Quevedo
Si la actualidad es siempre una tarea de investigaci¨®n retrospectiva, el ayer puede convertirse en la mejor forma de estar a la orden del d¨ªa. Cuando el presente luce canas, arrugas, achaques, miserias a?osas, el pasado surge con brillos de juventud, enterado de los lugares de moda, de las costumbres vivas y los recelos imperativos del hoy, el ma?ana y el pasado ma?ana. La editorial Castalia acaba de publicar la prosa completa de don Francisco de Quevedo, un escritor del siglo XVII o del siglo XXI. A don Francisco le gustaban los autorretratos, los ejercicios de conciencia. Se sab¨ªa miserable, ambicioso, mezquino, feo, humillado ante el poder, carne de vicios, hueso de pecados, almendra de venganzas, raspa de desafueros, columna vertebral de maldades. Y ten¨ªa buena opini¨®n de s¨ª mismo, porque se consideraba mejor que los dem¨¢s. Como el lenguaje es el sedimento de la experiencia, el estilo de Quevedo enriqueci¨® su voluntad descriptiva con una fascinante capacidad de insulto. Carnavaliz¨® el mundo, pint¨® la realidad con el colorete vistoso de las m¨¢scaras, habl¨® de la mentira como ley de la existencia. La prosa quevedesca mueve sus frases en la m¨²sica festiva de un v¨¦rtigo palpable y cargado de p¨²stulas, una farsa compuesta y descompuesta por doctores matasanos, jueces mafiosos, ¨¢ngeles infernales, c¨¦sares esclavos de los rencores propios de un mendigo, cortesanos infectados por los negocios, pr¨®ceres animados por el delito, servidores p¨²blicos movidos por pasiones privadas, representantes turbios de la bondad y salvadores corruptos. Leemos a Quevedo y no sabemos bien si compramos entrada para asistir al espect¨¢culo barroco del desenga?o o si tomamos butaca para observar la realidad de hoy. Por muchos partidos que alumbren los ideales sociales y las democracias, siempre ser¨¢ m¨¢s grande el partido de los resentimientos y los negocios oscuros. Inquebrantable lealtad de los seres humanos a su condici¨®n.
Es verdad que la vida muestra tambi¨¦n algunos aspectos luminosos, pero Quevedo no estaba dispuesto a verlos, porque no se sent¨ªa partidario de la presunci¨®n de inocencia. Los inocentes son peligrosos, ofrecen una visi¨®n optimista del mundo, un espejo transitable, y eso resulta inc¨®modo para los reaccionarios, que tienden a paralizar las ruedas de la historia en el fango de la maldad. Asusta el estilo quevedesco de la prensa espa?ola, que disfruta d¨¢ndole credibilidad a los esc¨¢ndalos, pide c¨¢rceles y dimisiones antes de que se celebren los juicios, y luego guarda silencio ante las sentencias absolutorias. Al poder le interesa la prensa quevedesca. Los periodistas que condenaron por corrupci¨®n a los reponsables socialistas de la Expo 92 desaparecen ahora, se callan, prefieren no enterarse de que un tribunal los ha declarado inocentes. El Supremo ha condenado al Gobierno del PP a indemnizar con 26 millones a Canal Sat¨¦lite por la aplicaci¨®n de un decreto que s¨®lo respond¨ªa a una guerra sucia medi¨¢tica y econ¨®mica. Los da?os empresariales se valoran en 26 millones de euros, pero no s¨¦ en cu¨¢nto pueden valorarse los da?os causados a personas tratadas como delincuentes y casi sentenciadas a la muerte civil antes de que se resolviese la causa. Quevedo estaba convencido de que en la sociedad s¨®lo hay hienas, lobos, zorros y tiburones. Conoc¨ªa bien a los suyos.
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