Irene Opdyke, una joven polaca que ocult¨® jud¨ªos durante el holocausto
Irene Gut Opdyke, que arriesg¨® su vida en la II Guerra Mundial al ocultar jud¨ªos en un s¨®tano situado bajo la residencia de un comandante alem¨¢n -una historia de valent¨ªa que, d¨¦cadas m¨¢s tarde, la convertir¨ªa en una conferenciante conocida internacionalmente-, ha muerto a los 85 a?os. En 1943, Opdyke, que entonces contaba 25 a?os de edad y trabajaba como ama de llaves del comandante, se enter¨® por casualidad de que la Gestapo estaba a punto de arrasar un gueto jud¨ªo en Polonia. Alarmada porque los 12 jud¨ªos con quienes hab¨ªa trabajado en una lavander¨ªa ser¨ªan expulsados, decidi¨® esconderlos en un s¨®tano que hab¨ªa bajo un cenador. Permanecieron ocultos durante ocho meses, hasta que el comandante los descubri¨®, pero ella consigui¨® ganar m¨¢s tiempo para sus amigos al convertirse en la amante del militar. Todos los jud¨ªos sobrevivieron.
Tras la guerra, Opdyke emigr¨® a Estados Unidos, donde adquiri¨® la ciudadan¨ªa, se cas¨® y se estableci¨® en Yorba Linda. Durante casi 30 a?os, jam¨¢s habl¨® de sus actividades, ni siquiera con su hija. Entonces, en 1974, cuando sustitu¨ªa a un conferenciante en el Club de Rotarios de su marido, la historia sali¨® a la luz. Una cr¨®nica sobre su discurso publicada en un peri¨®dico local llam¨® la atenci¨®n de un rabino, que quiso convencer a Opdyke para que contara su historia al mundo. Ella acept¨®, emprendiendo una nueva aventura. En los a?os siguientes, Israel la honr¨® otorg¨¢ndole el t¨ªtulo de "Gentil Leal" (no jud¨ªo que arriesga su vida para salvar jud¨ªos durante el holocausto), escribi¨® dos autobiograf¨ªas e, incansable, narr¨® su historia en miles de sinagogas, iglesias y escuelas a lo largo y ancho de Estados Unidos, Canad¨¢ y Europa. "Se convirti¨® en la gu¨ªa moral para decenas de miles de ni?os", dijo Haim Asa, rabino em¨¦rito del Templo Beth Tikvah, en Fullerton, el mismo rabino que la anim¨® a hacer p¨²blica su historia. "Es un relato incre¨ªble", afirm¨®. "Al principio le causaba dolor, pues reviv¨ªa detalles personales de su vida". Pero una vez que le encontr¨® el gusto a hablar en p¨²blico, "no pod¨ªa parar; hab¨ªa nacido una estrella". Aunque no goz¨® de buena salud en los ¨²ltimos a?os, Opdyke se mantuvo ocupada hasta el 12 de abril, cuando se rompi¨® una cadera. Muri¨®, d¨ªas pasados, de una afecci¨®n hep¨¢tica y renal adquirida durante una larga batalla contra la hepatitis. "Sab¨ªa que todos los testigos presenciales del holocausto estaban desapareciendo r¨¢pidamente, y que si ella no hablaba, podr¨ªa ocurrir de nuevo", dijo su hija, Jeannie Smith. "Ten¨ªa un fuerte acento a lo Zsa Zsa Gabor, y su mayor preocupaci¨®n era que la gente no entendiera lo que dec¨ªa. Pero era sorprendente, su cari?o hacia los dem¨¢s y su mensaje de amor se traduc¨ªa en sus palabras, y su historia siempre hac¨ªa mella".
Opdyke, cuyo nombre de soltera era Irene Gut, naci¨® el 15 de mayo de 1918 en Kozienice, Polonia, y estudiaba enfermer¨ªa cuando se produjo la invasi¨®n alemana en 1939. Huy¨®, pero la capturaron las tropas rusas (m¨¢s tarde aliadas de los nazis), golpe¨¢ndola y viol¨¢ndola. Durante un a?o se recuper¨® y trabaj¨® en un hospital ruso. Cuando intentaba volver a casa, fue capturada por tropas alemanas y obligada a trabajar en una f¨¢brica de munici¨®n en Ternopol, al sureste de Polonia. M¨¢s tarde la reclutaron como ama de llaves en un complejo de oficiales. M¨¢s o menos al mismo tiempo, un comandante alem¨¢n eleg¨ªa a la joven Opdyke, rubia y de ojos azules, como su ama de llaves personal, lo que se convirti¨® en una oportunidad para esconder en el s¨®tano a sus amigos amenazados.
"Me contaba que, 'cuando ocurren cosas como ¨¦sta, no hay tiempo para pensar en lo que est¨¢s haciendo. Tienes que reaccionar", coment¨® su hija. "Dec¨ªa: 'hay que pensar con el coraz¨®n, no con la cabeza". Cuando el comandante descubri¨® a los jud¨ªos, le dio a elegir: o se acostaba con ¨¦l o los entregaba. Se convirti¨® en su amante. Opdyke busc¨® consuelo con un cura cat¨®lico, quien le dijo que estaba viviendo en pecado y que deb¨ªa abandonar al comandante para salvar su alma. Pero ella, una cat¨®lica a quien m¨¢s tarde el Vaticano considerar¨ªa una hero¨ªna, volvi¨® a su cama. "Yo era guapa, y ¨¦l, un hombre viejo", dir¨ªa cinco d¨¦cadas m¨¢s tarde. "Era un peque?o precio a pagar por las muchas vidas a las que realmente no conoc¨ªa. Pero ve¨ªa a gente en apuros, y yo pod¨ªa ayudarlos". En 1944, el comandante evacu¨® la residencia de Ternopol y se la llev¨® con ¨¦l. A los jud¨ªos los rescat¨® el movimiento clandestino polaco, y ella acab¨® en un campamento para desplazados.
Despu¨¦s de la guerra, la entrevist¨® un trabajador de Naciones Unidas en el campamento y, cuando emigr¨® a Nueva York en 1949, se encontraron de nuevo almorzando en la cafeter¨ªa de Naciones Unidas. Seis semanas m¨¢s tarde, William Opdyke y ella ya estaban casados. ?l muri¨® en 1993. "Mientras crec¨ªa, o¨ªa hablar de mis t¨ªas y de su infancia en Polonia: todo cosas buenas", dijo su hija. "Pero nada de lo dem¨¢s. Me cont¨® que cuando vino a Estados Unidos y vio la Estatua de la Libertad, dijo: 'Estoy aqu¨ª, en un pa¨ªs nuevo para comenzar de cero". En la d¨¦cada de los setenta, Opdyke, que trabajaba como decoradora de interiores, se enter¨® de que los historiadores revisionistas se estaban planteando si el holocausto ocurri¨® realmente. Enfurecida, accedi¨® a hablar en el Club de Rotarios de su marido para sustituir a un conferenciante. A lo largo de los a?os, pudo reunirse con varias personas cuyas vidas salv¨®. "Lo ¨²nico que quiero hacer en mi vida es reconciliar a la gente, independientemente de su raza, religi¨®n, credo o sexo", le dijo a un periodista en 1993. "Tenemos que aprender a no volver a odiar nunca m¨¢s. Los ni?os deben aprenderlo", a?adi¨®.-
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