El modelo (de declive) alem¨¢n
Todas las ma?anas, un cami¨®n recoge en los m¨¢s lujosos hoteles de Berl¨ªn la ropa sucia y parte con ella en direcci¨®n a Francfort del Oder, a unos 80 kil¨®metros de la capital alemana. La carga atraviesa en un transbordador el r¨ªo fronterizo entre Alemania y Polonia, deja la ropa sucia y recoge la limpia para traerla de vuelta a Berl¨ªn. En el hotel Adlon, el m¨¢s de moda y de mayor prestigio hoy d¨ªa, al lado de la famosa puerta de Brandeburgo, no les hace gracia hablar del tema y piden comprensi¨®n: "Tenga en cuenta que tenemos 400 empleados y costos muy elevados. Lavar la ropa en Polonia sale mucho m¨¢s barato y el trabajo se hace con total garant¨ªa".
A unos 500 kil¨®metros de Berl¨ªn, en la regi¨®n de Franconia, en Baviera, se encuentra la sede de la empresa que puso en pr¨¢ctica la idea de lavar la ropa sucia alemana en Polonia. Frank Richter, de 41 a?os, se cri¨® en el ambiente hotelero donde trabajaba su familia y ahora se encuentra al frente de la firma que lleva su nombre, una sociedad de responsabilidad limitada que emplea a unos 500 asalariados. Explica Richter que la empresa encargada de lavar la ropa en Polonia es una subcontratada de la casa madre en Baviera. El motivo para el trasiego de ropa sucia entre Alemania y Polonia es obvio: "Los costos salariales en Polonia son la quinta parte de los de Alemania y adem¨¢s hay menos problemas con las normas sobre tratamiento de los residuos de los productos de limpieza, y esto abarata los costos".
El n¨²mero de parados oscila en torno a los 4,5 millones y se teme que en el pr¨®ximo invierno rebase la fat¨ªdica cifra de los cinco millones
El semanario 'Der Spiegel' apareci¨® hace dos semanas con un pat¨¦tico titular en la portada: "La hora de la verdad en el pa¨ªs de las mentiras"
Un reci¨¦n llegado a Berl¨ªn necesita un armario ropero de un cuerpo para la casa y cinco elementos para colgar en la cocina. La avanzada tecnolog¨ªa alemana est¨¢ re?ida con la idea de los armarios empotrados. Nuestro hombre acude a la multinacional sueca especializada en vender muebles en trozos para montar y es una persona que en Alemania se define como "zurdo de ambas manos", es decir, in¨²til total con el destornillador y el martillo. Despu¨¦s de pagar 544 euros por los muebles, el cliente se dirige al departamento de transporte y montaje, donde le informan de que el importe del servicio asciende a 423,70 euros. Tras preguntar con iron¨ªa si para ese menester, unas tres horas de trabajo, la empresa emplea a licenciados en estomatolog¨ªa, el nuevo vecino de Berl¨ªn se lanza al mercado negro en busca de un polaco dispuesto a trabajar por un salario m¨¢s al alcance de sus posibilidades. En pocas horas se establece contacto con Tadeusz , un polaco de Silesia que vive en situaci¨®n ilegal desde hace casi una d¨¦cada en Berl¨ªn, donde no para de trabajar a base de cobrar ocho euros la hora. La empresa de montaje ha dejado de ingresar 423,70 euros, y el fisco alem¨¢n, una parte considerable de esa suma en concepto de impuestos. Los 105 euros que recibe Tadeusz no aparecer¨¢n en las estad¨ªsticas del renqueante producto interior bruto (PIB) alem¨¢n para este a?o 2003, en el que la otrora locomotora de la econom¨ªa europea marcha ahora en el furg¨®n de cola del crecimiento econ¨®mico.
