A la espera del AVE
Lleida conf¨ªa en que el tren de alta velocidad ponga fin a su aislamiento
Lleida, el ferrocarril. La marquesina de las v¨ªas del AVE sobresale, gaudiniana, casi pavorosa, por detr¨¢s de las decorativas torrecillas (s¨®lo les falta un tapetito de encaje) de la antigua estaci¨®n. Magn¨ªfico bocinazo. Atruena: deja en rid¨ªculo la propia palabra marquesina. Alguna ancianita leridana se ha quejado del estruendo. Quiero decir alg¨²n arquitecto. La marquesina es violenta. El ferrocarril es violento. Cuando el AVE llega hoy a una ciudad, en especial si se trata de una ciudad como Lleida o como Ciudad Real, llega el ferrocarril. Piafando. Imperioso. Algo indecente. Colonial, claro. ?Abran paso! Cambiando el mundo. Cambi¨¢ndolo. Ten¨ªa que estar en la ciudad a las doce de la ma?ana y quer¨ªa venir en tren desde Barcelona. Expuse respetuosamente mis deseos a Renfe. Me dijeron que pod¨ªa ser. Ten¨ªa que coger un tren a las ocho de la ma?ana y cuatro horas despu¨¦s el tren entrar¨ªa, triunfal, en Lleida. Me felicitaron porque se trataba de la ¨²nica posibilidad. Real, factible.
La capital del Segri¨¤ se situar¨¢ a dos horas de Madrid y a s¨®lo una de Barcelona
El interior de la estaci¨®n a¨²n resulta m¨¢s imponente. Desgraciado color, sin embargo. Para pintar las grandes columnas han elegido el tosco y chirriante azul popular. El bocinazo pierde un poco de potencia, confiado en ganarla. La marquesina est¨¢ todav¨ªa en obras. Aqu¨ª trabajaron Jos¨¦ Gonz¨¢lez Moreiras y Francisco Valerio. Alg¨²n gesto, alg¨²n lienzo, habr¨¢ de recordar que aqu¨ª murieron, cumpliendo como los pioneros, los dos soldadores. Uno ten¨ªa 48 a?os y se estrell¨® contra una viga el 26 de agosto del a?o 2002. El otro tiene 20. Todav¨ªa vive mientras yo estoy aqu¨ª, bajo la lluvia. Pero esta tarde, 6 de mayo, saldr¨¢ el sol, volver¨¢ al trabajo y caer¨¢. Las alturas de la estaci¨®n son un lugar privilegiado para intentar comprender la magnitud de lo que cambia. Lleida gana, de s¨²bito, un terreno comparable al que ocupa la Illa Diagonal en Barcelona. En el centro de la ciudad. Habr¨¢ un parque, 500 pisos nuevos y un edificio dedicado al ocio y el consumo, que ya es lo mismo. Ciento cincuenta millones de euros sobre la ciudad sin que la ciudad pague directamente ninguno. Ciento cincuenta millones de euros: el equivalente a 10 a?os de inversi¨®n municipal directa.
Leyendas del AVE. ?Nada de leyendas! Todo verdadero. La desaforada compra de plazas de aparcamiento en la ciudad. El ingeniero (?microescala!) que compra piso en la mejor zona de la ciudad y va a seguir trabajando en Barcelona. Las grandes empresas constructoras espa?olas que han apartado solares en la ciudad. A dos horas de Madrid y a una de Barcelona, la pregunta es hacia cu¨¢l de los dos lados viajar¨¢ m¨¢s la novedad: Llop, de Urbanismo: "En el turismo, hacia Madrid; en los negocios, hacia Barcelona".
Satisfacci¨®n rebosante. Comprensi¨®n absoluta. Lleida es probablemente el lugar de Catalu?a donde se observan con menor afectaci¨®n del esp¨ªritu los retrasos del ferrocarril. Nadie sabe en la ciudad cu¨¢ndo se pondr¨¢ en marcha. El silencio ministerial, hijo del rid¨ªculo, es cerrado. Pero por aqu¨ª est¨¢n acostumbrados a esperar la ca¨ªda de la fruta madura. Saben que caer¨¢. Es absurdo impacientarse.
Comida. Habas inconcebibles. ?En primavera! Puede que el AVE tambi¨¦n mejore el transporte de materias primas. Los t¨¦cnicos municipales. El alcalde. El alcalde Siurana ha ido fabric¨¢ndose una cara que entre pelos, pliegues, medias sonrisas y ojillos bailones resulta poco menos que inexpugnable. Desde 1979, mandando. Dos a?os de p¨¢nico muy serio cuando le birlaron la alcald¨ªa, a pesar de haberla ganado en las urnas. Pero supo trabajar y esperar. No se pod¨ªa permitir el lujo de la depresi¨®n. Cosa de profesionales. Volvi¨®. En dos a?os no pudieron desordenarle mucho el despacho. La conversaci¨®n, siempre sobre el tren. El alcalde da un dato de inter¨¦s, meditable, sobre los retrasos de las obras. La pr¨¢ctica desaparici¨®n de la Administraci¨®n del Estado en Catalu?a. La falta de control estricto, constante, sobre las empresas constructoras. Por mi parte, la inevitable observaci¨®n de que la Generalitat tambi¨¦n es Estado. La risa sarc¨¢stica del alcalde. La previsi¨®n de todos ellos, natural¨ªsima, de que un nuevo Gobierno de la Generalitat supondr¨ªa para Lleida una explosi¨®n de futuro a¨²n mayor que la del AVE. Largo memorial de agravios.
Declinaciones de un lugar. Lleida. El ferrocarril. La conquista del Oeste.
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