Crisis global y soberan¨ªa m¨²ltiple
Es vox p¨®puli que la historia la escriben los vencedores. Pero no siempre, pues para eso resulta preciso convencer tambi¨¦n a la opini¨®n p¨²blica. Es lo que ahora pretenden los conquistadores de Irak, que buscan legitimar ex post su invasi¨®n. Y en principio parece que lo van a conseguir, pues el Consejo de Seguridad ha convalidado con justificaciones humanitarias el dominio que Washington detenta de facto, en lugar de exigir responsabilidades por tan flagrante ilegalidad, como debiera. Pero a medio plazo las cosas no est¨¢n claras, pues la victoria militar de los agresores podr¨ªa resultar p¨ªrrica, si no logran traducirla a nueva legitimidad pol¨ªtica.
Para poder escribir la historia los vencedores han de crear nuevas reglas, siendo capaces de imponer su aceptaci¨®n por libre consentimiento de los llamados a obedecerlas. Es lo que por ejemplo sucedi¨® en 1945, cuando los aliados impusieron un nuevo orden mundial mediante la Declaraci¨®n de Derechos de 1948. Debe reconocerse, adem¨¢s, que si los europeos continentales somos hoy dem¨®cratas es gracias a la victoria militar estadounidense, pues sin ella se mantendr¨ªa lo que Arno Mayer ha llamado la persistencia del Antiguo R¨¦gimen. Pero que la cosa funcionase en 1945 no significa que haya de funcionar siempre. Por ejemplo, en 1918 la victoria militar no funcion¨®, pues el sistema de reglas impuesto en Versalles por los vencedores -la Liga de Naciones- fracas¨® estrepitosamente.
?De qu¨¦ depende que haya ¨¦xito o fracaso? En teor¨ªa, hay dos m¨¦todos para imponer reglas: el contractual (Kant) y el coercitivo (Hobbes). Pero este ¨²ltimo fracasa si no se traduce luego en aqu¨¦l. El ¨¦xito de Naciones Unidas se debe a que Washington acert¨® por partida doble: en 1945 impuso su hobbesiana victoria militar y en 1948 acord¨® un kantiano contrato social de alcance mundial. Aquel sistema de reglas entonces otorgado permiti¨® enfrentarse con ¨¦xito a 40 a?os de guerra fr¨ªa evitando que degenerase en holocausto nuclear. Pero tras la ca¨ªda del imperio sovi¨¦tico, aquel sistema de reglas qued¨® amortizado, se torn¨® obsoleto y dej¨® de funcionar -como demostrar¨ªa la incapacidad de enfrentarse al conflicto balc¨¢nico, por lo que se intervino en Kosovo al margen de la ONU-. De modo que hac¨ªa falta sustituirlo por otro nuevo contrato mundial, que Washington, como ¨²nico vencedor de la guerra fr¨ªa, prefer¨ªa imponer unilateralmente a negociarlo multilateralmente. Y el 11-S le proporcion¨® el pretexto que buscaba, sirviendo de acontecimiento precipitante que permit¨ªa abrir un proceso de cambio de reglas. La consecuencia ha sido la invasi¨®n de Irak: una iniciativa unilateral de Washington que significa tanto la abolici¨®n de las reglas de la ONU como el anuncio de la inminente imposici¨®n de un nuevo sistema mundial de reglas otorgadas por quienes monopolizan el poder militar.
El problema es que todo proceso de cambio de reglas implica la apertura de una crisis pol¨ªtica, pues mientras dura el proceso de cambio no hay en vigor regla alguna: las precedentes ya no son obedecidas y las reglas futuras son todav¨ªa desconocidas e inciertas. La sociolog¨ªa de las crisis pol¨ªticas es una cuesti¨®n fascinante, sobre la que Michel Dobry ha propuesto algunas generalizaciones. Ante todo, est¨¢n presididas por la incertidumbre: se sabe c¨®mo empiezan pero no c¨®mo se desarrollan y menos c¨®mo y cu¨¢ndo terminan, pues su imprevisible final est¨¢ abierto a todos los posibles desenlaces. En segundo lugar, durante el transcurso de una crisis el normal determinismo socio-econ¨®mico deja de funcionar, por lo que los actores colectivos y sus agentes pol¨ªticos se independizan de las estructuras sociales cobrando autonom¨ªa propia. Y por ello mismo -en tercer lugar-, el comportamiento tanto de los l¨ªderes como de sus bases deja de ser previsible para hacerse pl¨¢stico, fluido y cambiante, con imprevistas traiciones, rupturas de pactos y cambios de alianzas.