Cifras alarmantes
Las cifras que enmarcan la situaci¨®n econ¨®mica alemana son pavorosas. El peri¨®dico liberal de M¨²nich S¨¹ddeutsche Zeitung habla de "el pa¨ªs paralizado". El conservador Frankfurter Allgemeine sit¨²a a Alemania "al borde del abismo". La econom¨ªa no crece desde el ¨²ltimo trimestre del a?o pasado. En el primer trimestre de este a?o, el PIB baj¨® un 0,2%. En el ¨²ltimo trimestre de 2002 disminuy¨® unas cent¨¦simas que se redondearon a cero. Gracias a este truco contable, se puede decir que Alemania no est¨¢ en recesi¨®n, que se produce a partir del momento en que el PIB decrece dos trimestres seguidos. El n¨²mero de parados oscila en torno a los 4,5 millones -la poblaci¨®n es de 83,5 millones de habitantes- y se teme que el pr¨®ximo invierno rebase la barrera fat¨ªdica de los cinco millones. Para ilustrar el dato, baste considerar que el socialdem¨®crata Schr?der (SPD) acab¨® en 1998 con los 16 a?os de la llamada era Kohl (por el canciller democristiano Helmut Kohl), sobre todo gracias a la promesa de rebajar la cifra de cuatro millones de parados.
Las consecuencias de la ca¨ªda del PIB y la alta cifra de parados son demoledoras para las cuentas p¨²blicas. El Gobierno federal, los de los Estados federados y los ayuntamientos alemanes acumulaban el pasado septiembre la mareante cifra de 1.269 billones (con be) de euros. El semanario Der Spiegel apareci¨® hace dos semanas con un pat¨¦tico titular en la portada: "La hora de la verdad en el pa¨ªs de las mentiras". Escribe la revista que en los ¨²ltimos siete a?os las inversiones del Gobierno federal se han reducido en un 25%. Al mismo tiempo, desde la reunificaci¨®n en 1990, los gastos sociales han crecido un tercio, "un 42% del presupuesto federal se destina hoy d¨ªa a necesitados de todo tipo. De los 248.000 millones de euros del presupuesto, 77.000 van a parar a pagar jubilaciones y 50.000 para cumplir con el servicio de la deuda. Uno de cada dos euros se destina al pasado, ?c¨®mo se puede as¨ª construir el futuro?".
El ministro federal de Hacienda, Hans Eichel (SPD), ha tenido que reconocer que las estimaciones de ingresos fiscales alcanzar¨¢n un d¨¦ficit de 126.000 millones de euros el a?o 2006. Los criterios del Pacto de Estabilidad de Maastricht llevan la firma de Alemania. El entonces ministro federal de Hacienda, el socialcristiano b¨¢varo Theo Waigel (CSU), recorr¨ªa Europa con el dedo levantado y amenazador: "El 3% del PIB como l¨ªmite del d¨¦ficit significa 3% con un cero tras el 3, es decir, que no se permite ni una d¨¦cima". Se trataba de defender la nueva moneda europea frente a pa¨ªses poco serios en su disciplina fiscal. Ahora, Alemania pasa por la verg¨¹enza de que Bruselas le haya sacado ya una tarjeta amarilla. El a?o pasado, el d¨¦ficit p¨²blico alcanz¨® el 3,7% del PIB y se teme que este a?o ronde el 4%. El alumno modelo corre el riesgo de recibir una sanci¨®n de Bruselas y ya se empieza a hablar de manejos contables para maquillar las cifras, como sacar de la estimaci¨®n del d¨¦ficit los gastos militares.
Sostiene Der Spiegel: "Para Schr?der, que lleg¨® como reformista bajo el lema innovaci¨®n y justicia, el balance no puede ser m¨¢s desolador. El pa¨ªs est¨¢ colgado del gota a gota de los bancos. Las deudas act¨²an como un veneno insidioso que paraliza los m¨²sculos y corta la respiraci¨®n. Cada d¨ªa crece la deuda del Estado en 144 millones de euros. Todos los ingresos por los impuestos sobre la gasolina y el tabaco se destinan a pagar los intereses y una m¨ªnima amortizaci¨®n de la deuda".
