Con Herodoto en la guerra
La guerra es la degradaci¨®n del hombre al mismo nivel que la bestia. Cada guerra es una derrota para todos. No hay ning¨²n vencedor. He visto muchas guerras, pero recuerdo especialmente c¨®mo acab¨® la II Guerra Mundial. Hubo unos d¨ªas de euforia, pero luego fue saliendo a la luz la enorme infelicidad que la acompa?aba: los mutilados, los ni?os hu¨¦rfanos, las ciudades heridas y arrasadas, la gente irremediablemente enloquecida.
La guerra no termina el d¨ªa en el que se firma el armisticio. El dolor persiste mucho tiempo. Existe un cuento del escritor polaco Jerzy Andrzejeswki que se titula El verdadero final de la gran guerra. El verdadero final de la guerra se produce muchos, muchos a?os despu¨¦s de la declaraci¨®n oficial. En el fondo, la guerra no acaba nunca. La guerra es consecuencia de la interrupci¨®n de las comunicaciones entre los hombres. No hay que olvidar nunca que la capacidad de comunicarse es la esencia de la humanidad. A veces, en momentos como ¨¦stos, uno siente la necesidad de salirse de la corriente del r¨ªo y sentarse en la orilla a observar las cosas desde fuera. Los acontecimientos se suceden, veloces y ca¨®ticos, y engendran remolinos contradictorios e incomprensibles. Es preciso aprender a mirar bajo la superficie, donde todo va m¨¢s despacio y es posible intentar captar la naturaleza profunda de la historia que estamos viviendo, lo que Fernand Braudel llamaba "la larga duraci¨®n".
Yo quer¨ªa escribir un libro sobre la globalizaci¨®n. En el ¨²ltimo a?o y medio he vuelto a viajar por el mundo para recoger material y hablar con la gente, sobre todo en Latinoam¨¦rica. Pero me he dado cuenta de que este mundo cambia tan deprisa, de forma tan radical y violenta, que no puedo escribir ning¨²n libro ni dar ninguna descripci¨®n convincente. No hay tiempo para hacer alguna reflexi¨®n profunda desde fuera. Y, sin embargo, estoy convencido de que lo que hace falta es precisamente intentar hacer una reflexi¨®n serena sobre el mundo. Ahora bien, para hacerla, es preciso distanciarse de los acontecimientos, encontrar una perspectiva m¨¢s amplia y elaborada. Eso es lo que estoy haciendo ahora. Y para ello me he puesto a seguir los pasos de Herodoto: el maestro de todos nosotros, el primer reportero, un fen¨®meno ¨²nico en la literatura mundial.
Herodoto fue el primero que entendi¨® que, para comprender y describir el mundo, hace falta recoger gran cantidad de material y, para ello, uno tiene que salir de su tierra, viajar, conocer a personas que nos relaten sus historias. Nuestra escritura es el resultado de lo que hemos visto y de lo que nos ha contado la gente. Los reporteros somos el resultado de una escritura colectiva. El material de nuestros textos lo constituyen los relatos de cientos de personas con las que hemos hablado.
Herodoto no describ¨ªa el mundo como hac¨ªan los fil¨®sofos presocr¨¢ticos, partiendo de su propio pensamiento, sino que contaba lo que hab¨ªa visto y o¨ªdo en sus viajes. Su filosof¨ªa consist¨ªa en que hay que moverse y descubrir ideas nuevas. Estaba convencido de que las culturas se mezclan y que, incluso cuando hay un conflicto, no tiene por qu¨¦ ser un aniquilamiento. Herodoto polemiza con sus compatriotas, demuestra y prueba, por ejemplo, que los griegos, sin la cultura egipcia, no ser¨ªan nada. Ninguna civilizaci¨®n existe de forma aislada: hay una interacci¨®n constante. Es un cronista y, al mismo tiempo, un patriota griego. Pero nunca emite una palabra de odio. Nunca usa t¨¦rminos como enemigo o aniquilamiento. El lenguaje del odio no tiene lugar en sus escritos. Escoge palabras dram¨¢ticas, que sirven para mostrar la desgracia humana dentro del conflicto. Lo que m¨¢s le importa es destacar las razones de las dos partes. No juzga, da a los lectores las facultades y los materiales necesarios para formarse su propia opini¨®n. Muchas veces, m¨¢s que de cronista, tiene actitud de estudioso: despu¨¦s de narrar, se hace preguntas.
