Otro hecho diferencial
El que escribe sigui¨® con bastante atenci¨®n las informaciones aparecidas en prensa acerca del viaje del Papa a Croacia. Muy posiblemente, la prensa no recoge todo lo que ¨¦l declara, pero sin duda s¨ª lo m¨¢s importante. As¨ª ha ocurrido que de los discursos del Papa en su ¨²ltima singladura apost¨®lica ha destacado una vigorosa defensa de la familia como soporte b¨¢sico de la sociedad y la recurrente demanda, en este caso a los croatas, de que no olviden sus ra¨ªces cat¨®licas.
Todo esto est¨¢ muy bien, pero desde que se hizo p¨²blico el viaje, uno esperaba otra cosa. El Papa hab¨ªa demostrado en las ¨²ltimas expediciones, por ejemplo en la que hizo a Espa?a, su preocupaci¨®n ante las graves consecuencias que acarrea el ascenso del nacionalismo exacerbado. La prensa y los partidos, por supuesto, hicieron en clave interna una interpretaci¨®n pol¨ªtica de esa reflexi¨®n, una lectura que incluso pod¨ªa ser acertada, habida cuenta de que los discursos del Papa pasar¨¢n por muchas manos, ignoro si entre ellas las del influyente consejero ¨¢ulico Navarro-Valls.
Claro que si al Papa le preocupan tanto los nacionalismos exacerbados, ?qu¨¦ podr¨ªa decir cuando llegara a Croacia? Croacia es fruto del tr¨¢gico desmembramiento de la antigua federaci¨®n yugoslava. Padeci¨® una invasi¨®n brutal de los nacionalistas serbios, pero tambi¨¦n es cierto que, en el indignante genocidio que ¨¦stos perpetraron contra los bosnios, las milicias croatas no estaban limpias de sangre. Croacia hab¨ªa sido, as¨ª mismo, patria de uno de los movimientos fascistas m¨¢s virulentos y crueles de los a?os 30 y 40 del siglo XX, los ustachas de Ante Pavelic, aliados de los nazis, y caracterizados por su sistem¨¢tico asesinato de jud¨ªos y de serbios, y que no repar¨® siquiera en la aniquilaci¨®n en masa de ni?os de otras etnias.
?Por qu¨¦ el Papa no ha hablado de los grandes peligros del nacionalismo en Croacia? A uno se le escapa tan discreta omisi¨®n de la diplomacia vaticana. A uno se le escapa eso como se le escapa por qu¨¦ en 1991, mucho antes de que los Balcanes dejaran de ser un horrendo circo de sangre, el Vaticano fue el primer Estado que reconoci¨® la independencia de Croacia. ?Por qu¨¦ entonces el Papa no se limit¨® a una pacata y bien-o -mal-intencionada condena de los nacionalismos exacerbados? ?Qu¨¦ hab¨ªa en algunos sanguinarios militares croatas que les hiciera mantenerse a salvo de esa severa advertencia?
Por supuesto, todas estas son preguntas ret¨®ricas. Ni siquiera al connivente cardenal Rouco, en lo m¨¢s profundo de su pecadora conciencia, se le escapar¨¢n las verdaderas respuestas. El Vaticano siempre ha tenido no una sino varias ni?as bonitas: Irlanda, Polonia y Croacia est¨¢n entre ellas. No son s¨®lo pueblos cat¨®licos, sino pueblos cat¨®licos en que la religi¨®n se ha emplazado como un elemento central de su identidad nacional, y a menudo de su instinto b¨¦lico. La catolicidad de Polonia se enfrentaba a la Rusia ortodoxa y a la Prusia protestante. La catolicidad de Irlanda luchaba denodadamente contra la Inglaterra anglicana. La catolicidad de Croacia ten¨ªa su fundamento en una pugna constante no s¨®lo contra los ortodoxos serbios, sino contra los bosnios musulmanes, ¨²ltimo resto cultural del otrora temible imperio otomano.
Quiz¨¢s la curia vaticana se sienta tan vacunada contra el exceso nacionalista como se sienten, con una ingenuidad que casi enternece, los propios espa?oles, pero puestos a lanzar en Croacia admoniciones morales, hollada al fin la patria de Ante Pavelic y de Franjo Tudjman, alguna palabrita del sumo pont¨ªfice al respecto hubiera dado m¨¢s coherencia a las que pronuncia en otra parte.
Para el Vaticano, ese portentoso camale¨®n hist¨®rico, el reconocimiento de las realidades nacionales pasa por sus propios presupuestos ideol¨®gicos. La religi¨®n, vaya hecho diferencial para cualquier paisito. Por eso tanta simpat¨ªa vaticana hacia el separatismo croata. Mucha rana en Croacia. Porque hablamos de Croacia y sin mirar hacia otra parte.
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