La del cuello de garza
-? tu, que tens de humano o gesto e o peito (Se de humano ¨¦ matar uma donzela).
Todo era mentira. No era tal doncella, ni don Alfonso IV ten¨ªa nada de humano, ni la piedad por las "criancinhas" que ella reclamaba para que no la mataran. Todo es falso desde entonces. Dice el programa que hay unas 200 obras sobre este episodio, y todas convierten en leyenda el hecho, sobre todo en el episodio que m¨¢s ha atra¨ªdo a poetas y directores de cine: nunca don Pedro puso sobre la cabeza de do?a In¨¦s muerta la corona que tom¨® de su padre, aunque revel¨® (no en el momento en que cuenta la obra) que estaban casados en secreto y la hizo considerar, por tanto, reina.
Corona de amor y muerte, la leyenda de In¨¦s de Castro
De Alejandro Casona (1955). Int¨¦rpretes: Francisco Piquer, Ver¨®nica Luj¨¢n y ?frica Pratt. Escenograf¨ªa: Alfonso Barajas. M¨²sica original: Volker Kirberg. Iluminaci¨®n: Francisco R. Ariza. Direcci¨®n, Mara Recatero. Teatro Espa?ol.
Da igual. No vamos aqu¨ª a aprender historia. Casona era pedagogo, y fue en la Rep¨²blica importante figura de las Misiones Pedag¨®gicas que iban a mostrar el teatro al pueblo, y sab¨ªa lo que era verdad y lo que inventaba. El invento ten¨ªa dos sentidos: el amor est¨¢ por encima de cualquier raz¨®n de Estado o de cualquier orden real, y frente a ese rey cruel defend¨ªa el autor al pueblo: "?Pescadores del Douro... labradores del Mi?o... pastores de Tras os Montes!". El viejo republicano a¨²n segu¨ªa en el exilio de Buenos Aires con su cantinela, aunque moderadamente. La realidad es que el pueblo sigui¨® siendo hambriento, que cuando rein¨® don Pedro la sangre sigui¨® corriendo y que los que hab¨ªan decidido y cumplido la muerte de In¨¦s fueron castigados de una manera atroz (excepto uno, que escap¨®).
Follet¨ªn y melodrama
Los espectadores gustan de todo esto, que la directora Marta Recatero subraya con el tono de follet¨ªn y melodrama, y que los actores interpretan de una manera muy directa y clara. Creo que hay tambi¨¦n alguna republican¨ªa en esta adhesi¨®n al autor cuyo centenario se conmemora (3 de marzo de 1903) con el ardor con el que se celebran en Espa?a ¨¦stos que se fueron. El teatro se llena, algunas frases se aplauden, las tres horas pasan (para ellos) en un vuelo, los trajes son bonitos, las luces adecuadas, la leyenda conocida: todo a favor. Incluso hay un ni?o actor, Pedrito Palomo, bien preparado, que tiene en las glorias muchos aplausos: por ser ni?o, m¨¢s que por ser actor.
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