Todo se basa en un interrogante dram¨¢tico: ?por qu¨¦ se hace la guerra? O¨ª hablar por primera vez de Herodoto cuando estudiaba historia en la Universidad de Varsovia, pero est¨¢bamos en el periodo estalinista y sus libros, aunque estaban traducidos, permanec¨ªan guardados en las cajas de la editorial. Porque su obra es una gran apolog¨ªa de la democracia, una acusaci¨®n contra s¨¢trapas y tiranos. Muestra que la guerra era el conflicto entre la democracia y la dictadura, y que la primera venci¨® porque los hombres libres est¨¢n dispuestos a dar la vida por conservar su libertad. En aquella ¨¦poca, en Polonia, publicar un libro que exaltaba la democracia y la libertad, y que condenaba las dictaduras orientales, era imposible. Hubo que esperar a 1954, tras la muerte de Stalin y en un clima de t¨ªmida liberalizaci¨®n, para que se publicaran las Historias.
En 1956, reci¨¦n terminados los estudios, tuve posibilidad de partir al extranjero por primera vez, a India, Pakist¨¢n y Afganist¨¢n, enviado por el peri¨®dico de las juventudes comunistas, El Estandarte de los J¨®venes. La directora me regal¨® para el viaje un ejemplar de las Historias de Herodoto. Con aquel libro inici¨¦ mi viaje en el periodismo, empezando por una escala de dos d¨ªas en Roma. Italia fue el primer pa¨ªs que ve¨ªa fuera del bloque sovi¨¦tico. Desde arriba, me acuerdo, vi una ciudad toda iluminada. Me hizo una tremenda impresi¨®n que a¨²n hoy me dura. Y aquel libro me ha acompa?ado en todos mis viajes. Incluso ahora lo llevo siempre conmigo, como fuente de inspiraci¨®n, reflexi¨®n y placer. Un modelo de objetividad e informaci¨®n completa para nuestro oficio de "investigadores del mundo".
Para muchos, este trabajo no es m¨¢s que una forma de ganar dinero, pero tambi¨¦n hay muchos j¨®venes que se preguntan sobre lo que hacen y buscan maestros y ejemplos (lo veo constantemente en los contactos que mantengo en la universidad, durante conferencias y presentaciones de mis libros). El libro sobre Herodoto ser¨¢ para ellos: lo veis, dir¨¦, hace 25 siglos, vivi¨® un hombre que comprendi¨® que el periodismo es un oficio que debe practicarse con escr¨²pulos, honradez y respeto, y que combate contra el partidismo y el chauvinismo. Herodoto quiso presentar el mundo como un lugar habitado por personas que pueden y deben vivir juntas y en paz.
Mi trabajo es una misi¨®n y debe estar sujeto a unos valores; debe ayudar a mantener el equilibrio del mundo, un orden no s¨®lo pol¨ªtico, sino ¨¦tico. La guerra de Irak tiene muchas facetas. Una de ellas, por ejemplo, es la guerra televisiva entre Al Yazira y CNN, una gran guerra de manipulaci¨®n. Un conflicto de propaganda a trav¨¦s de los medios. Cada uno intenta mostrar la guerra que le conviene para sus fines (tanto nacionales como internacionales). No es ninguna cosa nueva. Hace unos a?os, un amigo m¨ªo, el gran periodista Philip Knightley, escribi¨® un libro que todos deber¨ªan hoy releer: The first casualty (La primera v¨ªctima). En ¨¦l, Knightley muestra que las informaciones sobre las guerras, desde la de Crimea hasta la de Vietnam, siempre se han manipulado. Los re-porteros contaban los hechos de forma bastante objetiva, pero, cuando las noticias llegaban a las sedes de los peri¨®dicos, en Londres o Par¨ªs, se distorsionaban completamente, por razones pol¨ªticas o de conveniencia. De forma que los datos que figuraban en el papel impreso no ten¨ªan ninguna relaci¨®n con la realidad. Si en una p¨¢gina se colocara la informaci¨®n que contaban los diarios y, en la de al lado, los hechos que de verdad hab¨ªan ocurrido, se descubrir¨ªan dos historias opuestas.