Desde la vecina suiza, otro prestigioso semanario, Weltwoche, resume la situaci¨®n alemana: "La econom¨ªa se encoge. El Estado se desangra. El sistema social amenaza con hundirse. Cualquier otro pa¨ªs estar¨ªa desde hace a?os al borde de la muerte. Los alemanes contin¨²an pagando tenaces, rabiados, sufriendo. Subvencionan 4,1 millones de parados, financian un n¨²mero creciente de inv¨¢lidos, vagos y jubilados anticipados, alimentan a los nuevos Estados federados (la antigua Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana) y contribuyen, a trav¨¦s de las transferencias europeas, entre otras cosas, al saneamiento de la red de autopistas de Espa?a". El semanario se asombra de que los alemanes pertenezcan a una especie de campeones mundiales de la caridad que, "en medio de un laberinto kafkiano de regulaciones burocr¨¢ticas, trabajan sin quejarse tres d¨ªas y medio a la semana para un Estado que reparte su dinero por toda Europa con una eficacia cada vez m¨¢s menguante".
Las afirmaciones del semanario suizo s¨®lo encierran una parte de verdad. En la Alemania de hoy todos se quejan, porque todos tienen o parecen tener motivo. El presidente de la Confederaci¨®n Alemana de Sindicatos (DGB), Michael Sommer, argumenta que est¨¢ dispuesto a aceptar la reestructuraci¨®n de los sistemas de seguridad social, pero no el desmantelamiento que encierra la Agenda 2010 que propone Schr?der. A?ade Sommer que las cargas se reparten de forma injusta y a costa de los asalariados, mientras que las grandes empresas apenas pagan impuestos gracias a los mecanismos legales que les permiten escabullirse.
Ola de quiebras
El empresario Richter, el que lleva la ropa de los hoteles de Berl¨ªn a Polonia, se siente amenazado por la ola de quiebras que recorre Alemania: "El a?o pasado entraron en bancarrota 37.000 empresas y este a?o ser¨¢n 45.000". Richter coquetea con la idea de establecerse en Hungr¨ªa, porque "las bases de la situaci¨®n se tambalean y la competencia se ha hecho muy dura aqu¨ª en Alemania. Naturalmente, nuestros empresarios, los hoteles de cinco estrellas, atraviesan por una situaci¨®n dif¨ªcil e intentan rebajar los costos de los servicios que contratan". Para Richter, la soluci¨®n podr¨ªa estar en Hungr¨ªa, donde "un trabajador gana entre 200 y 250 euros, la sexta parte de lo que ganan en Alemania".
Richter no es un ave rara. El Frankfurter Allgemeine informa de que una de cada cuatro empresas alemanas piensa trasladar al extranjero en los pr¨®ximos tres a?os alguno de sus departamentos. Ya no se trata s¨®lo de las secciones de la empresa con especial incidencia de los salarios, sino tambi¨¦n de la administraci¨®n o de departamentos de investigaci¨®n y desarrollo. Seg¨²n una encuesta de las C¨¢maras de Industria y Comercio, a la que respondieron casi 10.000 empresas, los motivos para establecerse en el extranjero son en un 45% los elevados salarios alemanes; en un 38%, los excesivos costos no salariales (impuestos y seguros sociales); en un 7%, para evitar los riesgos derivados del tipo de cambio, y en un 5%, por la burocracia.
Walter Kaiser, portavoz de las C¨¢maras, no deja t¨ªtere con cabeza en entrevista telef¨®nica con este peri¨®dico: la calidad de las escuelas y universidades cae porque las deudas impiden una financiaci¨®n adecuada; las autopistas est¨¢n atascadas hasta extremos inimaginables; muchas de las inversiones en vivienda en el este de Alemania fueron a parar a edificios ahora vac¨ªos por falta de demanda. Para Kaiser, el mayor problema lo constituyen el presupuesto del Estado y el mercado laboral: "Tenemos un mercado laboral muy inflexible, demasiada protecci¨®n contra el despido y salarios demasiado altos. Hay que facilitar el despido y el Estado tiene que estabilizar los sistemas de seguridad social. Tenemos m¨¢s gastos de lo que podemos financiar y la estructura de la poblaci¨®n est¨¢ desviada. Por eso la Agenda 2010 es un principio". El portavoz patronal considera que las cosas van muy despacio, "tenemos una sociedad con muchas exigencias y muy mimada. Ya no hay dinero y siempre hay que tener en cuenta las elecciones. Siempre estamos ante unas elecciones. Por eso estar¨ªa bien sincronizar las elecciones para crear m¨¢s espacios de actuaci¨®n".
