El presidente y la telebasura
Durante la campa?a para el 25-M, una entusiasta pepera, aludi¨® a voz en grito y plet¨®rica de entusiasmo, a los atributos masculinos del presidente del Gobierno se?or Aznar. El aludido opt¨® por seguir la chunga, aunque yo dir¨ªa que mal preparado para el inesperado envite, titube¨® un segundo antes de entrar al trapo. Aznar, lo habr¨¢ observado el lector, es el ¨²ltimo hombre en el mundo dispuesto a estar o a parecer desconcertado. Y aunque se mostr¨® risue?o, a la fuerza ahorcan; que no se tiene la menor noticia de que sea hombre escabroso ni m¨¢s rijoso que el dulce Rocinante. Estando adem¨¢s muy consciente de la dignidad de su cargo, s¨®lo traicionada por la jerga pol¨ªtica de la que echa mano cuando quiere herir hondo y hacer bot¨ªn en el hoy heterog¨¦neo granero de los votos. Si bien es cierto que un lenguaje pol¨ªtico rentable es el equivalente de la agresividad de la telebasura denunciada por ¨¦l -con toda la raz¨®n objetiva de su parte- con el fin de obtener clientela.
El caso es que, sin telebasura, no florecer¨ªa el sistema socioecon¨®mico neoliberal y, a estas alturas, es muy probable que ning¨²n otro. Hablar¨¦ como el Papa y como Marx, ambos tan cerca y tan lejos; o mejor, como han hablado tantos humanistas de los que pierden las batallas y la guerra; al menos durante el tiempo suficiente para que no quede rastro de sus huesos. Escribi¨® Freud: "Han dejado de existir los lazos mutuos y se expande un horror gigantesco y sin sentido. La desaparici¨®n de los v¨ªnculos emocionales que sosten¨ªan el grupo da como resultado el cese de todo sentimiento fuerte de afecto...". No es que Freud propugnase un retorno a la Edad Media con su mara?a de asociaciones en las que pod¨ªa prevalecer el amor pero tambi¨¦n el odio. El caso es que aquel individuo era s¨²bdito y nosotros, apenas entrevista la condici¨®n de ciudadanos nos hemos convertido en consumidores. ?Acaso ciudadanos-consumidores o consumidores-ciudadanos? No nos ciegue el optimismo. En Canad¨¢, como ciudadano, el individuo quiere ponerle coto a la invasi¨®n audiovisual norteamericana; como consumidor, la devora. Pero encuestas aparte ?qu¨¦ pasar¨ªa de ser sometida a voto esta cuesti¨®n? Mi apuesta es que, con retortijones de conciencia, ganar¨ªa el consumidor de largo. El mercado es la patria de la inmensa mayor¨ªa del censo. Ciertas adherencias se agitan ya lejos del n¨²cleo, hasta que se desprenden y se hunden en la nada.
La televisi¨®n es mercado y es, a la vez, parte muy activa del mercado: cre¨¢ndolo, se crea a s¨ª misma. ?Ser¨¢ necesario repetir que el mercado no tiene m¨¢s fin que la obtenci¨®n de beneficio econ¨®mico? No, no es necesario. Como tampoco recordar que la publicidad es el motor que mantiene en marcha el engranaje. Entonces, ?de qu¨¦ se queja el se?or Aznar? "Gente que no se sabe qui¨¦n es ni de d¨®nde ha salido, aireando miserias, insult¨¢ndose de la manera m¨¢s descarnada con todo tipo de intimidades". Y lo que te rondar¨¦, pero no porque la banalidad m¨¢s s¨®rdida y plebeya fatigue. El pastel es grande y ¨¢vido el gran p¨²blico, pero se trata de encaramarse al primer lugar del ranking y como la competencia es fiera, hay que deslizarse cada vez un poco m¨¢s por la pendiente del v¨®mito. Cuando hace pocas d¨¦cadas se "liberaliz¨®" el sexo en Dinamarca, profetas de la libertad dijeron que aquello constitu¨ªa un golpe de muerte para la pornograf¨ªa, pero con el tiempo se vio que si existe un bien escaso es la imaginaci¨®n. La inteligencia cr¨ªtica es una muy cortante y feroz arma de doble filo y contra ella la imaginaci¨®n se desploma. Pocas cosas escapan al tedio de quien, al mirarse al ombligo, est¨¢ viendo la periferia, que abarca hasta la expansi¨®n del cosmos. Ya se ve: todav¨ªa tiene audiencia T¨®mbola y Cr¨®nicas marcianas y ser¨¢ la numerosa competencia, que no el cansancio, lo que estimule los aportes al sumidero. ?Veremos fornicar en vivo en horas punta? ?Llegaremos a escuchar una sola frase sin referencia procaz a las cosas de la cintura en abajo? ?Y no seguir¨¢n la pauta, se?or presidente del Gobierno, las televisiones p¨²blicas? Pues hoy por hoy, y tomada la programaci¨®n en su conjunto, es dudoso que haya una televisi¨®n m¨¢s obscena que TV-1. Ah¨ª tiene usted Noche de fiesta. Es la glorificaci¨®n de la sociedad sin clases y de la muchedumbre solitaria. Audiencia de ¨®pera, escenario hortera de quiero y puedo, comicastros a quienes parece que siempre les pican los genitales, desfiles de modelos, las consabidas actuaciones "musicales", azafatas que se supone son la representaci¨®n de la actual mujer espa?ola, por supuesto en corte transversal; numeritos chocarreros que estimulan la risa descerebrada a costa de las v¨ªctimas sempiternas... Es la Espa?a del bienestar, en que lo pol¨ªtico est¨¢ positivamente impl¨ªcito. En suma, apenas si hay espect¨¢culo televisivo que no se nutra de plebeyez y pornograf¨ªa, por lo que sorprende que el mayor bar¨®n del medio -el Gobierno espa?ol y por boca de su presidente- arremeta por un lado de la boca contra lo que defiende por el otro.
Una de las razones -por supuesto no la ¨²nica, y menos importante que el creciente poder tecnocr¨¢tico y cient¨ªfico- de que la democracia tenga fecha de caducidad en todas partes es el protagonismo que se le otorg¨® al mercado desde el inicio. En realidad, cabr¨ªa discutir si la democracia cre¨® el mercado o fue ¨¦ste quien la hizo a su imagen y semejanza, pero con derecho de reordenamiento. Hoy nos quejamos de que el poder econ¨®mico pasa por encima del pol¨ªtico, como si esto no hubiera sido as¨ª desde el principio. El rico emprendedor no abolir¨¢ los c¨®digos porque ellos le dan protecci¨®n, seguridad y garant¨ªa; pero si adem¨¢s ejerce el mayor control posible sobre los mismos, tendr¨¢ lo mejor de los dos mundos. Int¨¦ntese legislar los contenidos de la televisi¨®n y el choque en ambas direcciones ser¨¢ terrible; de los "barones" puede esperarse, en el mejor de los casos, una intenci¨®n de autocensura que no piensan cumplir, siempre ampar¨¢ndose en la transgresi¨®n de la competencia.
La televisi¨®n y otros medios le dan alas a una oferta siempre cambiante para que todo siga igual -pues no son infinitas las variantes de la obscenidad- y a la inversa. Es una conjunci¨®n degradante, como todo lo que no tiene m¨¢s fin que el beneficio econ¨®mico y, aunque a veces parezca lo contrario, la complicidad pol¨ªtica. Aznar se quedar¨¢ en la queja, como Zapatero si manda alg¨²n d¨ªa.
Manuel Lloris es doctor en Filosof¨ªa y Letras.
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