Todo esto sucede cualquiera que sea la escala, tanto en las crisis pol¨ªticas que se producen en un solo pa¨ªs -por ejemplo, durante las revoluciones o las transiciones a la democracia- como en las que afectan al sistema multilateral de Estados -por ejemplo, durante las crisis internacionales o las guerras mundiales-. Pues bien, al invadir Irak, quebrando las vigentes reglas de la ONU, Washington ha abierto una crisis pol¨ªtica de alcance global, que se sabe c¨®mo ha empezado pero que no se puede saber cu¨¢ndo ni c¨®mo acabar¨¢. Y una crisis en la que se dan todos los fen¨®menos identificados por Dobry: traiciones -como la de Aznar a Europa o la de Chirac a EE UU-, volatilidad del determinismo infraestructural -pues las damas de clase media se manifestaron contra la guerra junto a obreros, estudiantes y empleados-, quiebras de las coaliciones previas -pues los partidos que antes apoyaban al Gobierno luego se pasaron a la oposici¨®n-, formaci¨®n de alianzas contra natura -como en Francia, donde a Chirac lo apoy¨® la izquierda m¨¢s que su partido- y ruptura de los v¨ªnculos de lealtad entre los l¨ªderes y sus bases -como les sucede a Blair o Aznar, desmentidos por sus seguidores-.
Y esta situaci¨®n de emergencia, causada por la crisis pol¨ªtica, es la que tambi¨¦n ha generado la extraordinaria efervescencia colectiva de la opini¨®n p¨²blica, que por todo el globo se ech¨® a la calle para protestar contra la guerra. Para explicar tanta movilizaci¨®n antibelicista se suelen aducir dos razones asociadas entre s¨ª. O bien se atribuye su magnitud a la propia monstruosidad de una agresi¨®n tan injusta y gratuita, cuya arbitraria desproporci¨®n de fuerzas despert¨® una indignaci¨®n universal, o bien se recurre al efecto multiplicador que los medios digitales est¨¢n teniendo sobre las diversas redes de interacci¨®n ciudadana -lideradas por los Foros Sociales movilizados contra la globa-lizaci¨®n-, que al enlazar sus plurales anillos entre s¨ª han entrado en resonancia. Pero creo que a¨²n hay algo m¨¢s.
Los te¨®ricos de la movilizaci¨®n colectiva (como Tilly, Skocpol, Tarrow, etc¨¦tera) explican su ¨¦xito a partir de un factor coyuntural como es la debilidad del poder, ya sea que se produzca ¨¦sta como consecuencia de una crisis pol¨ªtica o de una derrota externa, por la divisi¨®n de las ¨¦lites que componen el bloque de poder -a lo que Tilly denomina soberan¨ªa m¨²ltiple- o por una combinaci¨®n de todos esos factores. Pues bien, en el caso de la crisis global que nos ocupa, creo que la raz¨®n que m¨¢s ha influido para espolear la insurrecci¨®n ciudadana ha sido la soberan¨ªa m¨²ltiple. Fue el gesto de desacato de Chirac el que, dando ejemplo a los dem¨¢s (Alemania, B¨¦lgica, Rusia, M¨¦xico, Chile, China, etc¨¦tera), dividi¨® a la ¨¦lite del poder mundial, brindando a los ciudadanos la oportunidad de movilizarse para impugnar un ataque que era ileg¨ªtimo por carecer de respaldo un¨¢nime.
Pero si Francia os¨® dar ese paso adelante, liderando la resistencia contra el poder estadounidense, es porque Washington parece cada vez m¨¢s inconsistente, careciendo de verdadera autoridad moral. Pese a sus espectaculares demostraciones de fuerza militar, que por otra parte s¨®lo emprende contra los m¨¢s d¨¦biles, el poder estadounidense comienza a ser incapaz de imponer su voluntad al resto del planeta, que se resiste a obedecerle con la misma docilidad que antes. El desacato de Chirac s¨®lo fue un primer aviso que podr¨ªa repetirse, por lo que resulta improbable otra nueva guerra de Irak.
Enrique Gil Calvo es profesor titular de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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