El 'efecto Bagdad'
Los brit¨¢nicos han castigado en los comicios municipales y auton¨®micos el apoyo incondicional de su primer ministro a la guerra en Irak, otorgando a la oposici¨®n conservadora la victoria, con el 34% del voto nacional. Pero, pese a los malos resultados laboristas, la magnitud del correctivo no ser¨¢ presumiblemente suficiente para mandar a Tony Blair a la oposici¨®n en su tercer asalto a Downing Street, en 2005. La otra nota destacada de las elecciones, nubladas por una gran abstenci¨®n, es que acent¨²an el declive de los partidos nacionalistas en Escocia y Gales, a los que sus resultados colocan en la oposici¨®n al laborismo en ambos Parlamentos regionales.
La reprimenda a Blair -seis puntos menos en Inglaterra que en los anteriores comicios locales- se ha hecho evidente en la p¨¦rdida de algunas grandes ciudades de tradici¨®n laborista (Bristol, Birmingham o Coventry), donde la poblaci¨®n musulmana ha dado la espalda al primer ministro. Pero los Gobiernos brit¨¢nicos suelen ser castigados entre elecciones generales, y la escala de la derrota, en la que cuentan tambi¨¦n cuestiones b¨¢sicas de pol¨ªtica interior, es limitada para el est¨¢ndar de las islas. Si Blair ha entendido la lecci¨®n, a partir de ahora mirar¨¢ m¨¢s hacia dentro y menos a Washington.
El triunfo conservador probablemente conseguir¨¢ estabilizar el deca¨ªdo poder tory en los ayuntamientos, pero no alcanza la rotundidad que esperaba el vapuleado partido de Duncan Smith -tras dos estrepitosas derrotas en comicios generales- y que precisa imperiosamente para convertirse en alternativa cre¨ªble de gobierno. Para los conservadores esto parece un falso amanecer. Si los antecedentes sirven de algo, la oposici¨®n conservadora habr¨ªa necesitado superar el 40% de los votos para quitar el sue?o a Blair.
Merecen retenerse los buenos resultados de los liberales-dem¨®cratas, que, con un 30% de los sufragios, obtienen su mejor marca. El sistema brit¨¢nico, sin embargo, hace muy dif¨ªcil para un tercer partido trasladar a una elecci¨®n general las ganancias locales. Muy probablemente, los liberales seguir¨¢n esperando ese momento tantas veces augurado en que una votaci¨®n estelar permita alterar el perfil de un juego pol¨ªtico basado en la alternancia entre laboristas y conservadores.
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