Algunas cifras dan sin duda la raz¨®n a los que exigen un cambio de rumbo en Alemania. Por parad¨®jico que parezca y en contradicci¨®n con los estereotipos al uso, la tradicional laboriosidad alemana es una leyenda. Los alemanes de hoy son casi los campeones mundiales de los salarios altos y llevan el farolillo rojo en lo que se refiere a horas trabajadas al a?o. El costo de una hora de trabajo en Alemania es de 25,38 euros, frente a 13,01 en Espa?a y 18,18 de la media europea. Los alemanes s¨®lo trabajan 1.557 horas al a?o, frente a 1.904 de Estados Unidos. En Espa?a se trabaja una media de 1.721,7 horas al a?o. Si se considera una jornada de ocho horas, un alem¨¢n trabaja al a?o casi 43 d¨ªas menos que un estadounidense y casi 21 d¨ªas menos que un espa?ol.
La edad media de jubilaci¨®n en Alemania es de 59 a?os y medio. La perversi¨®n del desarrollo demogr¨¢fico, con vertiginosa ca¨ªda de los nacimientos unida al enorme incremento de las expectativas de vida, hace explotar la f¨®rmula de c¨¢lculo de las jubilaciones. Los planes en Alemania prev¨¦n elevar de forma progresiva a 67 a?os la edad de jubilaci¨®n.
Casta de funcionarios
A lo anterior se a?aden otros factores que agravan la situaci¨®n de Alemania, como los privilegios de una casta de casi 4.821.000 funcionarios p¨²blicos que tienen derecho al jubilarse a recibir una pensi¨®n a la que no han contribuido porque el Estado asume el pago. Hasta no hace mucho, el tiempo de estudio se contabilizaba para la jubilaci¨®n como siete a?os, ahora reducidos a tres. El servicio militar tambi¨¦n cuenta como cotizado. Nada de esto es comparable con el gasto derivado de la reunificaci¨®n alemana. Kohl prometi¨® a sus compatriotas del otro lado del muro y las alambradas "paisajes florecientes". La realidad ha puesto de manifiesto que la asimilaci¨®n de la RDA ha resultado tan dif¨ªcil como para la boa tragarse un buey. Las transferencias anuales hacia el Este suponen entre un 3% y un 4% del PIB, unos 75.000 millones de euros. Con la unificaci¨®n, la antigua Rep¨²blica Federal de Alemania ha asumido los costos del paro y la jubilaci¨®n de centenares de miles de compatriotas del Este que nunca ingresaron un c¨¦ntimo en las cajas de la seguridad social.
"Vivimos por encima de nuestras posibilidades desde hace tiempo", declar¨® el ex presidente Weizs?cker. "Nuestras exigencias rebasan la capacidad de prestaciones de la comunidad. Los encargados de la pol¨ªtica social de los dos grandes partidos construyeron de forma conjunta el Estado del bienestar, pero sin voluntad para introducir las permanentes reformas necesarias". Advierte Weizs?cker contra el peligro de aplazar las reformas y cargar a las generaciones futuras: "Antes hab¨ªa unos pocos viejos sobre los hombros de muchos j¨®venes. En un par de d¨¦cadas habr¨¢ el mismo n¨²mero de jubilados y de trabajadores activos".
El portavoz de las C¨¢maras de Industria y Comercio, Kaiser, sostiene con contundencia: "Si en diez a?os no ocurre nada y las cosas siguen as¨ª como hasta ahora; si nuestras exigencias fuerzan los sistemas de seguridad social, en diez a?os estaremos donde ahora est¨¢ Argentina".
Karin Federlein contribuy¨® a este trabajo con entrevistas y busca de datos.
