La memoria del votante
Las encuestas y sondeos sobre las pr¨®ximas elecciones nos persiguen implacables todos los d¨ªas, pero resuelven poco o casi nada. Ya est¨¦n cocinadas, crudas o al punto, indican m¨¢s o menos que puede ocurrir cualquier cosa. Y es l¨®gico, porque cuando nos entrevistan por la calle o por tel¨¦fono, la memoria trabaja recuperando informaci¨®n p¨²blica, lo que se dice y, la verdad, se dice de todo. Pero el d¨ªa de las elecciones nuestra memoria funciona como en un confesionario, es m¨¢s ¨ªntima y personal, utiliza el atajo de nuestros pecados y de nuestros deseos m¨¢s inconfesados. Por eso renuncio de momento a las encuestas, para detenerme un poco en los contenidos y reglas sobre la memoria del votante valenciano.
"Los ¨²ltimos recuerdos nos molestas especialmente, pero todo lo desagradable tiene tendencia a olvidarse"
Hace ya m¨¢s de 30 a?os que los psic¨®logos afirmaron que la memoria, entendida como un almac¨¦n de informaci¨®n, era fundamental para el comportamiento de las personas. Pensaron entonces que no era un caj¨®n de sastre, que ten¨ªa partes con distintas funciones. En la memoria a largo plazo est¨¢n los acontecimientos ya pasados hace tiempo, convenientemente troceados en fragmentos que se relacionan con otras muchas cosas. Por eso, cuando intentamos recuperarlos, tenemos que recoger de aqu¨ª y de all¨¢ hasta conseguir un recuerdo que se parece algo, pero no mucho, a lo que nos ocurri¨® en su momento. Nos recordamos guapos de pantalones cortos o de izquierdas de toda la vida.
En la memoria a corto plazo almacenamos la interpretaci¨®n de acontecimientos de hace poco tiempo, tiene poca capacidad y se olvida r¨¢pidamente, a no ser que la repitamos o nos la repitan de continuo para mantenerla fresca. Es el balance de gesti¨®n, el desastre del Prestige o la guerra que nunca existi¨®.
Por ¨²ltimo, est¨¢ la memoria de trabajo, con m¨¢xima rapidez y m¨ªnima capacidad, encargada de decidir lo que necesitamos en cada momento, asustada por la cantidad de informaci¨®n que tiene disponible en las otras memorias y utilizando atajos, trucos y sesgos poco rigurosos para resolver el problema urgente de ad¨®nde y con qui¨¦n nos vamos este fin de semana para divertirnos un poco, o por qui¨¦n nos decidimos para votar en el ¨²ltimo momento.
En la memoria a largo plazo de nuestro votante, existe una gran cantidad de fragmentos sociales y pol¨ªticos m¨¢s o menos dispersos y distorsionados. Recuerda vagamente la Expo de Sevilla y los Juegos Ol¨ªmpicos de Barcelona, que le llevan sin saber c¨®mo a una Espa?a que se convirti¨® en Europa y a que hubo un extra?o l¨ªo con la OTAN, pero que acab¨® bien. La reconstrucci¨®n de los recuerdos devuelve una imagen que representa a los socialistas haciendo la transici¨®n espa?ola. Es tan absurdo pedir rigor hist¨®rico a la memoria psicol¨®gica, afortunadamente, como exigir menos enfermedad en los hospitales. Pero la memoria pol¨ªtica del pasado tiene extra?as ambivalencias, porque se mezcla con el recuerdo de la angustia diaria al escuchar las noticias sobre esc¨¢ndalos, corrupciones, secuestros y violencias diversas. Hay un cierto sentimiento de alivio al recordar el momento en que se acab¨®.
Sin embargo, en Valencia contin¨²a existiendo una buena memoria de personas en el largo plazo. Todav¨ªa se recupera f¨¢cilmente la figura de Joan Lerma entre los ciudadanos, contin¨²a presente la imagen simp¨¢tica de Carmen Alborch o se recuerda con agrado la buena gesti¨®n de Clementina R¨®denas, por poner s¨®lo unos ejemplos. Existe una extra?a amalgama de lo nacional con lo comunitario en el almac¨¦n de los recuerdos.
