De elecciones y otras cosas perdidas
La rapidez con la que se suceden los acontecimientos parece haber relegado al desv¨¢n de la historia unas elecciones que hace apenas dos semanas se antojaban decisivas. La infamia de dos diputados en la Asamblea de Madrid ha desencadenado sucesos que han puesto en solfa los procedimientos de la democracia y la organizaci¨®n del PSOE. Pero conviene analizar estas elecciones para extraer conclusiones sobre ellas. Se trata aqu¨ª de enlazar el funcionamiento de esta organizaci¨®n con los resultados de las elecciones. Aunque la organizaci¨®n de los partidos espa?oles, y la del PSOE en concreto, da para amplias reflexiones, se trata aqu¨ª limitadamente de establecer la ligaz¨®n de ¨¦sta y las pol¨ªticas y estrategias del partido y c¨®mo sus d¨¦ficit frustran las expectativas de los sectores progresistas. Tal vez pueda decirse que desde hace casi una d¨¦cada la organizaci¨®n del PSOE es el principal obst¨¢culo para que haya mayor¨ªas progresistas a escala nacional. Un sordo distanciamiento se detecta en buena parte de la opini¨®n p¨²blica: fue estruendoso en las elecciones de 2000, lo fue hace unas semanas...
El curso de la campa?a convirti¨® el latente deseo de cambio en recelo al cambio
Es un lugar com¨²n decir que los resultados del 25 de mayo dejaron dos inc¨®gnitas: ?c¨®mo los acontecimientos vividos en el ¨²ltimo a?o no influyeron al parecer en los resultados?, ?por qu¨¦ la amplia ventaja que ten¨ªa el PSOE a finales de abril (el bar¨®metro del CIS da un 25,1% de intenci¨®n de voto para el PP y un 33,5% para el PSOE, sobre censo electoral) no se concret¨®? ?Qu¨¦ ha pasado?
La campa?a electoral fue decisiva, pero hay que situarla entre dos datos que tambi¨¦n lo son. Primero, amplios sectores de las clases medias que ideol¨®gicamente pueden situarse en el centro-izquierda en algunos temas (guerra de Irak, por ejemplo) est¨¢n viviendo un proceso de ascenso social y acumulaci¨®n patrimonial apoyado en el mercado inmobiliario, el aumento del precio de la vivienda y el endeudamiento familiar que les obliga a ser muy cautelosos ante cambios pol¨ªticos. Para estos sectores, que tienen que pagar hipotecas, la estabilidad econ¨®mica deviene fundamental y s¨®lo se "arriesgar¨ªan" si vieran muy clara la alternativa. Por encima o al lado de sus opiniones pol¨ªticas, este inter¨¦s es determinante en sus decisiones de voto. El PP, con su pol¨ªtica y con la propuesta expl¨ªcita de disminuir los impuestos, aparece como garante de la estabilidad. Al tiempo, la sociedad espa?ola est¨¢ sometida a fuerte tensi¨®n, como todas, al hilo de los cambios inducidos por la "globalizaci¨®n". Son s¨ªntomas la precariedad en el empleo, el estr¨¦s, el aumento del descontento laboral, la sensaci¨®n de riesgo generalizado, etc¨¦tera. Un sentimiento de "inseguridad" invade la vida de amplios sectores de las clases medias y bajas. Dar salida a estas dos grandes corrientes es la clave de las elecciones en estos a?os.
En este clima, la guerra de Irak fue percibida como un paso decisivo en la configuraci¨®n de la hegemon¨ªa norteamericana, soliviant¨® a millones de personas en el globo y en Espa?a con virulencia por la posici¨®n del Gobierno. Que Francia y Alemania actuaran como contrapeso de la posici¨®n "de las Azores" hizo tangible la idea de una pol¨ªtica alternativa. En esas semanas, simult¨¢neamente a las grandes manifestaciones, el PP perdi¨® intenci¨®n de voto para las elecciones generales, y el PSOE ascendi¨®. La r¨¢pida resoluci¨®n de la guerra y el posterior repliegue de Francia y Alemania hicieron que tras la euforia de las movilizaciones sobreviniera un comp¨¢s de espera.
