Mala suerte
El Cid es un caso de aut¨¦ntica mala suerte. Cuando no es la espada la que emborrona una faena vibrante es el toro el que mancha de sangre el vestido de torear. Si ayer, la suerte no la tuvo como aliada. Result¨® cogido por el quinto, un toro grande y serio de cinco a?os y medio, que fue manso de salida, derrib¨® con estr¨¦pito en varas y lleg¨® pronto a la muleta. Aunque lo desarm¨® al primer muletazo, se presagiaba faena por la disposici¨®n del torero y la supuesta boyant¨ªa del toro. Pero la alegr¨ªa dura poco en la casa del pobre. Se ech¨® la muleta a la zurda y el toro lo prendi¨® al tercer embite por el muslo izquierdo. El Cid quiso quedarse en el ruedo, pero las asistencias lo convencieron para trasladarlo a la enfermer¨ªa.
Cuadri / Frascuelo, El Cid, Casta?o
Toros de Celestino Cuadri, bien presentados y con cuajo, bravos y de desigual comportamiento; noble el segundo, encastado el quinto y parados el resto. Frascuelo: dos pinchazos, casi entera contraria, tres descabellos y el toro se echa (algunos pitos); pinchazo y un descabello (pitos); en el quinto, cinco pinchazos (bronca). El Cid: pinchazo, estocada trasera, tres descabellos -aviso- y el toro se echa (silencio). Result¨® cogido en el quinto. Contusi¨®n con hematoma en el muslo izquierdo. Pron¨®stico reservado. Javier Casta?o: estocada que hace guardia, un pinchazo, un descabello y el toro se echa (silencio); dos pinchazos (ovaci¨®n). Plaza de las Ventas. 10 de mayo. 1? corrida de feria. Casi lleno.
Mala suerte la de este Cid de buenas maneras, muy torero en su primero, pero no en el plan de figura al que aspira. Le toc¨® el m¨¢s noble de la corrida y su faena fue de m¨¢s a menos. La inici¨® con tres naturales largos, plenos de plasticidad, pero sigui¨® con rectificaciones despu¨¦s de cada pase y se esfum¨® la esperanza.
Frascuelo tambi¨¦n sufri¨® lo suyo, aunque afortunadamente, sali¨® indemne de la plaza.
Cuando se rompi¨® el pase¨ªllo, unos t¨ªmidos aplausos obligaron a saludar desde el burladero al torero madrile?o tan querido en esta plaza. Y cuando se arrastraron sus toros, las ca?as se volvieron lanzas y fue pitado hasta el sonrojo. Ya lo dec¨ªa uno: "Los aplausos, al final". Qu¨¦ raz¨®n ten¨ªa. Al final, si es que te haces merecedor de ellos. Y Frascuelo, ayer, no tuvo su tarde. Que tampoco ser¨¢ f¨¢cil torear cuatro d¨ªas al a?o y tener el d¨ªa bueno la tarde de marras.
Y Frascuelo no la tuvo. Tampoco es que le ayudaran mucho sus hombres. Lo cierto es que recibi¨® al primero con dos ver¨®nicas hondas y una media muy sentida. Pero todo se rompi¨® en banderillas. Y tardar¨¢ mucho tiempo en conocerse los motivos. El primer par, bien, pero el segundo, Dios m¨ªo, el tercero, el cuarto, y as¨ª, hasta perder la cuenta. Desorden, precauci¨®n, pasadas en falso... Una desconfianza inexplicable -bueno, inexplicable desde el tendido, que nadie sabe las fatiguitas que tiene que pasar m¨¢s de uno para llevar un sueldo a casa- que acab¨® con bronca al presidente por cambiar el tercio para dar por finalizado el sufrimiento del subalterno.
Pero ya nada fue igual. El semblante de Frascuelo delataba su desesperaci¨®n. Y la expres¨® como mejor supo: con desconfianza y sin plantarle cara a un toro incierto. El panorama cambi¨® por completo en el cuarto, pero Frascuelo segu¨ªa con el mismo des¨¢nimo. El Andujano sac¨® pecho ante un toro alegre y descastado y coloc¨® dos magn¨ªficos pares de banderillas, que pusieron la plaza en pie. El animal embest¨ªa la muleta con los problemas propios de la casta y Frascuelo no estaba para compromisos tan serios. Despegado y acelerado, a la defensiva siempre, fue desbordado en todo momento. Se demostr¨®, en suma, que torear poco se nota cuando un toro tiene mucho que torear. La bronca lleg¨® en el quinto, al que mat¨® tras la cogida de El Cid, y lo hizo de manera irrespetuosa y poco ortodoxa. Bueno, el heterodoxo fue el puntillero, que se la gan¨® de ¨®rdago el hombre. Y Casta?o, valiente como un le¨®n, se la jug¨® con los m¨¢s feos. En su primero, muy parado, se meti¨® entre los pitones y a punto estuvo de llevarse un disgusto. En el otro, volvi¨® a jug¨¢rsela con capote y muleta, pero el animal se resisti¨® a embestir tras los primeros compases.
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