La memoria a corto plazo del votante es muy distinta. Es m¨¢s peque?a y con acontecimientos m¨¢s calientes y discutibles. Aparece Zapatero como un b¨¢lsamo para los recuerdos traum¨¢ticos, pero sin la energ¨ªa suficiente para provocar el olvido por interferencia o por deterioro temporal. Aznar, al principio, se almacena como un concepto necesario pero poco simp¨¢tico y termina siendo un recuerdo disponible pero ingratamente accesible a causa de los ¨²ltimos electrochoques. Zaplana ocupa una buena parte de esta ¨²ltima memoria y su significado se reorganiza continuamente, como si fuera una de esas figuras imposibles que aparecen en los manuales de psicolog¨ªa, lleno de sombras pero tambi¨¦n de monumentos emblem¨¢ticos que provocan sonrisas de complicidad, pero que casi todos mencionan con orgullo. Casi nadie puede recuperar las figuras de sus gobiernos, porque se desdibujan hasta en la cercan¨ªa, salvo quiz¨¢ Rafael Blasco a trav¨¦s de sus pol¨ªticas de bienestar que han estado muy visibles en los ¨²ltimos tiempos. Poco m¨¢s cabe en esta memoria inmediata, cualquier cosa nueva tiene que hacerse sitio empujando a los otros acontecimientos. El n¨²mero de tel¨¦fono que deseamos marcar tiene que repetirse continuamente para no olvidarlo. Por eso recitamos en voz alta la guerra de Irak, que desplaza al Prestige, y recordamos el chapapote que desdibuja las bombas y desenfoca el decretazo.
Las ¨²ltimas novedades que incorporamos son las figuras de Camps y de Pla, tel¨¦fonos demasiado nuevos pero que, al menos, ambos comienzan con el prefijo de la Comunidad Valenciana, algo que tranquiliza a muchos y facilita su retenci¨®n.
Pues bien, el d¨ªa 25 de mayo, los votantes valencianos nos desplazaremos hacia las urnas con la memoria a cuestas. Es absurdo pensar que vamos a realizar un c¨¢lculo racional con los recuerdos para tomar una decisi¨®n, todo depender¨¢ de la estrategia que usemos para recordar. Nos enfrentaremos a un problema similar al que aparece en los manuales: en los ¨²ltimos cuatro a?os, ?c¨®mo hab¨ªas pensado vivir y como has vivido en realidad? O tambi¨¦n, ?qu¨¦ prefieres, diez euros seguros con Camps o una posibilidad entre diez de obtener cien con Pla? ?ste s¨ª que es el balance de nuestra gesti¨®n, la decisi¨®n final de todo un recorrido por nuestra memoria de ahora y de entonces.
A d¨ªa de hoy, en estos momentos de la campa?a, tengo la sensaci¨®n de que los ¨²ltimos recuerdos nos molestan especialmente, pero todo lo desagradable tiene tendencia a olvidarse, y quiz¨¢ la estrategia de recuperaci¨®n nos lleve por caminos conservadores. No hay suficiente miedo al futuro como para arriesgarse a un cambio de recuerdos. Pero la campa?a no ha terminado todav¨ªa y todo depende de los ¨²ltimos indicios o de la implantaci¨®n de nuevas estrategias de recuperaci¨®n. Hay que tener en cuenta que actualmente casi nadie recuerda ya los n¨²meros de tel¨¦fono, porque los m¨®viles nos facilitan los nombres y hasta las caras de los que vamos a llamar. Puede que en el ¨²ltimo momento, nos aparezca en pantalla un mensaje que nos resuelva el problema. Por ejemplo, "manifi¨¦state en las urnas, vota EU", o "nunca m¨¢s con m¨¢s de lo mismo, vota PSPV", o tambi¨¦n "la arruga es bella hasta en los pantalones bien puestos, vota PP". Algunos lo tendr¨¢n apagado, pero yo pienso recargar a tope la bater¨ªa por si acaso me resuelven el ba¨²l de los recuerdos.
Julio Seoane es catedr¨¢tico de Psicolog¨ªa Social en la Universidad de Valencia.
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