Espa?a, en la nueva Europa
La Uni¨®n Europea est¨¢ en proceso de mutaci¨®n. En unos meses, con la ampliaci¨®n a diez nuevos miembros y la aprobaci¨®n de una Constituci¨®n, habr¨¢ dado un paso de gigante, si no pierde el rumbo en el intento. Esta gran transformaci¨®n plantea unos retos particulares a Espa?a, un pa¨ªs exc¨¦ntrico en la nueva y en la vieja UE, de tama?o intermedio, en una de las periferias de Europa, y con problemas muy particulares. La forma en que encaje depender¨¢ m¨¢s de su capacidad para hacer alianzas dentro de la UE y de desarrollar pol¨ªticas comunes que de su peso institucional. De momento, en la recta final de la Convenci¨®n que ha elaborado el proyecto de Constituci¨®n se ha quedado sola en su defensa del statu quo de Niza en materia de reparto de los votos entre los Estados.
La ampliaci¨®n puede acentuar los problemas contradictorios de Espa?a en la UE. Pero Espa?a no tiene por qu¨¦ resignarse a una posici¨®n perif¨¦rica que parece imponer la geograf¨ªa
Para algunos observadores extranjeros resulta absurdo que Espa?a aspire, con su poblaci¨®n, su econom¨ªa y su m¨ªnimo gasto militar, a ser un pa¨ªs grande en la Uni¨®n. No lo es
El Gobierno de Aznar ha mantenido estos a?os una actitud m¨¢s defensiva que creativa ante la mutaci¨®n de la UE. No obstante, algunas ideas s¨ª ha aportado Espa?a en esta etapa cuasi-constituyente de la construcci¨®n europea. Como se?ala el miembro de la Convenci¨®n y eurodiputado del PP ??igo M¨¦ndez de Vigo, los participantes espa?oles han impulsado, entre otras cosas, el concepto de una uni¨®n de ciudadanos y de Estados (aunque los "pueblos" no han desaparecido del pre¨¢mbulo); la garant¨ªa de la integridad territorial; la categorizaci¨®n de las competencias, en vez de la elaboraci¨®n de un (imposible) cat¨¢logo; el desarrollo del espacio de libertad y seguridad, un sistema de alerta temprana para el control de la subsidiariedad por los parlamentos nacionales, y la cl¨¢usula de solidaridad ante ataques terroristas o cat¨¢strofes.
Votos y vetos
Pero es el cap¨ªtulo institucional el que ha centrado la atenci¨®n en la recta final de la Convenci¨®n. Espa?a, por sus votos en el Consejo de Ministros comunitario, n¨²mero de comisarios (2) y esca?os en el Parlamento Europeo (64), era, hasta Niza, un pa¨ªs intermedio, m¨¢s cerca de los grandes que de los peque?os. En la negociaci¨®n del Tratado de Niza busc¨® un status m¨¢s pr¨®ximo a los grandes en el Consejo (27 votos, frente a 29 de ¨¦stos), pero a costa de sacrificar, m¨¢s que ning¨²n otro pa¨ªs, esca?os en el Parlamento Europeo (de 64 a 50), cuando la euroc¨¢mara gana peso con la ampliaci¨®n del procedimiento de codecisi¨®n con el Consejo y la reducci¨®n de la capacidad de veto. A este futuro apostaron los alemanes y ganaron.
Ahora, frente a las tres mayor¨ªas (y, por tanto, tres capacidades de bloqueo) de Niza, la Convenci¨®n ha planteado una simplificaci¨®n para 2009 o 2012: la mayor¨ªa cualificada deber¨¢ contar con una mayor¨ªa de pa¨ªses (13 en la UE de 25) que representen un 60% de la poblaci¨®n de la Uni¨®n. En teor¨ªa, la posici¨®n de Espa?a queda deteriorada, aunque en un estudio (http://www.realinstitutoelcano.org/analisis/292.asp), el profesor Jos¨¦ Ignacio Torreblanca no considera el sistema negativo para Espa?a. En la Europa de 25 no puede formarse una minor¨ªa de bloqueo mediterr¨¢nea (de Portugal a Chipre). La Europa de los Ocho que Aznar capitane¨® contra Francia en la crisis de Irak servir¨ªa para bloquear, no para avanzar. En la UE de 27 que se divisa para 2010, ninguna decisi¨®n podr¨¢ tomarse en contra de los cuatro grandes (Alemania, Francia, el Reino Unido e Italia), pero tampoco contra el Reino Unido, Italia, Espa?a y Polonia, una coalici¨®n que ha existido en esa crisis. Forjar alianzas positivas requerir¨¢, guste o no, pasar por Francia y Berl¨ªn, eje necesario aunque ya no suficiente en esta nueva UE. Y ah¨ª Espa?a -entre otras razones, porque el Gobierno piensa que necesitar¨¢ menos a Alemania, dado que la fuente de transferencia de fondos se va a secar- ha perdido capacidad de interlocuci¨®n, en el m¨¢s alto nivel pol¨ªtico, antes que entre diplom¨¢ticos.
El tema no est¨¢ cerrado. Aunque bastante aislada (de poco le ha valido su pol¨ªtica de apoyo a la guerra de Irak para beneficiarse en Europa), Espa?a tiene a¨²n capacidad de presi¨®n. El texto final de la Constituci¨®n han de decidirlo los Gobiernos en Conferencia, no la Convenci¨®n. Espa?a puede insistir en no tocar Niza, o en elevar el umbral del 60% (el sistema anterior equival¨ªa a un 71%) y llegar en la pr¨¢ctica a una situaci¨®n similar, adem¨¢s de rectificar el error de Niza, con m¨¢s europarlamentarios para este pa¨ªs.