La primera v¨ªctima de cualquier guerra es la verdad. Y sigue si¨¦ndolo hoy. He estudiado los comunicados de prensa de la guerra de 1972 entre Israel y Egipto. De creer lo que dec¨ªan, las dos fuerzas en combate hab¨ªan destruido rec¨ªprocamente tres veces los medios reales del enemigo. En cuanto comienza un conflicto, lo que interesa no son las noticias, sino sus efectos psicol¨®gicos. As¨ª se entiende mejor, por ejemplo, la continua destrucci¨®n de la verdad llevada a cabo en Rusia, desde la Revoluci¨®n bolchevique hasta la ca¨ªda de la URSS, e incluso despu¨¦s. Rusia es un pa¨ªs que siempre se ha sentido en guerra, rodeado de enemigos. Por consiguiente, no pod¨ªa haber m¨¢s que una manipulaci¨®n constante de los hechos: nada de objetividad, s¨®lo propaganda. Hoy, la m¨¢quina que selecciona las noticias y las manipula tiene que ser mucho m¨¢s potente, porque todo ocurre bajo la mirada de las c¨¢maras de televisi¨®n. Todo el mundo puede sentirse implicado emocionalmente desde su casa.
Hay que tener presente que en m¨ª han convivido dos oficios: el periodista de agencia de prensa (la agencia polaca Pap) y el historiador-escritor. Ser corresponsal, un trabajo agotador, era mi ¨²nica forma de tener dinero para viajar. Ahora bien, como periodista, ten¨ªa que estar sujeto a los criterios de brevedad y ahorro. No pod¨ªa ofrecer un cuadro completo de la situaci¨®n, en mis art¨ªculos no hab¨ªa sitio para las sensaciones, el trasfondo de las cosas, las reflexiones, los paralelismos hist¨®ricos. Trabajaba en los pa¨ªses del llamado Tercer Mundo y redactaba informaciones muy "pobres". Reduc¨ªa todo a los hechos desnudos. Pero as¨ª imped¨ªa que mis lectores obtuvieran un sentido de las proporciones. Fuera de su alcance quedaba un mundo inmenso. Por eso empec¨¦ a escribir libros. Volv¨ªa de los viajes con un material riqu¨ªsimo que me permit¨ªa, en mi casa de Varsovia, explicar con calma el mundo de aquellos hechos que antes s¨®lo hab¨ªa contado telegr¨¢ficamente.
Nunca he escrito mis libros sobre el terreno ni al instante; algunos, muchos a?os despu¨¦s. S¨®lo as¨ª pod¨ªa entrar, como Herodoto, hasta el fondo de las cosas. Lograba superar el car¨¢cter telegr¨¢fico de los despachos de agencia empleando un lenguaje distinto. Mis viajes de trabajo se convirtieron en la forma de recargar las bater¨ªas del historiador-escritor. Cuando ten¨ªa un d¨ªa libre, tomaba apuntes o cog¨ªa la c¨¢mara de fotos para fijar (como se ve en mi ¨¢lbum Desde ?frica) rostros, colores y todas las cosas que, por desgracia, no es posible describir con n¨²meros y datos. Siempre he intentado unir el lenguaje r¨¢pido de la informaci¨®n con la lengua reflexiva del cronista medieval. Mis libros y mis fotos tienen sabor de autenticidad porque estuve verdaderamente en esos lugares, viv¨ª esas situaciones, a veces incluso con riesgo para mi vida.
Ryszard Kapuscinski, periodista y escritor polaco, fue galardonado ayer con el Premio Pr¨ªncipe de Asturias de Comunicaci¨®n y Humanidades 2003. (Texto recogido por Francesco M. Cataluccio). ? Ryszard Kapuscinski, 2003. Traducci¨®n del italiano de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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