Ganar y perder
Nadie quiere perder; nadie puede perder; nadie sabe perder. El ¨²ltimo ¨¦xito de la televisi¨®n se llama Operaci¨®n Triunfo no por casualidad. Nada puede ser ya casualidad en el negocio del entretenimiento (antes, los puristas de izquierdas le llamaban a eso -al negocio del ocio- alienaci¨®n, pan y circo, opio del pueblo). A las muchachas y muchachos que intervienen en el espect¨¢culo televisivo-musical del que hablamos les llaman triunfitos (triunfitos y triunfitas, deber¨ªan llamarles, igual que a los vasquitos y neskitas, para que todo sea m¨¢s pol¨ªticamente correcto y como de cartel electoral). Estos d¨ªas, los triunfitos act¨²an en el Pa¨ªs Vasco y ya hay miles de chicos y de chicas sufriendo taquicardias por sus huesos y voces.
Todos quieren ganar, todos queremos. Todos tenemos un triunfito dentro, con su camisa solap¨®n y sus ganas feroces de firmar aut¨®grafos, pugnando por salir. En la feria del libro los escritores poco conocidos, que son la mayor¨ªa, observan con envidia por el rabo del ojo c¨®mo firman ejemplares sin tregua los Coelho, las Allende o los Gala de turno. Luego escriben coquetos art¨ªculos contando su derrota en la caseta, sus horas muertas amorrados al agua mineral.
Porque ya s¨®lo la literatura y quienes se dedican a ella otorgan a la derrota un m¨ªnimo prestigio y un adarme de cr¨¦dito. La derrota sigue siendo, es verdad, un apreciable tema literario, pero tampoco tanto como en tiempos de Cansinos Assens, que escribi¨® un bello libro desgarrado titulado El divino fracaso. Hasta los poetas (los poetas m¨¢s que nadie, a lo peor) andan locos por salir en la tele y ganar alg¨²n premio como el Loewe, de mucha dotaci¨®n y mucha facha. El hombre que quiso ganar, ha titulado Gibson su estupenda biograf¨ªa de Cela. No pod¨ªa haberle puesto mejor t¨ªtulo.
Pero si alguien no utiliza la palabra fracaso, si alguien prefiere antes cercenarse la lengua que pronunciar sus ominosas s¨ªlabas, ese alguien es sin duda un se?or o se?ora dedicado profesionalmente a la pol¨ªtica. Es un lugar com¨²n y es la verdad. Es no s¨®lo rid¨ªculo, es obsceno escuchar los discursos de algunos candidatos que podr¨ªan estarse callados despu¨¦s de fracasar estrepitosamente en sus expectativas electorales. Por eso la candidata a la alcald¨ªa de Madrid merecer¨ªa entrar en los anales. Lo ha hecho. Lo hac¨ªa mientras felicitaba al candidato ganador y dec¨ªa: "He perdido las elecciones". S¨®lo por ese gesto de decencia y buen gusto merecer¨ªa la candidata socialista aspirar dentro de cuatro a?os a regir la capital de Espa?a. Ha sabido perder y es previsible que sabr¨ªa ganar.
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