Para algunos observadores extranjeros resulta absurdo que Espa?a aspire, con su poblaci¨®n, su econom¨ªa y su m¨ªnimo gasto militar, a ser un pa¨ªs grande en la Uni¨®n. No lo es. Pero puede serlo -o, mejor dicho, volver a serlo-, m¨¢s que por su peso institucional, por lo que aporte a la Uni¨®n Europea en t¨¦rminos de ideas, v¨ªnculos o seriedad (que Italia ha perdido). Por eso es tan importante que Espa?a recupere las relaciones euromediterr¨¢neas que este Gobierno ha dejado languidecer o que impulse nuevas pol¨ªticas hacia las Am¨¦ricas. No es f¨¢cil impulsar todas estas dimensiones a la vez, menos a¨²n cuando Espa?a tiene intereses comerciales contradictorios y una pol¨ªtica de inmigraci¨®n cada vez m¨¢s restrictiva hacia ambas zonas. Pero ¨¦stas deben ser dos prioridades de Espa?a en una Uni¨®n ampliada que, por inercia, tender¨¢ a concentrarse en sus problemas al Este. Si lo logra, Espa?a se transformar¨¢ en puente, en vez de ser el muro al que le condena la geograf¨ªa y la pol¨ªtica de inmigraci¨®n, nacional o europea. Y aunque las relaciones con Washington se han vuelto centrales, m¨¢s que buscar una relaci¨®n de subordinaci¨®n a EE UU, Espa?a tiene que ampliar sus ¨¢reas propias en ese multiplicador de influencia que es la UE.
La ampliaci¨®n puede acentuar los problemas contradictorios de Espa?a en la UE. Pero Espa?a no tiene por qu¨¦ resignarse a una posici¨®n perif¨¦rica que parece imponer la geograf¨ªa. Se puede impedir o corregir esta deriva geogr¨¢fica y funcional. En una Uni¨®n ampliada parece inevitable que en su seno se constituya un n¨²cleo, ll¨¢mese vanguardia, directorio o de cualquier otra manera, que tire de los dem¨¢s, o avance dejando atr¨¢s a los que no quieren o no pueden, en su integraci¨®n pol¨ªtica. Estar en y ser parte de esa vanguardia va a ser un reto central de Espa?a. En todo caso, el "virgencita, que me quede como estoy" no es una opci¨®n, ni para la UE ni para Espa?a. Pero cuidado con el punto 1-40.6 del proyecto de Constituci¨®n que se refiere a "los Estados miembros que cumplan criterios elevados de capacidades militares y que hayan suscrito entre s¨ª compromisos m¨¢s vinculantes al respecto con vistas a realizar las misiones m¨¢s exigentes". Pues cumplir en este ¨¢mbito lleva tambi¨¦n al n¨²cleo. Asimismo, Espa?a debe volver a aprender a vestir la defensa del inter¨¦s nacional de inter¨¦s general europeo. Todo un savoir faire.
Un mundo ignorado por la sociedad espa?ola
EL MAYOR PROBLEMA que puede tener Espa?a ante esta nueva Europa es su desconocimiento, como sociedad, de los pa¨ªses que el a?o pr¨®ximo van a ser sus nuevos socios en la UE. La sociedad espa?ola es de las que, seg¨²n apuntan todos los sondeos, m¨¢s apoyan la ampliaci¨®n de la Uni¨®n, pero tambi¨¦n la que menos conoce ese mundo que se abre en el Este. El Bar¨®metro del Real Instituto Elcano de febrero de 2003 apuntaba que el porcentaje de espa?oles que no identifican correctamente ninguno de los pa¨ªses de la ampliaci¨®n es del 80% (11 puntos m¨¢s que tres meses antes). Polonia es el ¨²nico pa¨ªs que ve aumentar su notoriedad en la sociedad espa?ola, pero se quedan en niveles ¨ªnfimos. Los resultados de las encuestas del Eurobar¨®metro de la Comisi¨®n Europea son menos dram¨¢ticos, aunque preocupantes. La espa?ola es la sociedad con m¨¢s bajo nivel de conocimiento de los pa¨ªses de la ampliaci¨®n, una condici¨®n que puede venir causada por el hecho de que somos el pa¨ªs con m¨¢s bajo nivel de viajes (10% en Espa?a, frente a 34% de media de la UE u 81% en el caso de Austria) a los Estados que participan de la pr¨®xima ampliaci¨®n.
Frente a otros pa¨ªses europeos, como Francia o Alemania, que han tenido relaciones hist¨®ricas provechosas o tormentosas con muchos de estos nuevos miembros, Espa?a ha estado alejada de ellos. Y en estos a?os tras la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, alemanes, italianos y franceses, entre otros, se han lanzado a invertir en el otrora Este, de forma m¨¢s persistente que Espa?a, aunque el crecimiento de las exportaciones espa?olas a esos pa¨ªses haya ido muchos a?os por encima de la media comunitaria. Pero si los viajes oficiales a esos pa¨ªses han sido constantes, la sociedad civil no ha respondido como se esperaba. El Gobierno impuls¨® en 1999 el llamado Plan Ampliaci¨®n para lanzar una ofensiva de captaci¨®n de mercados. Lo que se requiere es mucho m¨¢s: un esfuerzo de conocimiento.
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