Alquimia
Dice Guelbenzu que si en esta novela nombra a Timur el rastreador es por el recuerdo potente que tiene de uno de los personajes de Salgari. Advierte, como si de una adivinanza se tratara, de la inclusi¨®n en el texto de tres frases que originariamente fueron de Faulkner, Kant o Dickens. Por otro lado, est¨¢ Victor Grak, un cuervo hablador que "interpreta a su manera a su admirado Scardanelli". Se?ala tambi¨¦n el autor que si decidi¨® titular el libro como La cabeza del durmiente, fue porque eso ley¨® en un poema de Elizabeth Bishop. Confieso que me gusta Guelbenzu el lector, y no es de extra?ar que entre las p¨¢ginas de su nueva novela haya destellos provenientes de quien maneja una materia incombustible llamada placer leedor.
LA CABEZA DEL DURMIENTE
Jos¨¦ Mar¨ªa Guelbenzu
Ilustraciones de M¨®nica Carretero
Siruela. Madrid, 2003
290 p¨¢ginas. 18 euros
Apuntar¨¦ que la acci¨®n de
La
cabeza del durmiente se desarrolla en el periodo comprendido entre los solsticios hiemal y vernal, y que la historia comienza cuando un adolescente, Pedro, pide ayuda durante el sue?o. Ser¨¢ su hermana Claudia, una ni?a de nueve a?os, quien intentar¨¢ proporcion¨¢rsela. Ella deber¨¢ llegar hasta ¨¦l atravesando el invisible y delicado muro que separa la vigilia del letargo. Tendr¨¢ ingenio y har¨¢ la pregunta adecuada: "?C¨®mo se entra en el sue?o de alguien?".
En el relato hay un bosque del rencor, un puente temeroso, una torre con amo y un anillo de peces. Nombro otra vez a Timur el rastreador y revelo una puerta de agua y un r¨ªo que divide la tierra con la plata de su corriente. Hay amigos que son malos amigos y esa f¨¢brica de temores que es un pasillo a oscuras. Pero sobre todo, est¨¢ la vigilia y el sue?o, dos mundos contrarios que el autor complementa y al¨ªa, pues Jos¨¦ Mar¨ªa Guelbenzu (Madrid, 1944) en dosis sucesivas de misterio va alimentando el inter¨¦s por la historia que se cuenta, y el lector se implica y sabe que algo va a pasar y esa expectativa le mantiene siempre alerta. La cabeza del durmiente es una historia compleja escrita con la sencillez de una notable letra transparente que fomenta la imaginaci¨®n. Debo hablar de la peque?a Claudia, de lo cre¨ªble que resulta su asombro tanto ante la realidad de un hermano que crece, como su pesar por un imaginario que otros no ven ni le reconocen. Eso en la ficci¨®n. En la realidad no olvido los dibujos de M¨®nica Carretero, que ilustran con intuitiva naturalidad la se?a de identidad de cada uno de los cap¨ªtulos aventureros.
As¨ª pues, la cartograf¨ªa narrativa de La cabeza del durmiente alterna una historia extraordinaria con un ahora mismo tangible y real, una presencia discreta del mundo familiar, que la complementa. Hay tambi¨¦n humor, l¨¦anse las primera p¨¢ginas del cap¨ªtulo Acampada, y una singular complicidad con los m¨¢s j¨®venes, esa gente de 14 a?os, los primeros lectores de este libro: "No hay nada, ni en la naturaleza ni en el esp¨ªritu, capaz de sembrar la duda en las mentes de unos padres dispuestos a buscar lo mejor para sus hijos. Lo mejor se convierte de este modo en una amenaza temible, y el concepto mismo de lo mejor, en una aspiraci¨®n rechazable".
Escritura pues de experto para una novela cuyos saltos argumentales poseen una estupenda alquimia expresiva. Me gusta el Guelbenzu lector y autor, pues ha sido placentero viajar entre la realidad y el sue?o que procuran las p¨¢ginas de La cabeza del durmiente.
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