Cifras y letras
Hoy cumples a?os: Luis Garc¨ªa Berlanga, director de cine, 82; Ic¨ªar Bolla¨ªn, actriz y directora de cine, 36; Benito Floro, entrenador de f¨²tbol, 51; Juan Madrid, escritor y periodista, 56. Si sumamos las citadas cantidades, alcanzaremos la cifra de 225. Ahora s¨®lo queda dividir el total entre 4 para obtener, limando decimales, un cociente de 56. Las matem¨¢ticas no fallan, pero hay asuntos que sobrepasan las leyes aritm¨¦ticas y provocan morrocotudos descalabros. 56 era exactamente el n¨²mero de diputados del PSOE e IU (47 + 9) que, por un s¨®lo voto, dar¨ªa la presidencia de la Asamblea de Madrid al socialista Francisco Cabaco. Pero el c¨¢lculo fall¨® porque, en este caso, 47 + 9 dieron 54, ya que al l¨®gico resultado hubo que restar la cifra de los 2 desertores del PSOE que prefirieron dinamitar la Asamblea y tomar los aires de Madrid.
Ahora llega el turno de las letras. Ah¨ª tienen un mont¨®n de vocales y consonantes para que combinen a su gusto. La cuesti¨®n es calificar la citada debacle con su correspondiente sustantivo: transfuguismo, deserci¨®n, traici¨®n, chantaje, venganza, corrupci¨®n... El de 13 letras, por supuesto, es el que m¨¢s punt¨²a, pero no creo que se trate, en este caso, de un par de tr¨¢nsfugas que no tienen, hoy por hoy, lugar ad¨®nde ir. El m¨®vil de una acci¨®n tan retorcida no puede ser otro que la ambici¨®n econ¨®mica, la ¨²nica clase de ambici¨®n que ha llevado a buen n¨²mero de ciudadanos mediocres a probar suerte en la pol¨ªtica y a pactar con el mismo diablo. Supongo que cuando se publique esta columna, habr¨¢n salido ya a la luz los intereses urban¨ªsticos que han conducido a Eduardo Tamayo y su compa?era Maite S¨¢ez a urdir una venganza de esa ¨ªndole. Tambi¨¦n nombres de terceros, vinculados por supuesto a negocios inmobiliarios, y, c¨®mo no, el de esa consejer¨ªa prometida a Tamayo que fue finalmente a parar a la "izquierda extremista" de IU. Lejos queda, es cierto, la voluntad de servicio que iluminaba a tan buenos ide¨®logos y a tan ilustres gobernantes. Pero ya sabemos que, en pol¨ªtica, 2 + 2 casi nunca son 4.
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