarse freedom fries
, el men¨² se sigue llamando men¨².) Resulta extra?o tener que volver a explicar que Francia es una de las tierras tradicionales de libertad o, como establecieron los propios franceses, la tierra de la libert¨¦, ¨¦galit¨¦ et fraternit¨¦. Francia es la segunda potencia militar de Europa, despu¨¦s de Gran Breta?a. No se puede plantear ninguna pol¨ªtica europea sin contar con ella.
Es posible que, durante el desastroso preludio diplom¨¢tico a la guerra de Irak, algunos estadounidenses se lamentaran de que Churchill convenciese a Roosevelt para dar a Francia un puesto permanente en el Consejo de Seguridad. Pero Churchill hizo bien: la Europa que deseamos no puede construirse sin Francia. De modo que Washington no debe regodearse en el viejo pasatiempo imperial de divide et impera, divide y manda. Una Europa dividida no nos interesa ni a ustedes ni a nosotros.
Una Europa m¨¢s unida y un EE UU menos arrogante deben trabajar juntos y todos los pueblos de Oriente Pr¨®ximo para hacer por ellos lo que hicimos por los pueblos de Europa central durante la guerra fr¨ªa. ?se puede ser nuestro proyecto transatl¨¢ntico para la pr¨®xima generaci¨®n. As¨ª podremos volver a unir Occidente.
?Nos sentamos a hablar de ello?
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