Escenas cotidianas de la Alemania de 2003
LA CASI CENTENARIA casa comercial Kadewe, abreviatura que enmascara el pomposo nombre de Grandes Almacenes del Occidente, es el s¨ªmbolo palpable de la sociedad de consumo. Aquel glorioso d¨ªa de noviembre de 1989 en que cay¨® el muro de Berl¨ªn, muchos de los que salieron por primera vez al lado occidental lo primero que hicieron fue visitar el legendario templo del consumo que no pod¨ªan ni imaginarse al otro lado. Si un cliente acude hoy d¨ªa al Kadewe para encargar una cortina de 2,85 metros de ancho, puede escoger la tela, pero tendr¨¢ que esperar 14 d¨ªas, dos semanas necesarias para coserla. A unos cientos de metros del Kadewe se encuentra Wertheim, otros famosos almacenes. La misma cortina cuesta unos 100 euros m¨¢s, pero los 14 d¨ªas para coserla son inexorables.
Nada extra?o, como tuvo ocasi¨®n de comprobar en propia carne el corresponsal de este peri¨®dico con el grupo de cuatro obreros alemanes, contratados con toda legalidad de impuestos y seguros sociales, encargados de desempaquetar en dos d¨ªas la mudanza procedente de Espa?a. La labor comenz¨® el primer d¨ªa a las nueve de la ma?ana y se vio interrumpida con frecuentes pausas para fumar en el balc¨®n y una media hora para comerse unos bocadillos, invitaci¨®n de la casa. A las 14.30 se retiraron, tras cuatro horas de trabajo efectivo y dejar tras de s¨ª un caos en que lo ¨²nico en pie era una cama para dormir. Regresaron al d¨ªa siguiente tres operarios a las 8.30. Tras hacer caso omiso a la s¨²plica de que vaciaran de cajas el ba?o para poder ducharse, se limitaron a recoger y retirar los restos de las cajas vaciadas por el cliente y desaparecer a las 8.50. Y dieron las 9, las 9.15, las 9.30 y las 10. Desde el balc¨®n pudo comprobarse que se encontraban de charla en la calle. Tras insistir en la necesidad de vaciar el ba?o, subieron a continuar la faena, interrumpida de nuevo por frecuentes cigarrillos en el balc¨®n y comer los bocadillos, invitaci¨®n de la casa. Era viernes y el reloj marcaba las 14.30 cuando concluy¨® su jornada laboral. Tras despedirse, preguntaron a qu¨¦ hora podr¨ªan pasar el lunes a recoger las cajas vac¨ªas que tuvo que desempaquetar el cliente a lo largo del fin de semana.
?stas son escenas cotidianas en la Alemania de la primavera del a?o 2003, cuando en el pa¨ªs han sonado ya todos los timbres de alarma imaginables. Los llamados cinco sabios encargados de dictaminar sobre la econom¨ªa alemana, el anta?o legendario Banco Federal (Bundesbank), figuras ilustres como el ex presidente alem¨¢n democristiano (CDU) Richard von Weizs?cker o el ex canciller socialdem¨®crata (SPD) Helmut Schmidt, medios de comunicaci¨®n de todo color alemanes y extranjeros, las autoridades de la Uni¨®n Europea desde Bruselas. Todos parecen conjurados para llamar la atenci¨®n de la situaci¨®n de una econom¨ªa alemana que hace agua por doquier. El canciller federal Gerhard Schr?der ya ha amenazado tres veces con dimitir si su Partido Socialdem¨®crata de Alemania (SPD) no aprueba hoy, en un congreso extraordinario que se celebra en Berl¨ªn, la llamada Agenda 2010, que contiene una serie de recortes en las prestaciones sociales por paro, enfermedad y jubilaci¨®n. Seg¨²n un reciente sondeo, s¨®lo un 51% de los afiliados al SPD aprueba las reformas de la Agenda 2010. No obstante, los delegados del SPD se tragar¨¢n con amplia mayor¨ªa el sapo que les ha servido el canciller y dar¨¢n sin duda respaldo a Schr?der porque resultar¨ªa muy duro volver a los inc¨®modos bancos de la oposici¨®n. A la hora de votar en el Congreso, los socialdem¨®cratas tendr¨¢n en cuenta que, si los recortes no los hace ahora la coalici¨®n de centroizquierda SPD-Verdes, la alternativa con un Gobierno de derecha de los democristianos y los liberales ser¨ªa todav¨ªa m¨¢s dura.
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