Sobre este tel¨®n de fondo se aplicaron las estrategias de campa?a. Recurramos al binomio seguridad-renovaci¨®n que, seg¨²n los expertos, deben combinarse en adecuadas dosis para obtener el apoyo mayoritario. El PSOE, convencido por sus encuestas (no todas permit¨ªan extraer esa conclusi¨®n) de que ten¨ªa el viento a favor, centr¨® su campa?a en su secretario general, con un discurso sobre la necesidad de cambio en la "pol¨ªtica" (de gobierno), pero sin argumentos que dieran seguridad a la clase media "al alza" ni despejaran "incertidumbres" de los sectores que se sienten psicol¨®gica y objetivamente endebles. Justificaba la necesidad de "cambio pol¨ªtico" en un referente ¨¦tico -por momentos frontal contra Estados Unidos- de continuidad en la oposici¨®n a una guerra ya pasada. El PSOE dej¨® en segundo plano la vertiente municipal-auton¨®mica de las elecciones, permitiendo que los alcaldes y presidentes auton¨®micos populares mantuvieran su buena imagen. En definitiva, la renovaci¨®n ofrecida por el PSOE era insuficiente al agotarse en "la pol¨ªtica" y tener alg¨²n perfil poco realista. En la vertiente seguridad, era deficitario por la vaguedad de su programa y su liderazgo: asombrosamente, el bar¨®metro del CIS de abril muestra la m¨¢s baja valoraci¨®n de Zapatero desde 2000. Al margen de la campa?a, los estudios de opini¨®n mostraban que los ciudadanos percib¨ªan como ineficaz la oposici¨®n del PSOE en las ciudades gobernadas por el PP, lo que ha tenido gran influencia en estos resultados, aunque la valoraci¨®n de sus alcaldes y presidentes auton¨®micos era positiva. La inoperancia del PSOE como partido de oposici¨®n quedaba reflejada en estos datos.
La estrategia del PP oper¨® sobre resortes eficaces. Manej¨® con astucia un dato decisivo: aunque su intenci¨®n de voto para las generales disminu¨ªa, la de municipales se manten¨ªa donde ten¨ªa buenos candidatos (Madrid capital, C¨¢diz, Valencia, Oviedo, etc¨¦tera). Se puede afirmar que el resultado del PP debe m¨¢s a sus candidatos con buena gesti¨®n (Te¨®fila Mart¨ªnez, Gabino de Lorenzo, Ruiz-Gallard¨®n, Rita Barber¨¢, etc¨¦tera) que a Aznar. Su estrategia fue cartesiana. Aznar se ofreci¨® como pr¨¢ctico de una pol¨ªtica de reconocimiento de la realidad a escala global. Aliment¨® las demandas de "seguridad" de las clases m¨¢s vulnerables con el recurso a la ley y el orden (adobado ahora con mayor control sobre los inmigrantes) y present¨® al PSOE como un riesgo para la estabilidad econ¨®mica ante las clases medias "al alza" tentadas de dejarse llevar por imperativos ¨¦ticos. Mientras, sus consolidados candidatos cosechaban votos frente a poco conocidos candidatos del PSOE. La din¨¢mica de la campa?a llev¨® a que, frente a la estrategia del PP, la del PSOE -distra¨ªda comentando las inconveniencias de Aznar- s¨®lo movilizara a su voto fiel, m¨¢s un electorado joven y parte de los abstencionistas de 2000, pero no alcanz¨® a buena parte de los votos potenciales que se perfilaban a finales de abril. O sea, el curso de la campa?a convirti¨® el latente pero inconcreto deseo de cambio en recelo al cambio en sectores que hubieran votado PSOE semanas antes.
En apenas cinco semanas pasaron factura al PSOE sus debilidades como organizaci¨®n -?qu¨¦ representa el PSOE como asociaci¨®n c¨ªvica?-, su ineficacia como oposici¨®n, su fr¨¢gil liderazgo, su bloqueo interno -?qu¨¦ dinamismo hay en un partido que tiene congresos cada cuatro a?os y medio?-, un discurso exclusivamente centrado en "la pol¨ªtica" y poco sensible a los problemas de sus bases sociales y una campa?a simplista. Si el d¨ªa despu¨¦s de las elecciones cab¨ªa decir que eran muchas las cosas a replantear para ganar unas generales, a d¨ªa de hoy ha quedado claro que su organizaci¨®n es un pesado lastre. En un reciente art¨ªculo (8 de junio), Ignacio Sotelo subrayaba el declive del modelo de partido de la socialdemocracia alemana como uno de los elementos que explican su crisis ideol¨®gica y pol¨ªtica. Tiene raz¨®n y es obvio que en Espa?a el PSOE debe afrontar inmediatamente el mismo problema (y adem¨¢s, hay que repensar muchas cosas sobre el funcionamiento de la democracia en Espa?a).
Jos¨¦ A. G¨®mez Y¨¢nez es soci¨®logo y miembro del Comit¨¦ Regional del PSOE de Madrid.
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